De Pushkin a Stravinski

El 2 de marzo pasado, el alcalde de Florencia escribió en twitter que le habían pedido derribar la escultura de Dostoievski en esa hermosa ciudad. No dice quién o quiénes, pero esta demanda se aproxima al exceso condensado en esa combinación de ignorancia, manipulación y fascismo en torno a la “cancelación” del arte ruso en “occidente”, ¿no les parece? Y más que del arte ruso, en algunas expresiones esa cancelación se aproxima incluso al deseo de exterminio de dicha cultura. Dando con ese sesgo algo de razón a Vladimir Putin cuando afirma que el problema no es el régimen político prevaleciente en esa nación, lo que se quiere con la expansión de la OTAN a Europa del Este y la provocación de Ucrania al querer unirse a ella, es el sometimiento o desaparición de una Rusia grande e independiente. Y en todo caso, ¿no debió expirar la OTAN con la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética?

Otro exceso, el de la Conferencia de Directores de Ferias Internacionales del Libro que incluye Bogotá, Bolonia, Bruselas, Budapest, Frankfurt, Gotemburgo, Guadalajara, Jerusalén, Leipzig, Praga, Sao Paulo, Seúl, Taipéi y Varsovia, que ha decidido suspender contacto con cualquier editor oficial de la Federación Rusa. A estos conferencistas sólo les falta convocar en su próxima edición -como los nazis al anochecer del 10 de mayo de 1933 en Opernplatz, Berlín- a la quema, en esta ocasión, de libros de autores rusos vivos o muertos.

¿Mayor ridiculez aún? Vetar el vodka, modificar el nombre de la “ensalada rusa”, envolver con la bandera de Ucrania a Sigfrido en El ocaso de los dioses, de Wagner. Se pueden inventar o imaginar otras que ya están sucediendo, pero aun como chiste provocan cierta náusea.

Pero no quiero hablar de cultura sino de arte, algo específico dentro de aquella. La cancelación de artistas rusos, autores o intérpretes, muertos o vivos en salas de concierto, casas de ópera y ballet, teatros, cines, galerías, se está usando, junto a las sanciones económicas y financieras, como un arma para derrotar a Putin y su invasión a Ucrania. Algunos argumentan que acaso el director Valery Gergiev o la cantante Anna Netrebko, siendo tan cercanos al presidente ruso, pudieran fungir como espías; bueno… ¿y los demás, y los desaparecidos hace siglo y medio?

La invasión a Ucrania es reprobable, mas aquí refrendo en absoluto la política del gobierno mexicano que se ciñe a la fracción X del Artículo 89 Constitucional: no intervención; solución pacífica de controversias; proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; igualdad jurídica de los Estados; cooperación internacional para el desarrollo; respeto, protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales.

Las columnas más leídas de hoy

México ha hecho lo correcto:

  1. No intervenir en ese conflicto que debe resolverse de manera regional, por su complejidad histórica, cultural y social.
  2. No enviar armas, como han pretendido parlamentarios ucranianos y la embajada de ese país en México con la intervención de congresistas mexicanos de derecha y no muy buena reputación.

Pero volviendo a la cancelación y su absurdo cuando involucra a Dostoievski, Tchaikovski, Musorgski, Tarkovski… ¿Gana algo la humanidad, las distintas sociedades con esa estupidez? Que por otro lado, sólo puede ser parcial, porque aunque los oscurantistas y medievales se opongan, es tan gigantesca la obra artística rusa que ya está extendida lo suficiente entre el mundo como para dejar de influir en él: de Pushkin a Chéjov, de Glinka a Stravinski; por citar dos géneros, la literatura y la música; aún tenemos el teatro, el ballet, la pintura, el cine…

Citaré a continuación la mayoría de las cancelaciones que he encontrado en la prensa. Porque ellas pasan por la manipulación y el fascismo que afecta e infiere sobre gente que desconoce la circunstancia del conflicto y se guía por los medios predominantes y la ideología de sus gobiernos o partidos; porque esta llamada “cultura de la cancelación” tiene que ver con manipulación e ideología. Ha respondido a una solicitud del ministro de Cultura ucraniano para limitar la presencia de Rusia en el ámbito cultural internacional.

Música y ópera

Festival de Mérida, España, cancela presentación del Ballet de San Petersburgo, conformado por bailarines no sólo rusos, también ucranianos, checos, moldavos y españoles.

Francia suspende todas las manifestaciones y relaciones con artistas rusos que se hayan pronunciado a favor de la invasión. Esta medida se extiende a instituciones y delegaciones rusas como chinas.

Valery Gergiev, reconocidísimo director de orquesta, ha sido cancelado por el Carnegie Hall de Nueva York para conducir la Filarmónica de Viena. El pianista ruso Denis Matsuev, con quien iba a actuar, también, al igual que en Barcelona.

Gergiev suma suspensiones en la Scala de Milán para dirigir Pique Dame, de Chaikovski; Filarmónica de Múnich lo despidió como su director titular. La Orquesta Filarmónica de Róterdam canceló todos sus conciertos y el Festival Gergiev, a celebrarse en el mes de septiembre. No será más director musical del Festival Verbier, en Suiza. Tampoco dirigirá más las Filarmónicas del Elba y de Viena ni en Metropolitan Opera House de Nueva York.

La soprano Anna Netrebko, no cantará en Ópera Estatal de Baviera, en Milán, Zúrich ni Barcelona; tampoco en Nueva York; ha anunciado un retiro temporal de los escenarios.

La Orquesta Filarmónica de Zagreb, Croacia, cambió el programa de uno de sus conciertos que incluía tres piezas de Chaikovski.

En Holanda, la Filarmónica Haarlem canceló el festival dedicado a Chaikovski y Stravinski. El Hermitage de Ámsterdam, filial del museo de San Petersburgo, rompió con este.

La Ópera de Polonia canceló la imponente Bóris Gudunov, de Modest Musorgski.

La Filarmónica de Cardiff eliminó la Obertura 1812, de Chaikovski, de su tradicional concierto.

Hasta aquí, el gran perjudicado del bloqueo occidental al arte ruso ha sido sin duda Piotr Ilich Chaikovski, genial compositor de conciertos, sinfonías, ballets, óperas, canciones…; pero seguro no se molestará porque comparta algo de Musorgski, la majestuosa coronación de Boris:

Ballet

Reino Unido suspendió la gira del Ballet Estatal de Siberia y la temporada del Bolshói el próximo verano en la Royal Opera House de Londres.

Teatro Real de Madrid canceló también al Bolshói.

El Festival de Mérida, España, canceló el Ballet de San Petersburgo con la representación de Espartaco, de Aram Jachaturian. El Festival de Peralada a su vez canceló al Ballet del Teatro Mariinsky. En Francia todo se ha cancelado.

Aquí, Ekaterina Krysanova en la “Variación de Egina” en Espartaco:

Cine

El Festival de Cannes canceló a las delegaciones rusas y no proyectará películas de ese país.

El Festival de Cine de Estocolmo no proyectará ninguna película rusa financiada por el Estado.

El Festival de Cine de Andalucía suspendió Solaris, de Andrei Tarkovski, y la sustituyó por la versión estadounidense.

Aquí, tráiler moderno de Solaris:

Galerías y otros

Fundación para el Arte y la Cultura de la ciudad de Bonn, Alemania, pidió a la Galería Tretiakov suspender una muestra compartida de arte contemporáneo europeo exhibida en las ciudades de Berlín, Moscú y París; 90 artistas de 34 países europeos.

El pabellón ruso en la Bienal de Venecia no será abierto.

La Unión Europea de Radiodifusión vetó a Rusia en la edición 2022 de Eurovisión.

Fotografía Europea, certamen de la ciudad italiana de Reggio Emilia, expulsó a Rusia y sus representantes

En Marsella, el Teatro Toursky, anuló el festival dedicado a la cultura rusa.

Y el colmo, el profesor Paolo Nori denunció que su ciclo de cuatro conferencias sobre el escritor ruso Fiódor Dostoievski y su novela Crimen y castigo, había sido cancelado por la Universidad Bicocca de Milán; ante el escándalo, la institución tuvo que recular. Después de eso fue que vino la tentación para derribar la escultura del escritor.

Difícil obtener una imagen de la escultura florentina del autor de Los demonios; aquí una estilizada en San Petersburgo:

La cordura

En este asunto crítico me siento más cercano a la consideración de dos directores de orquesta. Tugan Sokhiev, quien ha explicado su tribulación ante el falso dilema entre tradiciones musicales de Europa del Este y Oeste: “Pronto me pedirán que elija entre Tchaikovsky, Stravinsky y Shostakovich o Beethoven, Brahms y Debussy. Esto ya sucede en un país europeo como Polonia, donde la música rusa está prohibida”. Daniel Barenboim ha establecido, “la cultura rusa no es lo mismo que la política rusa… Debemos condenar la política fuerte y claramente y distanciarnos de ella inequívocamente. Pero no debemos permitir una caza de brujas contra el pueblo y la cultura rusas. Las prohibiciones y boicots emergentes, por ejemplo de la música y la literatura rusas en varios países europeos, evocan las peores asociaciones en mí”.

Y si la razón no se impone y continúa la manipulación, la mentira y la locura, no faltará un loco que durante la próxima Feria Internacional del Libro de Guadalajara, tan políticamente interesada, convoque a la Glorieta de la Minerva a una quema de partituras y libros rusos incluso si están muertos sus creadores.

Y para despedirnos, algo ligero del más perjudicado por el embate oscurantista de occidente (aunque sólo relativamente, ya se dijo); la polonesa de Chaikovski en Eugene Onegin, dedicada a los amigos polacos:

O algo más íntimo, la Obertura-Fantasía Romeo y Julieta:

Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo