Existe la palabra metepatas. Significa “persona que mete la pata”. Lo dice con sabia brevedad la Real Academia Española.

En una nueva metida de pata, Xóchitl Gálvez ayer ofendió a millones de mexicanos y mexicanas mayores de 60 años de edad que no tienen un patrimonio. Les llamó güeyes. Esta es una mala palabra, que en el Diccionario de la lengua española de la RAE quiere decir “persona tonta”.

Según el INEGI, en 2022 en México residían “17 millones 958 mil 707 personas de 60 años y más (adultas mayores)”, lo que representaba el “14% de la población total del país”. Para no complicarnos la existencia vamos a suponer que tal cifra es la misma en 2024. ¿Cuántas de casi 18 millones de personas adultas mayores poseen un patrimonio?

Antes de responder la pregunta del párrafo precedente, definamos patrimonio. Conviene volver a la RAE: (i) “hacienda que alguien ha heredado de sus ascendientes”, (ii) “conjunto de los bienes y derechos propios adquiridos por cualquier título”, (iii) “conjunto de bienes pertenecientes a una persona natural o jurídica, o afectos a un fin, susceptibles de estimación económica”.

¿Entendimos? Tener patrimonio significa poseer bienes valiosos en términos de su alto precio en el mercado, ya sean bienes heredados o adquiridos.

Xóchitl claramente dijo que son güeyes las personas mayores de 60 años que no han hecho un patrimonio, esto es, güeyes son también quienes sí poseen bienes con un valor elevado, pero no los hicieron, sino los heredaron —o los recibieron como donación de parte de sus hijos o hijas—.

En México, por desgracia, la mayoría de la gente no tiene un patrimonio. Hay en nuestro país demasiadas personas pobres, de todas las edades, pero sobre todo en el grupo de mayores de 60 años.

Xóchitl ofendió a quienes rebasan los 60 años y no tienen un patrimonio, pero no solo a estas personas: también a sus hijos e hijas, independientemente de si han acumulado riqueza o no.

¿A cuántas personas insultó Xóchitl Gálvez? Me atrevo con una estimación: a 20 millones de mexicanos y mexicanas.

Evidentemente la candidata X no quiso lastimar la dignidad de tanta gente. Ella quería injuriar nada más a Claudia Sheinbaum, pero metió la pata y agravió a millones. ¡¡¡Y lo hizo después de haber sido apaleada en el primer debate presidencial!!!

Cayó en su propia trampa o el diablo Pateta la traicionó. Pateta, en efecto: así se conoce al diablo en algunos lugares de España. En un blog de 20minutos.es leí el origen de meter la pata: (i) simple y sencillamente lo que hace un animal que cae en la trampa colocada por un cazador o (ii) travesura del demonio Pateta cuando alguien lo mentaba: mentar a Pateta que con los años se transformó en meter la pata.

Lo que sea, Xóchitl otra vez metió la pata. Oootra vez. Es frecuente utilizar la palabra otra u otro con tres oes cuando se hace referencia a un hecho repetido varias veces. En el caso de las metidas de pata de la candidata X habría que añadir bastantes oes, ya que se equivoca con excesiva frecuencia hasta para alguien tan irreflexiva como ella. Entonces deberíamos decir que Xóchitl Metepatas Gálvez ooooootra vez se equivocó. ¿Así quería la oposición ser competitiva en las elecciones presidenciales?

Parafraseando al clásico, solo se mete la pata una vez y las demás son consecuencias. La metida de pata original fue hacer candidata a una mujer simpaticona —solo cuando no se excede en vulgaridades—, pero de ninguna manera calificada para buscar la presidencia de México. Era mucho mejor opción la priista Beatriz Paredes. La que aprovechó el regalo de la oposición fallida fue Claudia Sheinbaum, quien terminará por ganar la elección en lo que será una histórica goleada.