Todos los mexicanos nos congratulamos tras haber leído el informe del Coneval sobre la reducción de la pobreza desde el inicio de la administración del presidente AMLO en 2018.

Pareciera, pues, que el lema de “primero los pobres” habría funcionado y que las políticas de la presente administración habrían sido eficaces para atacar una de las problemáticas estructurales más perjudiciales e inhibidoras del desarrollo de Mexico.

Sin embargo, y sin el ánimo de ser sobremanera pesimista, tras aquellas cifras alentadoras yace un déficit de capacidades, por parte de nuestros gobernantes, de diseñar una verdadera política de Estado que, lejos de servir de propaganda para una o dos mañaneras, se convierta en una salida permanente y sostenible en el largo plazo.

Tal estrategia integral de Estado supera a una simples transferencias en efectivo a la grupos vulnerables, sino que se extiende a otras materias como salud y educación.

En otras palabras, no puede existir una efectiva estrategia de combate contra la pobreza si ésta no va acompañada de una robusta política de salud que permita contar con hospitales funcionales, equipos sanitarios, personal competente y bien remunerado, y en suma, contar con algo remotamente semejante al sistema de Dinamarca; sin dejar atrás, desde luego, un abasto de medicamentos. En esta última asignatura, como es bien sabido, el gobierno de AMLO no ha dado las mejores notas.

Escenas pavorosas como la que vimos en el hospital del IMSS de Playa del Carmen, o la búsqueda desesperada de camas y tanques de oxígeno en aquel aciago enero de 2021 no pueden tener lugar en un país cuyo gobierno se jacta de socorrer a los más pobres.

Otra arista fundamental para combatir la pobreza en el largo plazo es la educación. En esta tesitura, una educación de calidad, caracterizada por una renovación de los procesos pedagógicos en aras de enriquecer los aprendizajes, permitirá a los niños y jóvenes contar con los conocimientos y competencias para integrarse exitosamente a los sistemas productivos y así superar la pobreza.

En resumen, lo que la 4T quizá no sabe, o no ha comprendido, o tal vez no ha sido capaz de articular, es que el combate contra la pobreza rebasa las meras transferencias a través del Banco del Bienestar, sino que es necesario una genuina política integral de Estado que involucre a más actores políticos y a un mayor número de secretarías. De lo contrario, los alentadores números dados a conocer por el Coneval se quedarán en eso: en números.

Para ello México exige verdaderos hombres y mujeres de Estado que, lejos de representar a una camarilla política, y echando a un lado momentáneamente sus intereses personales y partidistas, dediquen su tiempo a rodearse de especialistas, para que, en buena lid, y en coordinación con otras secretarías, trabajen por nuestro país.