Los perfiles del consejero presidente del INE y del secretario de Relaciones Exteriores son similares: fantasmones y naifs, es decir, tan engreídos como ingenuos.

Marcelo Ebrard era bastante menos de lo que creía

El canciller aceptó sin protestar la propuesta de Morena de elegir candidato o candidata presidencial mediante el método de la encuesta. Lo hizo porque se consideraba al menos tan popular como Andrés Manuel López Obrador.

¿De dónde sacó Marcelo la idea de que estaba al nivel de la popularidad de AMLO e incluso más arriba? De que en 2011 Ebrard perdió por poquito una encuesta frente a López Obrador. No entendió Ebrard el significado de aquella derrota en una competencia tan cerrada.

En 2011 Marcelo estaba en su quinto año como jefe de gobierno del Distrito Federal y contaba con un enorme presupuesto público para promover su imagen, y así lo hizo en todos los medios de comunicación; además, gozaba del apoyo de la clase empresarial y de la burocracia del PRD, entonces el partido importante de izquierda. Andrés Manuel no tenía cargo alguno ni recursos amplísimos —tampoco aliados empresariales— para una campaña de posicionamiento de nombre. AMLO solo tenía a su favor al movimiento de protesta que había surgido seis años antes, después del fraude electoral de 2006.

Jugando con todas las ventajas, Ebrard perdió por poquito frente a AMLO. Después, Marcelo enfrentó serias acusaciones de corrupción por la línea 12 del metro y huyó de México. Durante bastante tiempo lo único que se supo de él es que vivía sin trabajar —ni contar con ningún negocio— en París, que es una de las ciudades más caras del mundo.

En 2018 Andrés Manuel, generoso, rescató a Marcelo y lo hizo secretario de Relaciones Exteriores. En el arranque de la 4T, confiando en que Ebrard actuaría con madurez, el presidente López Obrador le dio todo tipo de responsabilidades. Pero en vez de hacer su trabajo calladamente, al canciller le dio por presentarse en todas partes no como un colaborador más de AMLO, sino como una especie de coautor del todo lo relevante en el actual gobierno. A sus publicistas les gustó llamar vicepresidente a Ebrard y este así se veía y aún más: en reuniones con líderes globales en las que no participaba Andrés Manuel no se conformó con el papel de representante o delegado, sino que se exhibía como quien mandaba en México.

Un día Andrés Manuel, sin que se notara, desinfló a Marcelo. Lo hizo porque el canciller se había pasado de rosca (Ricardo Sheffield dixit). Y así, más ubicado aceptó participar en la carrera de las corcholatas. Pensó Ebrard que le iba a resultar sencillísimo derrotar a la aspirante presidencial Claudia Sheinbaum.

La estrategia de Marcelo Ebrard consistió en solo esperar a que se fueran publicando en los medios de comunicación encuestas que le otorgaran cada día mayor ventaja. No ocurrió así. En ningún momento ha superado a Sheinbaum —su mejor resultado ha sido el empate técnico— y, a juzgar por el tracking diario de MetricsMx difundido en SDPNoticias y por la más reciente encuesta de las conocidas, la de Consulta Mitofsky en El Economista— Marcelo no va hacia arriba, sino hacia abajo, mientras que Claudia en cada estudio crece.

Los y las analistas empiezan a buscar explicaciones acerca del pobre rendimiento de Ebrard. Una interesante la dio Salvador Camarena de El Financiero: el canciller no ha encontrado el momentum.

A Marcelo Ebrard lo perdió haber partido de un mal diagnóstico. Creyó que era infinitamente popular, y no había tal. Por arrogante e iluso ahora no sabe cómo salir del problema, y creo que no saldrá.

Es el caso de Lorenzo Córdova...

El presidente del Instituto Nacional Electoral se opone a la reforma del sistema de elecciones que propuso el presidente AMLO. Entonces, buscó desacreditar el proyecto de Andrés Manuel con una encuesta. Pensó que la gente en forma muy mayoritaria iba a rechazar la idea de López Obrador. Pero...

Lo único que demostró la encuesta del INE es que la inmensa mayoría de los mexicanos y las mexicanas apoyan los puntos centrales de la reforma de AMLO. De ahí que Córdova no difundió la encuesta en una conferencia de prensa. Pero tampoco pudo ocultarla, así que los medios de comunicación la encontraron.

Ahora Córdova dice que la encuesta se hizo cuando nadie conocía la propuesta de reforma de AMLO y sugiere que si se hiciera otra la situación cambiaría. No es serio el consejero presidente del INE. De plano no.

Se equivocó Lorenzo Córdova, pero no al consultar a la sociedad mediante una encuesta, sino al pronosticar que todo el mundo iba a estar de acuerdo con él. No hubo tal. Encontró lo que no quería: que más 50 por ciento apoya la reforma electoral de AMLO; que 78 por ciento se mostró de acuerdo en que consejeros y magistrados sean elegidos mediante voto popular, como propone Andrés Manuel; que 87 por ciento quiere reducir el número de diputaciones y senadurías; que el 72 por ciento desea que disminuya el presupuesto de los partidos políticos.

Eso dice la encuesta del INE que el presidente del instituto descalifica. Es tan naif el señor Córdova que no dudo se lance a hacer otro estudio, sin entender que pase lo que pase con una nueva encuesta él se hundirá todavía más.

Pobres Marcelo Ebrard y Lorenzo Córdova: morirán engañados.