(Soy admirador de Enrique El Perro Bermúdez de la Serna. Él es un comunicador histórico que ha narrado 12 mundiales de futbol. Merece un homenaje. Este domingo le hizo uno la empresa en la que trabaja, Televisa. Lo encabezó Emilio Azcárraga antes de la final en Qatar. Ojalá el presidente López Obrador o la jefa de gobierno Sheinbaum ordenen a sus departamentos de cultura honrar a El Perro en una ceremonia oficial. Porque hablamos de 12 mundiales. Se dice fácil pero se trata de eventos que se celebran cada cuatro años. Hoy se despidió, no volveremos a escuchar su voz en una copa del mundo. Su voz, tan conocida. Su voz, tan apreciada por millones. Su voz, que tantas personas no soportan. Después del Argentina-Francia salí a caminar al parque La Mexicana de la Ciudad de México. Alguien que pasaba a mi lado dijo a su acompañante: “Ya se fue El Perro”. Ese comentario generó un amable debate entre la pareja —creo que eran esposo y esposa—. Ella decía que le encantaba la voz de El Perro Bermúdez, él detestaba esa voz. Concluyeron que, en cualquier caso, se trata de una voz que van a extrañar. Lo escuché todo porque aquello estaba silencioso y, de inmediato, tuve la idea de llamar a un experto en voces, el tenor Héctor Palacio, @NietzscheAristo en Twitter. Le pedí un apunte acerca de cualquiera que fuera su opinión acerca de la voz de El Perro, y me envió todo un artículo. Lo reproduzco aquí).

I. Estilo mexicano de narrar el futbol

En un bar de Manhattan he atestiguado reacciones distintas ante la narración de los locutores mexicanos de futbol; ante sus gritos desaforados, ante su “canto” sostenido del ¡gooooooo…l! La de un gringo blanco, de incredulidad y repruebo. La de un gringo latino, de regocijo y celebración. Al parecer, nadie grita más, literalmente, los partidos del deporte más gustado y visto del mundo, que los narradores mexicanos que en realidad son animadores. Porque las más de las veces, siquiera por los decibeles del micrófono, su crónica del partido es más entretenida que la realidad del mismo; que puede ser inclusive sosa. Tejen un discurso que llega al oído del espectador más rápido que la vista al televisor.

En la línea de los locutores del futbol famosos, hay tres principales en México; de acuerdo a lo que más o menos conozco: Ángel Fernández, Enrique El Perro Bermúdez, y el de la nueva generación, Christian Martinoli.

Como estilo narrativo, el primero se caracterizó por los apodos que solía inventar y colocar a equipos y jugadores. El segundo, por las frases hechas y reiteradas. El tercero, por una intención de análisis contextualizado no siempre afortunada.

Ellos van por delante por fortuna y fama, pero el estilo eufórico que les caracteriza es seguido y/o imitado por sus colegas de profesión. Y no sólo a nivel nacional, locutores de otros países latinoamericanos y aun España, que poco tienden a emocionarse al narrar (excepción sea hecha de quien describió el gol de Maradona en el Mundial de 1986, Víctor Hugo Morales), desde hace pocos años comienzan a prolongar el sonido sostenido del ¡goool! Porque una cosa es poner más o menos emoción a la narración, otra muy distinta el sostener el mayor tiempo posible y en el registro más agudo de que sea capaz el locutor, ese instante en que la pelota burla al cancerbero, penetra la portería, los jugadores corren a festejar y el estadio retumba el alarido del público. Y en ese instante, nadie como los cronistas mexicanos del futbol, los gritones del gol.

II. La voz de El Perro

Escribo estas líneas después de la final del mundial de Qatar 2022, donde se ha impuesto Argentina sobre Francia con la ayuda inicial del árbitro; pero en fin, esa es otra historia. Y lo hago porque Federico Arreola me pidió intentar un análisis de la voz de Enrique Bermúdez de la Serna, el famoso Perro, que ha anunciado su retiro de los mundiales tras cumplir 12 de ellos; un récord considerable.

En cuanto a la voz, ya se trate del canto clásico o popular, de los actores, de los locutores y oradores o del ciudadano común, hay buenas y malas voces por nacimiento, por naturaleza. Y es cuestión de la conformación biológica del organismo si se tiene o no una buena voz. Lo mismo si se es soprano, mezzosoprano o contralto si se nace mujer, o tenor, barítono o bajo si se nace hombre (con los castrados y falsetistas no nos meteremos ahora). La naturaleza dicta; el uso que se le dé a esa voz es una cuestión individual o fortuita. De usarla sólo para hablar (bien o mal) o para algo más como el canto, la actuación o la locución. Todo lo anterior debiera ser una obviedad, mas no sé si lo sea.

Fernández y Martinoli han tenido voz de tenor; la de Bermúdez es de barítono. Las tres han sido buenas voces por naturaleza, pero la han desarrollado para la profesión de narradores del futbol. Y lo han hecho muy bien, mas sin dejar de recurrir a trucos no siempre agradables. La voz menos nasal o chillona, la menos engolada, la más natural de los mencionados es la de Martinoli; las otras dos son en extremo nasales. Pero hablemos de El Perro.

Dejo de lado la parte mental y discursiva de Bermúdez, que en lo particular no me atrae ni me interesa por reiterativa y facilona; obsesiva como mantra. Considero tan solo su prestigio público número uno, el de la voz.

Bermúdez nació con una buena voz de barítono; su naturaleza. Posee una caja torácica importante (como muchos mexicanos, incluyendo al cacique gordo de Cempoala, Chicomácatl; aliado de Cortés). Eso contribuye a alcanzar una mayor resonancia de la voz; que puede ser mayor o menor si se aprende a usar la estructura ósea. Su padre fue locutor, de quien seguro aprendió trucos y remedios ante la enfermedad de la garganta. Y por su época, es muy probable que haya entrenado la voz, como solían hacer quienes aspiraban a la locución. Tal vez tuvo buen maestro en el uso de la voz, de algunas herramientas y trucos particulares.

Para mi gusto, la emisión vocal de Bermúdez tiene dos defectos: nasalidad y engolamiento. Coloca el foco de su voz entre la nariz y la garganta (a esto se le puede llamar engolado o impostado). Para una voz hablada como locutor, aunque pueda sonar un tanto desagradable y cansina, esa emisión dura, persiste. Pero en el caso de los locutores mexicanos de futbol a que nos referimos, los defectos técnicos se notan precisamente en el registro agudo, cuando buscan cantar de manera prolongada el ¡gol! Cuando la voz se recarga en los músculos en torno a la gola y se apoya en la nasalidad, que se confunden con impostura y resonancia.

Si la persona es joven, no hay problemas, la garganta y sus músculos resisten. Con los años, este defecto imperceptible por el uso del micrófono, se hace evidente. Así, el locutor ya no sostiene tanto tiempo el grito de gol. De manera intuitiva, me parece, baja el registro vocal o lo sube al falsete; lo que comparado al pasado del mismo locutor, suena extraño y aun ridículo. Pero si no hace una de estas dos cosas, la voz se quiebra, enronquece, falla. Esto también sucede a los cantantes, clásicos o populares. Llega un momento en que la voz no controlada técnicamente comienza a fallar, a sufrir las consecuencias del cansancio y el desgaste. Y esto deriva en precaución y hasta en el retiro.

El Perro ha evidenciado este problema en los últimos años; una degradación progresiva de su emisión vocal. ¿Cuál es el problema? Que en vez de colocarla en nariz y garganta, la voz debiera estar afianzada en el diafragma, los intercostales, la pelvis, la caja torácica. La ampliación vocal y la resonancia paranasal es consecuencia de este uso. Pero se quiere acortar el camino y encontrar un atajo al engolar y nasalizar la voz, eso suele traer consecuencias con el paso del tiempo. “Stick it in the nose and push”, aseguró un colega ser el consejo de su maestra de canto; no muy buen recurso a la larga.

Más allá de ello, la voz ha sido el instrumento principal de Bermúdez; la voz y ese estilo de la reiteración, del “ostinato”. Ambas características han permeado el medio del futbol mexicano y acaso hispanoamericano.

Como quiera que sea, Bermúdez ha sido un profesional con varias décadas de éxito. Más allá de las críticas posibles, es celebrado por el público y aun imitado tanto en el estilo de narrar como en el uso de la voz. Él ha dicho que se retira de narrar, en particular de los mundiales, pero continuará en la profesión. Tal vez debiera de convertirse en profesor, conferencista, “tallerista”, mentor, consejero de jóvenes que aspiran a prolongar, digamos, la escuela mexicana de narrar el futbol y de gritar de manera sostenida (y saludable) el gol.

P.d. Brindo esta tarde con un wiski con hielo y agua mineral. No brindo por Argentina ni por Francia, tampoco porque se retire parcialmente El Perro ni porque sea domingo, simplemente porque es un agradable atardecer. Así que cualquier estropicio escrito en este texto, es responsabilidad del segundo destilado escocés.