La democracia es una paradoja tan grande como la libertad para terminar con la propia vida – o la de la democracia misma – si es que así se decide. Y aun así, es preferible siempre por encima de los autoritarismos, así sean los de la vida interna partidista o los de un extremo político que se alimenta, de nuevo paradójicamente, del anhelo democrático mismo. Javier Milei, quien promete el final del Estado social, arrasó con 55,69% de preferencias entre una votación en la que participaron el 76,31% de electores argentinos. Se trata del primer presidente que mira con eufemismo a la dictadura de la que apenas Argentina salió en 1983. Milei considera que los crímenes y atrocidades de Estado fueron simples -y casi justificables- “excesos” mientras que cuestiona la cifra de 30.000 desaparecidos que registran las organizaciones de derechos humanos, puede que en una de esas se le ocurra elaborar un censo pues cree que son “una excusa para seguir robando”. La democracia argentina, principalmente entre jóvenes desmemoriados hartos de la situación económica que supera el 140% de inflación, fue la que eligió el camino que ahora la amenaza. La nueva vicepresidenta creció justificando el régimen milico mientras crecía en una familia de la derecha encabezada por un viejo ex militar, uno que presumió mil veces haber reprimido “zurdos” que protestaban.

Esa triste democracia eligió el anti-feminismo, abrazó la idea de echar abajo la ley que le permite a las argentinas acceder al aborto, desaparecer ministerios fundamentales como educación y salud, adelgazar al Estado en nombre de la libertad. Aún así, la democracia es preferible a cualquier otro sistema, aunque en América Latina aún queden dudas de ello.

En Chile, tras 50 años del golpe de Estado, según la encuesta de este año realizada por la Universidad Alberto Hurtado-Criteria y publicada en El País, una de cada cinco personas opina que “en algunas circunstancias, un Gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático”. En México, el Latinobarómetro 2023 reveló que año con año disminuye el porcentaje de personas que eligen a la democracia sobre cualquier forma de gobierno: hace tres años, era un 43% el pero ahora tan sólo un 35 % elige la democracia sobre cualquier otra forma de gobierno, mientras que el porcentaje de quienes creen que un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático creció hasta un 33% con un 28% de indiferentes. Escalofriante.

Mientras esa tendencia azota la región, una aspirante presidencial arropada por la extra derecha yunquista mexicana, vestida de huipil y armada de los símbolos de la izquierda, aplaude el triunfo de Milei junto con empresarios, comunicadores y hasta activistas anarco-libertarios que por las mañanas dan clases sobre derechos fundamentales enalteciendo las libertades mientras por las noches celebran las promesas fascistas de retornos autoritarios. Xóchitl Gálvez recibió la condena, inclusive, del ex consejero electoral Ciro Murayama que es emblema de la “marea rosa”. Esa que la ahora distraída precandidata única de la alianza opositora busca utilizar.

El ocaso democrático también se vive adentro de los partidos políticos, a la vista de todos.

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Mientras cándidos opositores agotaron risas y cizañas intentando incendiar los ánimos de aspirantes de Morena que se debatían las preferencias en las encuestas, el autoritario que opera desde el Buenavista y tiene secuestrado al Revolucionario Institucional casi ha logrado extinguir aquel partido, desmoronando a su militancia que ahora se esparce entre Movimiento Ciudadano, Partido Verde y Morena mismo. Será 2024 la primera elección presidencial en la que el PRI no tendrá candidatura propia. También será una en la que uno de los perfiles más competitivos para ganar la jefatura de Gobierno de aquel partido no jugará con el tricolor.

El principio universal del Kybalión dice que “cómo es adentro, es afuera” y poca expectativa democrática puede tenerse de un partido que maneja así a su propia institución, sin embargo, no debe de mirarse con indiferencia el avance de la agenda extremista de la derecha que, en México, es financiada por Ricardo Salinas Pliego que ahora mismo se proyecta como presidenciable.