Marcelo Ebrard Casaubón es el mejor de los cuadros de Morena. Pero tampoco significa tanto al interior del movimiento.

Si el ex canciller rompiera, se materializaría una escisión, pero de ninguna manera una división dentro del partido oficialista.

Marcelo es —sin duda— un extraordinario político y funcionario. Como secretario de relaciones exteriores tuvo aportaciones invaluables. Fue quien se encargó de que se nos abasteciera de vacunas; quien nos representó como país ante el mundo; quien sostuvo las relaciones con nuestros principales socios comerciales. Pero ninguno de estos atributos es sustantivo para los entusiastas del oficialismo.

Como jefe de gobierno, Ebrard Casaubón también fue extraordinario, quizás el mejor que ha ocupado ese cargo. Pero su trayectoria se vio envilecida con la tragedia de la Línea 12 del Metro.

El problema del ebrardismo es la confusión. Creen que López Obrador tenía una deuda con ellos. Esa deuda se saldó en dos ocasiones.

Porque sí —efectivamente— existieron dos deudas. No obstante, la de la declinación de 2000, quedó saldada con la jefatura de gobierno en 2006; y la declinación de 2011 quedó saldada con el rescate del autoexilio en 2018 y el cargo en el gabinete. No se equivoquen. AMLO ya no le debe favores. Gratitud sí. Favores, no.

La realidad es que Marcelo es demasiado complejo para que lo entiendan las mayorías. Por eso no se le sabe valorar. Por eso perdió hasta en su propia encuesta contra Claudia Sheinbaum Pardo.

No dudo que se hayan suscitado incidencias en el proceso interno oficialista para designación de la candidatura presidencial. Sin embargo, todos se prestaron a esa simulación, a esa farsa ilegal. Si estuvieron de acuerdo en aplicar la metodología al margen de la ley, deben atenerse a las consecuencias.

Nadie puede negar que la protesta de Ebrard raya en lo antidemocrático.

Claudia Sheinbaum es la política más popular del país. Todos los estudios demoscópicos serios así lo indican. Y perdón por la perseverancia, pero incluso el que propuso el equipo de Marcelo para el proceso interno.

La simulación ocurrió tanto en la oposición como en el oficialismo. Pues no son tiempos electorales. Son precampañas. Y estamos hablando de candidaturas.

Marcelo perdió.

Son falacias que no le cumplieron. Son falacias que ganó la encuesta. Son falacias que su rompimiento pudiera tener como consecuencia la disolución del movimiento oficial.

Ebrard no puede solo. No es tan relevante. Necesita o del lopezobradorismo o de la oposición. De lo contrario, cualquier decisión naufragaría en el ridículo.