Los medios internacionales se han hecho eco de una situación catastrófica y profundamente perturbadora que tiene lugar en la Franja de Gaza; en aquella pequeña región costera del Medio Oriente sacudida, una vez más, por un conflicto sempiterno que ha cercenado vidas por décadas.

Si bien han existido momentos de paz a lo largo de los años, la creación del Estado de Israel y su política expansionista, en contravención del derecho internacional, continúa castigando a hombres, mujeres y niños inocentes.

A raíz del atentado contra civiles israelíes y la captura de rehenes perpetrados por Hamas el 7 de octubre de 2023, el gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu inició una serie de ofensivas con el propósito de destruir a esa organización terrorista.

Desde entonces Israel, echando mano de su fuerza militar, ha esgrimido su legítimo derecho a la defensa de su territorio y de su población contra los embates de los terroristas. Es inobjetable, pues de allí se desprende la misión principal de un Estado: velar por la integridad de su territorio.

Sin embargo, el gobierno de Netanhayu ha ido demasiado lejos con medidas claramente desproporcionadas. En una clara violación de las convenciones internacionales, ha impuesto serias restricciones a la entrada de camiones y otros vehículos cargados con ayuda humanitaria dirigidos a aliviar a la población.

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Según ha sido informado, derivado de los controles en la frontera egipcia, cientos de niños han muerto de inanición y enfermedades relacionadas con la malnutrición.

Hasta hace unos días, de acuerdo con el informe del responsable de Naciones Unidas, se temía que unos 14 mil bebés muriesen de hambre. Sin embargo, la propia organización ha refutado las cifras anunciadas por el funcionario.

En este contexto, los gobiernos del Reino Unido, Francia y Canadá han alzado la voz contra Israel, y por primera vez desde la partición de Palestina, han abordado la idea de reconocer a ese país como Estado soberano, en una suerte de rompimiento diplomático con Tel- Aviv.

A partir de ello, y tal vez motivado por otras fuentes de presión internacionales, Netanhayu ha ordenado la apertura de la frontera para un número limitado de vehículos, lo que resulta, a todas luces, insuficiente frente a la crisis humanitaria que se recrudece cada día.

Donald Trump, por su parte, más preocupado por su enriquecimiento personal, por continuar su querella con Harvard y por obtener el Nobel de la Paz que por lo que pueda ocurrir en cualquier región del mundo, no se ha sumado a la denuncia contra Netanhayu. Por el contrario, según se ha especulado, sus dichos en torno a la creación de un “resort” en la Franja de Gaza habrían envalentonado al primer ministro israelí para someter a los civiles palestinos a una política que representa lo más oscuro de la extrema derecha del sionismo político.

La Franja de Gaza es hoy un lugar de tristeza, angustia y desesperación inconmensurables. Hamas y Tel Aviv, por su parte, continúan con su frenética política dirigida a no ceder ni un centímetro de territorio o de cerrazón diplomática, en detrimento de la integridad de la población.