El 15 de septiembre durante toda mi vida siempre ha estado cargado de emociones. Y no, no era porque en mi hogar se hicieran grandes festejos. Prácticamente no se hacía nada. Pero amaba ver en cada esquina de la CDMX, recién empezaba el mes de septiembre, los puestos con banderas tricolores; el ambiente tenía un aroma diferente y la gente estaba animosa y alegre, por lo general en septiembre al menos en la CDMX habían lluvias pero ni eso apagaba el ánimo de todos.
Aun cuando yo no tuviera ningún plan en donde pasar la noche mexicana, tenía mi propia celebración sintonizando el “grito” por televisión.
Me contagiaba la alegría de los que ahí estaban presentes, sonrientes, unidos y felices, con sus caras pintadas y llenos de espuma. Los niños cargados en hombros por sus padres para ver mejor; lluvia de confeti y luces pirotécnicas en el cielo.
Y ahí estaba el presidente en turno. Quien fuera. Por un momento nos olvidábamos de las tranzas y de la corrupción del que estuviera ahí en el balcón, ni siquiera me detenía a pensar en ello, para mí el presidente que estaba en el balcón me hacía sentir respeto y admiración. Por un momento todas nuestras penas y dolores, todas nuestras enfermedades y soledades se desaparecían. La piel se enchinaba y el alma también.
No. En casa no había verbena, ni pozole ni música. Mi madre estaba postrada en una cama y mi hermana en su mundo. Mi padre, él sí que no se perdía como yo la transmisión por televisión del Grito de Independencia.
Al día siguiente mi padre se alistaba para ver el desfile. Parecía que hasta él sería el que marcharía. Siempre amó el mundo militar; admiraba a los soldados mexicanos y tenía una amplia colección de aviones militares en miniatura y de soldados de plomo... coleccionaba todo lo que tuviera que ver con el Ejército mexicano.
Literalmente lo veneraba. Así que cuando empezaba el desfile aéreo, él prácticamente enloquecía de emoción. Me llamaba para subir junto con a la azotea para ver los aviones surcar por los cielos. Ahí estaba él viendo hacia arriba, con su mirada humedecida... El rugir de los motores cimbraba toda mi alma y me llenaba de emoción tomar la mano de mi padre y ver a los aviones en el cielo. Era como si fueran héroes… ¡y lo eran!
No necesitaba de nada más para celebrar el 15 de septiembre. Porque estoy segura que de todas las fechas patrias, el 15 de septiembre es la que más nos representa como mexicanos, la que más nos identifica como mexicanos.
Celebrábamos más que ser libres, ser mexicanos.
Pero ahora es distinto, todo es tan distinto. El sentimiento de libertad que se sentía antes: Ese que no se siente hoy .
Particularmente no me siento libre, como antes. Va desde algo tan sencillo como que mi cuenta en twitter lleva meses castigada por escribir acerca de este gobierno, hasta sentirme insegura y temerosa por mi y por mi familia ante tanta violencia registrada en el país.
Entonces de qué libertad estamos hablando
Y ni se diga poder volver a sentir aquella emoción que me provocaba el Grito de Independencia dado por el presidente en turno como antes.
Hoy me parece totalmente inmerecida la presencia de Andrés Manuel López Obrador en el balcón presidencial dando el Grito de Independencia y vitoreando y hablando de libertades, cuando hoy más que nunca él es quien decide qué se hace y cómo se hacen las cosas en este país sin poder tener libertad como mexicanos de realmente decidir. Y no me vengan con que le importa mucho al presidente nuestras decisiones y que por eso inventó las famosas “consultas” porque personalmente no creo en ellas.
√ No tenemos libertad para decirle NO al tren maya.
√ No tenemos libertad para decirle NO a la militarización del país.
√ No tenemos libertad para decirle NO a sus agresiones de todos los días, desde sus mañaneras contra los que no pensamos como él, ni a favor de él.
√ No tenemos libertad para pedirle que abastezca ya de medicamentos a los niños mexicanos.
√ NO es el presidente de los que no votamos por él porque aunque diga que “gobierna” para todos, lo cierto es que sólo gobierna para quienes le aplauden.
Y pongo la palabra gobierna entre comillas porque no sé exactamente cuál es el bien que ha hecho para el país este presidente.
Pero a pesar de todo esto, es inevitable sentir emoción y orgullo por vivir en este país y por ser mexicana.
Porque nuestra esencia, la esencia mexicana, es más fuerte que cualquier otra cosa.
Los mexicanos sabemos unirnos en la tristeza y en la tragedia. Sabemos reír ante la muerte y arrancarle una carcajada al viento en medio de la adversidad.
Creo que ningún país tiene habitantes especiales como somos los mexicanos.
Somos valientes, valiosos, somos fuertes y somos buenos.
Todo eso hace que esta nación siga andando.
No. No soy de la idea de que seamos como alguien dijo que somos: un país de huevones. Somos un país que se levanta todas las mañanas a romperse el alma para salir a trabajar, a buscar oportunidades, para darle la mano al otro.
Sí. Los que están en la política buscan que seamos un pueblo al que le encante estirar la mano para recibir. Pero la naturaleza del mexicano es desde temprano levantar sus puestos, tomar las calles, abrir sus negocios, preparar a los niños para ir al colegio, hacer la comida, salir a buscar una esperanza, atrapar una ilusión. Los mexicanos hacemos muchas cosas. Esas cosas que mantienen vivo a este hermoso país.
Hoy es tu día. No es el festejo de nadie más. Es tu celebración. Celebra tu existencia y celebra el país en el que naciste. No dejes que nadie te ponga triste hoy.
Que nadie apague tu voz. Y hoy con toda tu alma y fuerza grita ¡Viva México! ¡Viva tú!
Mi padre desde el cielo seguirá de cerca a aquellos aviones militares surcar los cielos.
Es cuanto.