En Ciudad Universitaria

“¿Ya viste dónde anda tu hijo?”, me comentó mi madre que le dijo uno de sus hermanos tras verme en la pantalla del televisor. Televisa había trasmitido un reportaje sobre el movimiento estudiantil de la UNAM –hacia finales de 1986 y principios de 1987-, con escenas desde el auditorio Justo Sierra/“Che” Guevara de la Facultad de Filosofía y Letras; una de las tomas me había capturado entre los asambleístas. Comenzaba mis estudios en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales cuando se anunció el plan de Jorge Carpizo, rector de la Universidad, para aumentar las cuotas a los estudiantes a la par, entre otras medidas, de suprimir el “pase automático” de la preparatoria o el CCH a la licenciatura (en este polémico punto no estuve de acuerdo con que el movimiento estudiantil se opusiera tajantemente al examen, consideraba yo que una calificación mínima de 8 como exigencia para el pase automático daría alguna oportunidad mayor a los estudiantes que veníamos de los estados del país, de otra manera era casi imposible ingresar a la UNAM; también estuve en desacuerdo con perpetuar a los “estudiantes fósiles”). Como respuesta al documento Fortaleza y debilidad de la UNAM, los estudiantes comenzaron los debates internos, la organización y la movilización en oposición al mismo. Y con franqueza, no es que el diagnóstico del documento estuviera del todo equivocado en sus 30 puntos, el problema era querer cargarle el peso a los estudiantes de una condición de crisis generalizada tanto en la UNAM como en el país, que estaba siendo forzado a entrar –después de una crisis tras otra a consecuencia de la corrupción del partido hegemónico en el poder– al proceso que hoy se llama neoliberalismo o capitalismo salvaje en que se abandonó deliberadamente el interés en el bienestar social y se valoró simplemente al capital, a la privatización, a la ganancia exacerbada y la corrupción como manera de enriquecimiento. Un proceso que se fue apoderando de la mayoría de los países de Latinoamérica habiendo comenzado con la dictadura de Pinochet, en Chile, como laboratorio.

En México, el responsable de inocularlo fue Miguel de la Madrid, y los responsables de implementarlo, ejecutarlo y proseguirlo fueron Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y los gobiernos subsecuentes del PAN y el PRI. La historia ya nos la sabemos: privatizaciones de las empresas públicas, entrega de los recursos estratégicos, endeudamiento, crisis, Fobaproa, desempleo y pobreza, crímenes políticos, inmigración forzada, la guerra “contra” el narco, “daños colaterales” que fueron muertes, desplazados y desaparecidos, violencia, represión a movimientos de sindicales y de maestros, crímenes de Estado, sometimiento a Estados Unidos, corrupción por todas partes, etcétera.

En ese “nuevo” espíritu de competencia en el reino de la ambición y el dinero no había lugar para la gratuidad educativa garantizada por la Constitución de 1917 que quiso acotarse a la educación básica. Así, el contexto internacional y el nacional no era propicio para la UNAM. El experimento terminaría fallando a Carpizo y De la Madrid por un tiempo, pues no calcularon que habría una fuerte reacción de parte de los estudiantes que crearon el Consejo Estudiantil Universitario (CEU) y colocaron a la burocracia universitaria contra la pared con sus pretendidas reformas.

Existen algunos documentales y crónicas en torno al movimiento, en particular, algunos recientes que muestran mayor interés debido a la participación en el mismo de Claudia Sheinbaum Pardo, la candidata a la presidencia de México del partido Morena y su coalición, con altísimas posibilidades de triunfar de acuerdo a lo que señalan todas las encuestas serias, el resultado triunfante de los tres debates presidenciales, el ánimo popular en sus mítines y la pésima condición de la candidata opositora y sus valedores.

Pero ya desde los tiempos cercanos al movimiento se dieron registros del proceso de creación y acción del Consejo Estudiantil Universitario. Por ejemplo, la crónica No somos minoría. La movilización estudiantil 1986-1987, de Marina Castañeda (Extemporáneos, 1987); la Cronología del Movimiento estudiantil de 1986-1987, de Arturo Acuña (Cuadernos Políticos, número 49/50. México, D.F., enero-junio de 1987); o el documental Días de Huelga, de Eduardo Salazar y otros (1989).

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CEU

Fueron tres las figuras destacadas que representaron y lideraron a los estudiantes: Imanol Ordorika, Antonio Santos y Carlos Ímaz. Este, alumno/maestro de la FCPyS, presidió las primeras reuniones en las aulas que crecieron pronto y salieron a las explanadas, a las calles, a las avenidas, al zócalo. Por su lado, Santos y Ordorika hicieron lo mismo en sus respectivas facultades. Hubo otros liderazgos ya sea locales (al interior de las facultades y escuelas) o de apoyo e integración en la unidad, en la construcción del discurso. En particular, algunas mujeres como Guadalupe Carrasco y Andrea González; valdría la pena hacer una indagación a profundidad al respecto. Entre los mejores liderazgos de la primera etapa (1986-1990), mejores en cuanto a su preparación académica y su espíritu fraterno y democrático, se encuentra Claudia Sheinbaum. Desconozco de qué envergadura haya sido su participación en la Facultad de Ciencias, pero sin duda estuvo presente y activa, como lo muestran los documentales, las fotografías, algún fragmento de entrevistas, y su ya famosa arenga en el auditorio Sierra/Guevara.

Claudia habla sobre el 68, CEU y 88:

La fuerza de las marchas

Junto al proceso de organización, las primeras negociaciones con las autoridades universitarias (Carpizo, Narro Robles, Ruiz Massieu, Carrancá, etcétera), la tensión provocada por grupos porriles, el recule a las reformas propuestas por Carpizo, la huelga, el levantamiento de la misma y el posterior Congreso Estudiantil, hay un fenómeno que me interesa destacar: las marchas. Porque en mi caso, si bien estuve en las asambleas de la FCPyS y en la mayoría de las realizadas en Ciencias, Economía y Filosofía y Letras, en la edificación de barricadas, la realización de carteles y playera alusivas al CEU, en la vigilancia, fue sobre todo en las marchas donde encontré una corriente de simpatía y ánimo, fue donde el movimiento construyó su fortaleza y, al final de cuentas, quizá donde decayó; fortaleza destacada por la prensa por la cantidad y calidad de participación, es decir, la conciencia. Pero aquí va la cronología de las marchas que procedieron como presión a Rectoría (y al propio gobierno, sin duda) tras las primeras asambleas universitarias y la creación del Consejo Estudiantil Universitario el 31 de octubre de 1986:

1. Noviembre 6 de 1986. La deslumbrante (en todo sentido) Marcha de las Antorchas. Bella tarde-noche desde el monumento a Álvaro Obregón a Ciudad Universitaria.

2. Noviembre 25; después del Paro General del día 13. Le alargó la distancia, del Parque Hundido a Rectoría, en C.U.

3. Diciembre 11. A caminar más, del Parque de los Venados a C.U.

4. Enero 16 de 1987. Se recorre todo el Circuito Universitario.

5. Enero 21. Hora de aproximarse al núcleo político del país: Marcha desde el casco de Santo Tomás al Zócalo. La Jornada encabeza al día siguiente: “La mayor manifestación estudiantil desde 1968″; se calculó en 300 mil estudiantes y simpatizantes la asistencia (cita y cifra, en la Cronología…; de Acuña). Y sí, entramos corriendo a la plancha del Zócalo por Av. Cinco de Mayo dando toda la vuelta al circuito y coreando a todo pulmón “¡CEU, CEU, CEU…”!

6. Febrero 4. Habiéndose declarado “estado de pre-huelga” el 26 de enero y entrado en vigor la huelga a las cero horas del 29, el 4 de febrero se realizaron cinco manifestaciones en distintas zonas de la ciudad. Yo caminé de Huipulco, en Tlalpan, a C.U. El PRI y el PAN censuran por entonces la huelga abiertamente.

7. Febrero 9. La última gran marcha desde Tlatelolco, la Plaza de las Tres Culturas al Zócalo. Una manifestación enorme que tomó dos horas en terminar de entrar a la Plaza de la República. Pero cierto, los oradores “hablan a una multitud que escucha con dificultad. Al cabo, las deficiencias en el sistema de sonido y el frío alejan a los manifestantes”. (Cronología… de Acuña). Más bien, concluyó precipitadamente, todos sentíamos el viento y el frío en épocas paupérrimas de suéteres y chamarritas estudiantiles y el sinsentido de no poder escuchar. Lo que había valido la pena fue la marcha en sí.

No sé qué tanto tuvo que ver esta marcha para el término de la huelga, porque, a pesar de ser multitudinaria y animada, terminó un tanto desangelada, no provocó el furor que debió como en otras ocasiones. Se empezó a hablar entonces de los peligros de la represión, se consideraron las diversas propuestas, las autoridades aceptaron ciertas condiciones del CEU para iniciar la etapa del Congreso Estudiantil, hubo rupturas entre los dirigentes de las distintas escuelas y facultades. La huelga se levantó el 17 de febrero.

El CEU en el Zócalo, febrero de 1987:

Lo/la mejor del CEU

Como en el caso de los líderes estudiantiles de 1968, sucedió que entre los de 1986-87 muchos se dedicaron a la política “profesional”, a algunos les poseyó la ambición, otros se corrompieron. Pero entre decenas de miles que fueron parte del CEU anidó el espíritu de crítica y lucha contra el sistema que dominaría los siguientes decenios. Las marchas mostraron (o confirmaron) ser entonces un enorme instrumento de lucha social y política. Así sería utilizado por políticos y líderes de la izquierda electoral como Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, quienes también fueron apoyados por los espíritus formados en el CEU. Uno de los mejores, un fruto esencial del CEU, la mejor, Claudia Sheinbaum, estuvo, ha estado con ellos y con todos los procesos de lucha por crear las condiciones de una verdadera democracia en México.

Aunque tengo para mí que la fortaleza de Sheinbaum se forjó desde la infancia, desde la disciplina que se convirtió en rigor como experiencia de vida (de ahí la ridícula acusación de su frialdad; ¡si hasta humor posee!), disciplina que primero fue artística y después sería científica; ahora está siendo política. La disciplina de tocar y bailar, dejar el corazón en cada movimiento.

Y ahora, en su cierre de campaña el 29 de mayo en el Zócalo (no será marcha, pero sí concentració), Claudia Sheinbaum estará impregnada del ánimo de esos tiempos idos pero presentes en su pensamiento, su programa y su voluntad, presentes asimismo en los programas de gobierno de López Obrador. Estará acompañada del ánimo, el pensamiento y la voluntad de las decenas de miles de personas que acudirán al Zócalo y de las decenas de millones en el país que asistirán a elegirla como la próxima presidente de México el 2 de junio de 2024.

Soy unos años menor que Claudia, pero básicamente se trata de la misma generación nucleada por la experiencia estudiantil universitaria, el espíritu crítico y de lucha por un México desde la perspectiva humana y democrática. Cuando ella sea electa y asuma la presidencia, mi generación habrá llegado al poder.

P.d. La niña Claudia disfrutando la disciplina artística con rítmico rigor:

Claudia Sheinbaum

Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo