Tema inacabable en el debate económico es el efecto real que tiene la distribución del ingreso en el crecimiento económico. Quien quiera ignorar el impacto que tiene en el nivel de actividad económica el mejoramiento del ingreso de los ciudadanos de un país, simplemente dirá que primero hay que generar riqueza y que ello, por añadidura, lleva a contar con recursos para su distribución.

El enfoque que muchos economistas toma como certero es que no se puede distribuir lo que no se tiene y que un país en pobreza sólo perpetúa esa condición entre los ciudadanos. La pobreza no puede distribuirse y si así fuese, sería un contrasentido. La riqueza, en cambio, sí, y en la relación causa-efecto, primero se tiene que generarla para después repartirla, existiendo una relación directa: a mayor riqueza mayores porciones probables de distribución.

Si se analiza la historia económica del mundo, esa verdad pareciera indiscutible en muchos países que emergieron económicamente a partir de la década de los setentas y ochentas del siglo pasado. Sin embargo, este suceso no ha sido generalizado ni efectivo en todo el mundo. Hay países que han crecido y en el que ha prevalecido ignominiosamente la pobreza. Crece la riqueza, sí, pero pese a ella prevalece una mayor desigualdad: se concentra el ingreso y no se reducen los índices de pobreza. No hay que buscar mucho, México es uno de estos casos. A nivel internacional, la India, por su potencial poblacional está llamada a ser la tercera economía en la generación del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, sin que nadie garantice hasta ahora que su pueblo salga de la pobreza, en muchos de los casos lamentable.

¿Por qué es importante escribir sobre la distribución del ingreso? Un tema rector que ha sostenido el presidente López Obrador ha sido la ingente necesidad de aumentar el ingreso de los mexicanos, sobre todo de los pobres, para aspirar a mejorar nuestro nivel de desarrollo. Esto es, la redistribución del ingreso se convirtió en tarea inaplazable aun sin que hubiese incrementos en la riqueza y en su indicador básico el PIB.

El ejemplo vino del propio Gobierno: “no puede existir gobierno rico con pueblo pobre”. En los hechos esto significa un gobierno mínimo, austero, con la capacidad de transferir recursos a la población, mediante ahorros en el gasto público (sobre todo, superfluos) y de aquellos que se derivan del combate a la corrupción.

La idea que, de entrada, un mejoramiento en los ingresos de las personas y las familias pueda empujar el crecimiento económico ha sido compartida por muchos economistas. Todavía más, ampliar el mercado mexicano mediante mejores retribuciones a su clase trabajadora fue un punto neurálgico en el Tratado de Libre Comercio México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).

La tesis sustantiva es que el mercado interno es el motor natural de cualquier economía. Sería imposible pensar en una evolución positiva si el consumo privado, que representa más del 60% del PIB, se mantuviera estancado. No se habla, por cierto, sólo del consumo de bienes necesarios que se mantiene constante en cualquier fase del ciclo económico; sino de aquellos que para su adquisición requieren de mejores ingresos para la población, entre ellos los bienes duraderos, los automotores y otros vinculados a la tecnología de industrias punta.

Crecer a partir de una mayor justicia distributiva es la mejor opción en términos de desarrollo económico. Primero, porque el incremento de ingresos posibilita que millones de personas salga de la línea de bienestar mínimo. Segundo, porque aumentar salarios le permite a estratos más favorecidos, ampliar sus posibilidades económicas a favor de la demanda de bienes que tienen un efecto multiplicador en el crecimiento económico.

Se sabía que los primeros incrementos en los salarios mínimos reales, con la consecuente retabulación en los salarios promedio, podrían elevar los niveles de consumo de básicos, pero que ello no iba a ensanchar significativamente el mercado interno. Es decir, que el crecimiento, si se daba, en este primer momento, sólo podría ser marginal por los rezagos acumulados de más de cuarenta años en los ingresos de las personas, básicamente, las asalariadas.

Hay que seguir analizando el impacto consecuente de la mejora salarial. Ahora las cifras parecen ser más alentadoras porque ha sido el mercado interno el que ha permitido que la economía no haya caído en la desaceleración severa prevista por los organismos e instituciones financieras internacionales y nacionales. Es decir, el mercado interno ha mantenido a nuestro país fuera de pronósticos aún más sombríos. Los datos observados en enero hacen concebir mejores expectativas para 2023 y nos alejan de las tasas cercanas a cero estimadas inicialmente:

  • La variación del consumo privado no ha disminuido con respecto al observado en el año anterior, por el contrario, con respecto a enero de 2022, muestra un incremento 2.9 por ciento.
  • Contra los sombríos pronósticos de la inflación, la tiendas con más de un año de operación de las cadenas que integran la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD) registraron un incremento nominal de 10.3%.
  • El crecimiento de los créditos al consumo mostraron un crecimiento anual en diciembre de 2022 de 9.1% y la tendencia positiva continúa en enero conforme al reporte de las tarjetas de BBVA con una variación positiva de 3.8%. Debe observarse cuál es la estructura de los créditos de consumo, sobre todo del porcentaje de participación de las tarjetas de crédito porque sin duda las altas de interés pueden incrementar deudas y actúan irrefrenablemente contra el consumo.

No podría explicarse lo anterior, si no hubiese una recuperación del empleo y de las remuneraciones laborales. Los datos son contundentes:

  • El crecimiento de empleos formales de acuerdo con los registros del IMSS aumentó 3.5% de enero a 2022 a enero de 2023.
  • La tasa salarial y la masa salarial de los trabajadores inscritos en el IMSS mostraron un incremento nominal anual de 11.2% y a tasa real de 3%; en tanto que en la masa salarial registró un aumento real de 6.6%. El salario promedio de estos trabajadores formales ahora es de alrededor de 15 mil 400 pesos al mes.

Es decir, el incremento en el consumo privado y por lo tanto, de la demanda y del mercado interno no se deriva de un mito genial, sino de los incrementos de los salarios. Por sí mismo, el salario mínimo muestra un incremento acumulado de 2018 a 2023 de 89.6%.

Pero la prueba de fuego aún no concluye, en julio de 2023 el CONEVAL mostrará el estado actual que guardaba la pobreza en 2022 sobre la base del levantamiento bianual de la Encuesta Nacional Ingreso Gasto de los Hogares (ENIGH). En general, se espera una reducción significativa de la pobreza por tres razones sustantivas: 1) porque la última encuesta, la ENIGH 2020, se levantó entre julio y septiembre de 2020, cuando la crisis por el Covid-19 estaba en su fase más severa y la magnitud de la pérdida de ingresos y empleos casi era incuantificable; 2) debido al incremento de los salarios mínimos reales, de 23%, entre 2020 y 2022 y su efecto positivo en los salarios promedio y 3) como consecuencia del impacto de los programas de transferencias de los programas sociales.

En términos de pobreza ya hay unos indicadores favorables. Según cifras del CONEVAL la pobreza laboral presentó resultados alentadores:

  • Entre el cuarto trimestre de 2021 y el cuarto trimestre de 2022, la pobreza laboral presentó una disminución al pasar de 40.3% a 38.5%, respectivamente.
  • En el mismo periodo de referencia el ingreso laboral real per cápita tuvo un incremento anual de 4.3%, al pasar de $2,745.32 a $2,862.65, Lo anterior, acompañado de un aumento anual en el número de ocupados de 1.7 millones de personas.
  • La pobreza laboral mostró una disminución anual tanto en el ámbito rural al pasar de 54.8% a 52.3%, como en el urbano que se redujo de 35.7% a 34.0%.

Aun así, los economistas estamos ansiosos por conocer los resultados de la ENIGH. De reflejarse una disminución en los niveles de pobreza, el presidente López Obrador demostrará fehacientemente que su estrategia económica es la correcta, no sólo porque se sustenta en una mejor justicia distributiva, sino porque con ella el país mueve convenientemente sus resortes del crecimiento económico.

Debemos, aspirar, cada vez más, a ser un país de ingresos intermedios y no de pobres. Este es otro tema, pero adelanto, los comentarios sin mesura en contra de las clases medias, tal vez sea el desatino político más grande del presidente López Obrador. Le está saliendo muy caro.