Les platico que se acaba de morir mi entrañable amigo Fernando Sánchez Luengas y estoy llorando de tristeza.

Un hombre sin edad, porque a la que tenía le anteponía su jovialidad, su vitalidad, su energía, su alegría, su positivismo, su entusiasmo, su vehemencia, su visión.

Cuando la pila se me bajaba por algún motivo terrenal, buscaba sus mensajes de audio que me dejaba por montones en mi whatsapp.

Escucharlos revivía mi espíritu.

Nunca supe cómo le hacía para darse tiempo para todo.

Apenas le platicaba algún tema, ya estaba contestándome y dándole valor a las ideas que suelen perderse cuando no se entretejen en las valiosas redes de los amigos.

Y Fernando era mi amigo, era mi amigo de verdad y hoy que ya no lo tengo, lo estoy extrañando como nadie se puede imaginar.

Si nos veíamos poco, la méndiga pandemia volvió más esporádicos nuestros encuentros.

Pero ahí estaba él para mí y yo para él.

La última vez que nos encontramos fue en la presentación del Ballet de Monterrey en el salón de Leyo Garza.

Salimos mi Gaby y yo disparados y cuando nos vio, detrás se dejó venir Fernando, dejando a la Chacha abandonada a su suerte, jejeje.

Y cuando nos alcanzó en la escalera eléctrica me dijo: “Casi me mato por alcanzarte, porque cuando te vi no podía dejar de venir a darte un abrazo”.

Esa fue la última vez que nos vimos. Y su abrazo fue como los que nomás él sabía dar.

El último whatsapp que recibí de él fue uno donde me escribió: “Buena y esperada noticia”, cuando le envié mi artículo sobre la designación de nuestro mutuo amigo Rafael Serna Sánchez, como próximo Secretario de Finanzas del gobierno de Luis Donaldo Colosio Riojas.

Eso fue apenas el pasado viernes 13 de este agosto, funesto mes junto a julio que se ha llevado a varios amigos muy cercanos.

QUERIDO FERNANDO

No tienes idea de cómo voy a extrañar sus apasionados audios respondiendo a mis mensajes.

Voy a echar muchísimo de menos tus intempestivas llamadas para comentarme temas que sabías que me interesaban.

Nunca fuiste de los que escribía: “¿Puedes hablar?”, antes de la consabida llamada.

Tú siempre me llamabas porque sabías que ahí estaría yo para escucharte.

Me hubiera gustado platicar mucho más contigo.

UNO SE MUERE DE A POQUITO CUANDO SE MUEREN LOS QUE UNO QUIERE.

No te voy a salir ahora con la típica cantaleta de todos, de que seguirás vivo en nosotros los que aún seguimos en este mundo.

Fernando, ¡te acabas de morir!

¡Cómo se te ocurrió hacernos esto!

Espero que tu amada Chacha me perdone, pero ella sabe bien cómo festejabas mis irreverencias.

Te reías de cuarto a cuarto, como te decía cuando te ponías al teléfono y te entusiasmabas al platicarme tus cosas... y yo las mías.

ADIÓS AMIGO QUERIDO, YA NOS VEREMOS EN ALGUNA DE LAS OTRAS DIMENSIONES

CAJÓN DE SASTRE

“Sé cómo lo querías y por eso, como a la Chacha, a sus hijos y a sus nietos, te digo: te acompaño en tu dolor”, me dice la irreverente de mi Gaby...