IRREVERENTE

El de ayer, tras la muerte de Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio, LEGOM, es de los primeros.

También ayer me enteré -por esa reliquia que son las esquelas de las funerarias- de la partida de Fulgencio, el siquiatra que hace muchísimos años me adiestró en el arte de pedir en los restaurantes las bebidas embotelladas sin destapar, sean botes o botellas.

¿En los bares? Ufff, cuantimás. Cuando iba a ellos porque ya no.

LEGOM

Les platico primero esto sobre LEGOM que me ocurrió la semana pasada:

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Mi amigo Luis Martín me invitó hace dos domingos a ver su enésima representación de “Te juro Juana que tengo ganas”, de Emilio Carballido.

La obra sería en un teatrito del Barrio Antiguo de Monterrey, llamado “Dramático”.

Me perdí. Le llamé y al hacerlo pregunté si era el mismo lugar a donde el 9 de mayo del 2014 fui a verlo actuar -raro en él porque es director- “Civilización” de LEGOM.

“No”, me dijo, “eso fue en la Casa del Campesino, cuando presenté ‘Civilización’”.

Ocho años después de haber ido a ver esa obra -actuada también por Alfonso Teja- casi en las mismas fechas, muere a los 54 años LEGOM.

¿Qué es esto? Me pregunté ayer y ahora que Luis me leerá, seguro se preguntará lo mismo.

El caso es que se murió LEGOM y la dramaturgia en México está de luto. Obituario que entristece.

Fulgencio

También para entristecer fue el de Fulgencio. Aquí les platico la historia. ¡Arre!

Siempre traía consigo un destapador de corcholatas. Se siguen llamando así, aunque ya no traen corcho.

Bueno, en esta parte del mundo, a las corcholatas también se les dice “fichas”.

Sí, iguales aunque sólo en el nombre a muchas de las fichas bien lisas que viven de nuestros impuestos en forma de gobernadores, alcaldes, legisladores y otros parásitos de esas especies.

Fulgencio era un reconocido siquiatra y llamaba la atención porque, cuando tomaba cerveza en algún bar (antes se llamaban así, ahora se les dicen “antros”), pedía al mesero que le sirvieran su bebida sin destapar.

Entonces, sacaba el abridor de su bolsa y sólo o frente a sus comensales (ahora se les llama “bebensales”) destapaba su cerveza y hasta entonces, bebía.

Eran tiempos anteriores a las quitapón, a las abrefácil actuales y a los botes… Sigo hablando de cervezas, ¿okay?

La razón por la que hacía eso era porque temía que los meseros le pusieran alguna sustancia a su bebida, si la destapaban fuera de sus ojos.

Que yo sepa, nunca le sucedió nada, pero contaba casos terroríficos de quienes no tomaban esas precauciones.

Una vez que estuve en un “antro” con motivo de cierto cumpleaños, ordené una cerveza y noté que el mesero me la llevó destapada, cubierta la “boca” del envase con una servilleta enroscada.

Sin razón alguna, contra mi costumbre porque me gusta el sabor de la cerveza, bebí menos de la mitad, a pesar de que estuve sentado a la mesa casi una hora.

Un amigo que me acompañaba tuvo la suerte de ordenar una en lata, la cual llegó cerrada y él mismo la abrió.

Y digo que tuvo la suerte, porque si mis sospechas resultan ciertas, ésa fue la razón de que mi amigo seguramente no padeció lo que mi cabeza sí, desde mediados de la madrugada: un inexplicable y taladrante dolor que no cesó por más adviles de los que di cuenta.

No deja de ser una sospecha, pero... por si las dudas, creo que hago muy bien en pedir que me lleven la cerveza cerrada y mantenerme alejado desde hace mucho tiempo de “antros” como el de esa noche y refugiarme –en cambio– en lugares y ambientes donde la plática no es un tour de forcé para las gargantas más curtidas y los oídos más atentos, debido al ruido ensordecedor que muchos confunden con el “buen ambiente”.

Fulgencio murió en la misma fecha que LEGOM. Lo supe por su exótico nombre que apareció en los obituarios del periódico.

Espero que su partida de este mundo no hay sido porque un día olvidó el destapador en su casa.

Salud, Fulgencio, donde quiera que estés, con botella tapada y destapador en ristre.

Fidel

Sucede que, inevitablemente, cada vez que me acuerdo de Fulgencio el siquiatra, Fidel Castro viene a mi memoria.

Y aunque el dictador murió el 25 de noviembre de 2016, hoy le digo: Salud, Fidel, donde quiera que estés, aunque sospecho que por tus propios “méritos” fuiste llamado a un lugar muy distinto a donde desde ayer están LEGOM y Fulgencio.

CAJÓN DE SASTRE

“Que en paz descansen LEGOM y Fulgencio. Y Fidel… pues no tanto”, dice la irreverente de mi Gaby.