“Hay algo peor que la indiferencia por el dolor de los demás: la banalidad con la que tratamos de mitigarlo.”

DONATO CARRISI

“Ninguna persona puede ver y comprender en otros lo que ella misma no ha vivido.”

HERMANN HESSE

La especulación como deporte mundial. La empatía como antídoto.

En las últimas semanas, la especulación en torno al personaje Kate Middleton, princesa de Gales, alcanzó cuotas inverosímiles. Sectores enteros de la población británica, ya no se diga del resto del mundo, así como de agencias de noticias internacionales, mostraron nula empatía y azuzaron la especulación.

En una suerte de déjà vu de Lady Di, habrá quien dirá que todo empezó con la operación de la princesa y el hermetismo en torno a la misma. Otros dirán que ello se volvió una locura cuando, el 10 de marzo, día de las madres en Inglaterra, la princesa compartió una foto familiar en sus redes sociales por ella editada (en la fotografía en cuestión se encontraron más de 10 nimias alteraciones). Los medios la retiraron de sus sitios web y redes. Lógico.

De aplaudir desde la objetividad que debería regir al mundo de las comunicaciones, pero cuestionable por cuanto a que permitió desatar una espiral de especulación perversa.

La empatía que faltó en ese momento, la dio Kate Middleton en el anuncio de su enfermedad. Empatía hacia otros —muchos— enfermos de cáncer y sus familias mostró tanto la entereza de la joven mujer, como la adecuada forma de abordar su asunto en particular. Distancia medida en años luz a cómo ha tratado el gobierno mexicano a los niños enfermos de cáncer y sus familiares, a quienes se les ha dicho son complotistas.

En la inauguración de la farmacia gigante, López Obrador dijo que “la mayor parte de la gente está contratada para esta campaña en mi contra. Con cartelones pidiéndome medicinas para sus niños con cáncer. Fíjense qué doloroso para cualquier persona, más para una autoridad que le estén reclamando en todos lados”. ¡Caray! Los niños de cáncer no tienen medicinas, sus padres están desesperados, pero de alguna forma López Obrador se las ha ingeniado para presentarse como víctima.

Lo siento por mis amigos cuatroteros, pero si algo caracteriza al obradorismo —no lo pueden negar— es que carece de empatía hacia cualquier persona y causa, incluidas las que comulgan o en algún momento han comulgado con el movimiento.

Para muestra un botón muy actual: Vladimir Putin, frente a la muerte de su opositor Alekséi Navalni (encarcelado por órdenes del líder ruso), espetó: “es triste, pero así es la vida…”. Pues bien, eso mismo lo repitió ayer el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, quien, ante el secuestro masivo en esa entidad de al menos 25 personas integrantes de tres familias —incluyendo 9 menores de edad—, soltó: la población no debe tener miedo “porque son cosas que lamentablemente ocurren”.

Dejemos de lado por un momento su responsabilidad —y hasta criminalidad— como autoridad ante la situación de violencia extrema (demuestra que su “autoridad” ha sido superada). ¿Qué decir de su nula empatía hacia las víctimas, hacia los familiares y hacia todos los sinaloenses que estaban/están consternados por el secuestro de ¡familias enteras!? Solo equiparable a la nula empatía del presidente de la nación mexicana hacia madres buscadoras, a quienes no se les recibe, se les cierra las puertas de Palacio, o la de la candidata oficial a la Presidencia, quien pide propuestas (ella las debería producir) y desestima las quejas.

No hay empatía tampoco hacia los desaparecidos, donde hasta se les borra de las listas oficiales destinadas a la búsqueda. En un juego de especulación muy perverso se dice que no están desaparecidos, afirmando se fueron y desaparecieron del radar por su propia voluntad.

Y sin caer en la especulación, sino en haciéndolo en plan de mera pregunta: la atención médica que recibirá Kate en Londres, ¿será como en México; de nivel Dinamarca?

Sobra la especulación y urge la empatía en algunos personajes muy indolentes que mal gobiernan este país.

Giro de la Perinola

Los políticos no solo deben ser empáticos, deben ser responsables, así como cumplir y hacer cumplir la ley. Es menester también aprender a no especular, lo cual incluye NO culpar sin pruebas. Más si lo hacen desde la tribuna de Presidencia y desde el amparo que da el poder.

Y, bueno, como personas, mucho qué aprender en el sentido de no especular, particularmente cuando se trata de cuestiones personales. ¿Somos empáticos con las celebraciones, tristezas e incertidumbres del resto de la sociedad mexicana?