Estimados lectores, quiero que analicemos, desde una arista diferente, el caso de Interjet. En esta ocasión relacionada con su ex director, José Luis Garza Álvarez, quien está siendo acusado directamente por la familia Del Valle como el responsable de la descapitalización de la aerolínea.

Como sabemos José Luis Garza Álvarez es dueño de “Aerala”. Como si la aviación fuera de un juego de “fuercitas”, estos dos personajes enturbian el panorama afirmando que sus respectivas líneas aéreas están a punto de despegar.

Fue en enero de este año cuando este personaje solicitó el registro de 6 marcas de Aerala ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI). Su página web continúa en “construcción” y mucho se dice que la intención de José Luis Garza es desviar la atención de los Alemán en Interjet. La familia Del Valle, a través de su director adjunto y vocero Carlos, afirma que ya están por arrancar, pues la reestructura de Interjet va viento en popa; pero la realidad es totalmente distinta.

En el caso de Aerala, todo parece indicar que no hay dinero para invertir. No se ha dado a conocer tan siquiera cuál sería el modelo de negocio de esta nueva aerolínea, si sería enfocada al mercado tradicional, y por ende una competencia directa para Aeroméxico, o si optará por un modelo híbrido, justo lo que se manejaba en Interjet; o si será un modelo de bajo costo que compita con VivaAerobus y Volaris.

Todo apunta a que esta nueva aerolínea, cuya fecha para arrancar estaba anunciada para el próximo mes de octubre, operará desde el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), pues el costo de las operaciones es más barato que el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM).

Al igual que Carlos Del Valle, que lleva meses modificando la fecha para la vuelta al aire de Interjet, todo apunta a que Aerala recorrerá para mayo o junio del próximo año su inicio de operaciones.

Lo preocupante es que sea la propia autoridad quien permita que empresarios armen aerolíneas “virtuales”, por llamarlas de alguna manera; en el caso de Interjet su concesión para volar sigue vigente, y hasta el momento Aerala todavía no cuenta con concesión alguna ni con el Certificado de Operador Aéreo (AOC).

Punto importante, y por eso mi señalamiento de que no es fácil echar a andar una aerolínea. Para esto la Secretaría de Infraestructura Comunicaciones y Transportes (SICT) debe verificar que la empresa de que se trate cuente con todas las capacidades operativas, técnicas y financieras, por supuesto viables.

Tanto Del Valle como José Luis Garza carecen de recursos financieros viables para echar a andar cualquiera de las dos líneas aéreas, el primero insiste que ahora que entraron al Concurso Mercantil ya está en posibilidades de solicitar un préstamo a la banca de desarrollo. El segundo afirma que está en pláticas con un banco de inversión.

En resumen, todo son promesas y palabras al viento, nada en concreto. Sin contar que además de cumplir con la legislación vigente, deben seguir, cumplir y observar todos los reglamentos y la normatividad aplicables para poder ofrecer el servicio de transporte aéreo de pasajeros.

Como podemos ver, “no son enchiladas” -hablando de manera coloquial y desparpajada-, se requiere reunir una larga serie de requisitos, y justamente la semana pasada José Luis Garza estuvo en una pasarela de entrevistas, en la cual compartía que seguía buscando dinero para echar a andar su línea aérea.

Quienes no lo recuerden, durante trece años estuvo al frente de Interjet como su director, y los trabajadores suelen señalarlo como el gran culpable de la caída estrepitosa de la línea aérea, al mandar traer los aviones modelo Sukhoi Superjet 100, que fueron un verdadero dolor de cabeza por la falta de refacciones.

Con todo y todo, estos aviones de origen ruso fueron los únicos equipos de los que pudieron echar mano antes de bajar la cortina de forma indefinida para Interjet.

Si a esto le agregamos las restricciones que hay con Rusia, el panorama se pone negro para los únicos aviones que todavía tiene Interjet, pues como se los platiqué en otra columna, los aviones Airbus con los que operaba fueron recogidos por los arrendadores.

Y con lo que toca a Aerala, pues ni equipos tiene todavía, y esto puede ser un tema álgido dada la gran lista de espera que existe. Incluso VivaAerobus tuvo que sacar un comunicado al respecto, pues esperaba que le llegaran varios aviones, pero hay demasiada demanda y no han logrado adelantarse en la fila para recibir nuevos aviones.

Recapitulando, ni Interjet con Del Valle al frente, ni Aerala con José Luis Garza cuentan con dinero suficiente para echar a andar estas aerolíneas, no cuentan tampoco con aviones, entonces es más que evidente que no están cumpliendo con lo que solicita la SICT, no tienen capacidad operativa para funcionar, ni capacidad financiera, esto es el dinero contante y sonante.

Ya no hablemos de la capacidad técnica; tal vez tengan a varios trabajadores que con promesas de volver a tener empleo estén ahí, pero después de casi dos años de inmovilidad, muchas licencias se han perdido en el camino y gran parte de los que trabajaban en Interjet ya se han colocado en otras aerolíneas.

Resulta muy atractivo jugar a los avioncitos; a lo largo de la historia de la aviación nacional hemos visto como nacen, crecen y mueren aerolíneas que son echadas a andar por diversos caprichos, como el caso de Avolar de los hijos de Martha Sahagún, la esposa de ex presidente Vicente Fox, o el caso menos conocido de los pilotos de ASPA y su línea aérea Latour, o la del capitán Abed y Taesa.

Seguimos sin un plan para fortalecer la aviación nacional, para dejar de tener precisamente esta guerra de “fuercitas” a través de declaraciones en medios de aerolíneas que o no pueden remontar el vuelo por obvias razones o de líneas aéreas que pretenden nacer pero sin recursos. Le corresponde a la SICT elevar el nivel, y obligarlos a que “se pongan serios” estos empresarios.

El problema es que quienes terminan pagando los platos rotos, son los trabajadores de la industria, así como los usuarios, que al final del día se quedan sin trabajo, y con boletos sin utilizar, respectivamente. Eso sí, ambos con la esperanza de algún día, recuperar lo perdido.