<i>Te enseñaste a matar temprano</i>

<i>Y has tomado el mal camino</i>

<i>No cumples ni lo quince años</i>

<i>Y aún tienes la cara de niño</i>

<i>No llores ni te sientas mal</i>

<i>Así todos empezamos</i>

<i>Bienvenido al mundo real</i>

<i>Ahora ya eres un sicario</i>

Calibre 50

El fragmento con el que comienzo estas líneas es de una canción de Calibre 50, un grupo musical que por lo visto tiene mucho éxito.

Por fortuna, nadie en casa escucha estas melodías (si se pueden llamar así). Mientras tecleaba en la computadora, di un googlazo para buscar más información sobre los niños y jóvenes que se involucran a temprana edad en el crimen organizado y encontré esta letra. No sé si sentí asombro, tristeza o molestia. Quizá de todo un poco. A la juventud le gusta escuchar esto, y me parece lamentable porque, al leer los comentarios en Youtube, muchísimos jóvenes elogiaban al grupo y decían que la letra estaba chida. Válgame dios.

El hampa está aprovechándose de nuestros niños, niñas y jóvenes para cometer delitos graves, pero esto no es un fenómeno reciente.

Hace 18 años, aproximadamente, tuve en mi negocio tres empleados de entre 18 y 21 años de edad que admiraban a los “malos” porque eran “huevudos”, (que no es lo mismo que huevones, conste) y tenían muchos billetes sin hacer mayor esfuerzo. No digo en qué estado fue, no es necesario, pero ese lugar sigue estando en el top ten de los más violentos del país.

El pasado 12 de octubre supimos del caso de Dered Yair N”, alias “El Niño Sicario” quien con solo 15 años de edad fue detenido en Campeche, acusado de delitos contra la salud y posesión de armas de uso exclusivo del Ejército.

Las columnas más leídas de hoy

Al “Niño Sicario” se le comparó con otro jovencito de su misma edad: “El cachetes”, quien fue abatido en calles de la Ciudad de México en 2023.

Estos hechos no son aislados.

Se estima que hasta 250 mil niños, niñas y adolescentes en México podrían haber sido reclutados o utilizados por grupos armados ilegales, siendo Michoacán, Guerrero, Tamaulipas, Zacatecas y Chihuahua, los estados con mayor incidencia.

Y fue justo en Michoacán cuando el pasado 1 de noviembre nos estremecimos ante el asesinato de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, quien fue ultimado en una plaza pública repleta de personas. Así, un día que parecía ser festivo, terminó en tragedia.

Al alcalde lo asesinó Víctor Manuel, un joven de 17 años que fue abatido en el lugar.

Su familia, tras identificar el cadáver, cuenta que el muchacho no se había parado por su casa en varios días y volvieron a saber de él hasta que falleció.

Lo que pasó en Uruapan fue una doble tragedia.

Organizaciones, como Tejiendo Redes Infancia, señalan que los grupos criminales aprovechan la vulnerabilidad emocional, la necesidad de pertenencia y la búsqueda de seguridad de los jóvenes para reclutarlos. El abandono escolar, la violencia familiar, la pobreza extrema y la falta de oportunidades laborales o educativas son factores de riesgo clave.

Hubo, además, otra polémica: la Fiscalía de Michoacán hizo pública la identidad del menor, incluyendo su rostro, nombre y antecedentes, acción que fue reprobada, y con justa razón, por organizaciones civiles, como la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM), argumentando que contraviene la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (LGDNNA) y los estándares internacionales de justicia juvenil.

El reclutamiento de adolescentes como sicarios es un síntoma de la violencia estructural que afecta al país, pero como dije arriba, no es un fenómeno reciente. Quizá ahora sea más visibilizado gracias a la tecnología y las redes sociales, pero es algo que debió ponernos en alerta hace mucho tiempo.

En lo personal hay algo que me duele y nos debe doler a todos: los jóvenes no solo delinquen por dinero o por pertenencia a un grupo en particular. La mayoría de ellos padecen depresión, ansiedad, algún tipo de trastorno o simplemente piensan que vivir no es lo mejor y matar o morir pueden ser una opción.

Suena pésimo, en realidad lo es.

Este incidente en Michoacán es un llamado urgente a fortalecer las políticas de protección infantil y a abordar las causas subyacentes de la violencia que afecta a los jóvenes en México. Hay que hacer que nuestros jóvenes le encuentren sentido a la vida. Y hay que hacer que nuestros hogares sean un mejor lugar para vivir.