Va por México arrancó oficialmente la aventura para definir su candidatura presidencial y, a juzgar por los aspirantes que han levantado la mano, la oposición no puede sino alistarse a una nueva derrota.

Más allá de que la coalición PAN-PRI-PRD sufrió un bochornoso revés con la renuncia de su ‘mini-INE’, llama la atención que algunos personajes, especialmente de Acción Nacional, sean tan caradura como para presentarse al proceso cuando más les valdría pensar en una buena defensa legal, porque, créanme, están más cerca del reclusorio que de llegar a la presidencia.

Ya habrá tiempo para hablar de Lilly Téllez, esa Donald Trump mexicana, y del gris -pero no por eso menos polémico- Santiago Creel; pero el día de hoy, por lo pronto, nos enfocaremos en el peor: Francisco Javier García Cabeza de Vaca.

Resulta muy difícil pensar en un personaje más impresentable en la política mexicana. Siempre bajo la sombra del crimen organizado y el desvío de recursos, baste el siguiente episodio de su trabajo como gobernador de Tamaulipas para pintarlo de cuerpo entero.

Es bien conocido que el exgobernador se promociona haciendo una peculiar seña con sus manos, cerrados tres dedos y abiertos el pulgar y el meñique, para asemejar unos cuernos.

Pues bien: según contó alguna vez el morenista Alejandro Rojas Díaz Durán, García Cabeza de Vaca presionó a José Andrés Suárez Fernández, rector de la UAT, para aceptar a uno de sus primos como director del Consejo de Administración, algo ya de por sí deleznable.

Pero la cosa se pone peor: luego de que el académico se negara, su hijo fue secuestrado y devuelto con una macabra mutilación que le dejó únicamente el pulgar y el meñique, de manera que su mano imita de por vida la seña arriba detallada. Una reprimenda propia de mafias y nunca de un político que aspira al máximo cargo de elección popular en México.

Si la cúpula del panismo conoce este episodio y aún así cobija al tamaulipeco, se trata de un instituto político sin legitimidad alguna para aspirar al poder, y sus aliados deberían plantearse con toda seriedad la conveniencia de romper la coalición.

Así las cosas, dejamos para una siguiente entrega a un opositor menos salvaje, pero no por ello menos peligroso: el ultra de Gabriel Quadri.