No es por los más de 100 mil muertos de la violencia que nos aqueja desde hace dos décadas, tampoco lo es por los más de 500 mil decesos por covid o por “exceso de defunciones” de nuestro sistema de salud, tampoco por los niños que no han resistido al cáncer por la falta de medicamentos, ni por los que pierden la vida por los abusos y excesos de nuestras fuerzas del orden.

Es más bien, porque a nuestros médicos en turno, a nuestra clase política, poco le ha importado brindar soluciones que alivien nuestro presente, y nos ayuden a tener un sano futuro. Al contrario, pareciera ser que una vez evaluada la condición que tenemos, prefieren llamar al sacerdote para estar en paz con nosotros mismos ante nuestra inminente partida; en vez de encontrar un tratamiento idóneo que cure nuestros males.

México en paz descanse, porque en lugar de procurar políticas públicas que eleven la competitividad del país en el mundo; prefieren dedicar sus esfuerzos a que España nos pida perdón por los crímenes que se cometieron hace casi cinco siglos.

México en paz descanse, porque en vez de avanzar en el combate al crimen y disminuir los índices de violencia a los que desafortunadamente ya estamos acostumbrados; buscan mejor señalar al yugo del “imperialismo” estadounidense como enemigo en lugar de como aliado.

Descanse en paz México, porque en vez de mejorar nuestro sistema de salud o construir obras con una visión de futuro; acusamos al mestizaje como el producto de violaciones cometidas hace siglos.

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En paz descanse, porque nuestras autoridades creen que ante el desahuciado estado en el que estamos, preferimos un cura que un doctor; optamos por encontrar justicia para nuestros antepasados, en lugar de oportunidades de un mejor futuro para nuestros hijos.

Así, seguimos tratando de reescribir la historia, mientras nos ahogamos en un presente incierto. Despreciaremos a Colón, y beatificaremos al Che; seremos exigentes ante la ONU, mientras estrechamos nuestra hermandad con dictaduras de segunda como la de Cuba.

Pero lo más preocupante del asunto, es que aunque el guión cambió, el tratamiento sigue siendo el mismo desde hace años. Lo mismo hizo el PAN culpando siempre al PRI, lo mismo hizo el PRI culpándose o apuñalándose entre sí; mientras que a la población, ni un paliativo le han podido dar.

La actitud de nuestras autoridades, opositores y liderazgos políticos nos hace esperar lo peor, nos resigna, nos corta el ánimo y reduce nuestro interés por participar en la vida pública. Así es más cómodo, así el enfermo es más manejable.

Ojalá que algunos siglos en el futuro, nuestro país pueda renacer. Que en ese tiempo que parece lejano, puedan tener una jefa de gobierno en lugar de una regenta, gobernadores en lugar de terratenientes, diputados en lugar de artistas, y funcionarios preparados en vez de farsantes y déspotas, que estén más interesados en resolver los problemas que en ese momento los aquejen, en lugar de gastar tiempo y atención en disculparse con quienes en ese tiempo ya no estaremos presentes. A nosotros, ya no nos importará.

Esperemos que algún día en aquel futuro, lleguemos a tener al frente de nuestras instituciones a doctores y no predicadores, a especialistas que contra todo diagnóstico, busquen un tratamiento para evitar la crónica de nuestra muerte anunciada. Mientras eso no suceda, seguiremos volteando al pasado, para que por lo menos, y aunque no haya soluciones, nuestro país, descanse en paz.