Como diría mi abuelo, el hubiera no existe. Aun así, es una pregunta que seguramente acosa a más de uno de los ex colaboradores del último presidente de la transición democrática, sobre todo en días recientes, cuando se amontona evidencia abrumadora sobre el éxito de la política laboral de López Obrador.

No, no fueron los programas sociales

El miércoles pasado el INEGI publicó la más reciente Encuesta Nacional del Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH), que arrojó varias buenas noticias. El ingreso de los hogares en México ha aumentado significativamente desde 2018, sobre todo entre 2022 y 2024. No solo eso, el aumento fue para casi todos los hogares, con la excepción de aquellos en el percentil más alto, el famoso “one percent”.

Otro detalle importante es que, como bien dice el título de la publicación de ¿México cómo vamos? “Es una historia del ingreso laboral”. Para casi todos los hogares es el aumento en el ingreso laboral lo que explica el crecimiento de su ingreso.

Las transferencias y los programas sociales tuvieron un efecto casi nulo y, sorprendentemente, incluso negativo para los percentiles más pobres. Igual no creo que les importe, siendo ellos quienes tuvieron el aumento total mayor, incluso tomando en cuenta los programas sociales perdidos.

El día de ayer la presidenta Sheinbaum celebraba que “es algo extraordinario, histórico, la reducción en el sexenio del expresidente López Obrador”, hablando de la caída en la pobreza en México. Sí, es una caída real, que no está maquillada artificialmente por “limosnas” repartidas por el gobierno, sino que es resultado de una serie de políticas laborales macroeconómicas, entre ellas, los aumentos del salario mínimo.

Las columnas más leídas de hoy

El costo de elevar el salario mínimo

Entre 2018 y 2024 el salario mínimo aumentó 116% en términos reales, es decir, ya descontando la inflación del periodo (el aumento nominal fue de 234%). De acuerdo con un análisis preliminar de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos, de los 13.4 millones de personas que salieron de la pobreza, 6.64 millones se debe exclusivamente a la política salarial. No a transferencias en efectivo que le cuestan millones al erario.

La pregunta obligada es, ¿por qué no fue sino hasta 2018 que comenzó a aumentar de esta forma el salario mínimo? Se mantuvo prácticamente estancado durante los veinte años anteriores con aumentos tímidos apenas iguales o incluso por debajo de la inflación.

La respuesta —casi de cajón— era su potencial efecto en la inflación. Esta preocupación no era infundada debido a que muchísimos precios regulados por el gobierno, así como nóminas de servidores públicos, maestros, trabajadores de salud, y muchísimos otros, estaban indizados al salario mínimo. Un aumento al salario implicaba un incremento automático, mecánico, en todos estos precios.

UMA

La siguiente pregunta obligada era ¿y por qué seguimos indizando al salario mínimo tantas cosas que no tienen nada que ver? Increíble. No fue sino hasta 2016 que el gobierno del presidente Peña creó la Unidad de Medida y Actualización (UMA) para reemplazar al salario mínimo como referencia para desvincular el salario mínimo como unidad de cuenta en obligaciones y multas, con el fin de evitar un impacto inflacionario en estos conceptos.

De igual forma, se empezó a utilizar la UMA como medida de actualización de otros salarios y pensiones. Esta fue una reforma trascendental que pavimentó el terreno para, ahora sí, poder aumentar el salario mínimo que llevaba casi veinte años con el freno de mano, rezagado por el miedo a su potencial efecto cascada.

Pase a gol de Peña Nieto

Esto me lleva de regreso al título de esta columna: ¿por qué no se animó el presidente Peña a impulsar un incremento en el salario mínimo similar al que vimos durante el sexenio pasado?

Si la creación de la UMA fue la jugada en media cancha, el salario mínimo desvinculado en 2016, dos años antes de la elección, era el balón botando en el área chica invitando a meter el gol. Tanta gente pudo haber salido de la pobreza hace 7 u 8 años y estas medallas que se está colgando la 4T las podrían haber cosechado Peña Nieto y su equipo en 2018.

Hubiera, tal vez, el secretario de desarrollo social, José Antonio Meade convertido en candidato presidencial tenido una mejor oportunidad de ganar. Hubiéramos tenido un sexenio no de destrucción institucional y revanchismo, sino de crecimiento e inversión, con menos pobreza y menos desigualdad. Hubiéramos, sin duda, tenido un nuevo aeropuerto funcional y moderno. Tendríamos hoy un poder judicial profesional y autónomo.

Pero el hubiera no existe y al final, la 4T, sin la reforma del 2016 o con ella, de cualquier manera, habría implementado la medida de aumentar los salarios, y lo que hubiera sido un desastre, finalmente se capitalizó gracias a la política que se implementó en el gobierno de Peña Nieto.

Nunca es tarde, pero abrogarse una medida del neoliberalismo a un gobierno populista, es mucho cinismo.

X: @diaz_manuel