La Fiscalía General de la República está intentando reabrir el caso del asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato del PRI a la presidencia de la república en el año de 1994, hecho ocurrido durante su campaña política ese año en la colonia Lomas Taurinas, de la ciudad de Tijuana, Baja California. El hilo conductor que trata de seguirse es la presencia de un agente del Centro de Inteligencia para la Seguridad Nacional, CISEN, en el escenario del crimen, presencia probada mediante fotos y videos, y luego investigaciones periodísticas, a quien ubican “como el segundo tirador” contra el candidato Colosio, del que habló el primer Fiscal Especial nombrado para la investigación, el Lic. Miguel Montes García, personaje parte de lo que también dicho Fiscal denominó “una acción concertada”.

Dicha presencia y/o eventual participación (dio positivo en la prueba de restos de pólvora en sus manos, lo que implica que había disparado una arma de fuego) nunca fue investigada a fondo, y menos aún la “coincidencia” de su parecido físico con Mario Aburto Martínez señalado como “primer tirador” y en las investigaciones posteriores que lo llevaron a una larga sentencia que aún purga, como el “único tirador”. Mucho se mencionó en las investigaciones periodísticas más serias, el tema de “los tres Aburto”, tres personas con gran parecido físico que nunca se aclaró ¿el porqué de dicha “coincidencia” y su presencia dentro de las investigaciones?

En fin, el tema tiene muchas aristas, recuerdo sólo algunas de las más señaladas. Pero hoy que la FGR intenta reabrir el caso para nueva investigación (suponemos que existen elementos muy importantes para ello) consideramos de gran utilidad traer a valor presente los datos que el libro “El Círculo Negro” de Antonio Velasco Piña aporta no sobre el caso Colosio, sino sobre la existencia de un “Círculo Negro” dentro del Estado y gobierno controlado y operado por el PRI prácticamente en forma monopólica (hasta entonces), lo cual al escritor le fue revelado “por un anciano en su lecho de muerte”, integrado por personalidades políticas presentes en el largo trayecto del PRI en el poder, con gran influencia y capacidad de decisión, decimos nosotros, porque el autor no esclarece quiénes lo integraban, pero si da pistas muy importantes para su identificación, dado que a él le fue revelado su rol y elevadas funciones al precio de no descubrir la fuente de la información.

Un grupo con mucho poder dedicado a custodiar el sistema político presidencialista concentrado y autoritario de exclusión, al que consideraban “el más perfecto de América Latina”, asentado en lo que denominaban “La Constitución de la Monarquía Mexicana”, que era validada por cada presidente que ascendía al poder (de acuerdo con la narrativa del autor), quien ejercía el monopolio en la toma de decisiones al más alto nivel, pero frente a quien estaba siempre este grupo oculto cuyo documento mencionado, les daba atribuciones hasta de eliminar a quienes atentaran, dentro del mismo sistema, contra éste.

No estoy sugiriendo la hipótesis de que ese fuera el caso de Colosio. No, sino que la presencia de este grupo a lo largo de las sucesiones presidenciales dentro del régimen político mexicano, con tales facultades de facto y sin ser visto y reconocido, le daba una inmensa capacidad de acción encubierta, y puede arrojar datos relevantes. Lo malo es que todos ellos están muertos, pero quienes tuvieron contacto o trabajaron a su lado, y presenciaron la dinámica que llevó al asesinato de Luis Donaldo Colosio, pueden desvelar aspectos trascedentes. Finalmente es un tema histórico de la política nacional aunque ciertamente, pendiente de aclaración.

Por ejemplo, José Córdoba Montoya tenía tratos dentro y desde el gabinete presidencial de Carlos Salinas de Gortari con los que -según mi hipótesis- aún quedaban del “Círculo Negro”, una de cuyas condiciones inevitables para serlo, era jamás aspirar a detentar la presidencia de la república, aunque ocuparan los más altos cargos de Estado, hablo de: Carlos Hank González, el capitán Fernando Gutiérrez Barrios y Fidel Velázquez (vivos en aquél momento), eran un total de cinco. No logro percibir cuáles podrían ser los otros dos grandes personajes de este grupo fáctico de gran poder.

El propio escritor Antonio Velasco Piña en uno de los pasajes del breve libro, recoge en un párrafo, parte del relato que le revela en su lecho de muerte aquél personaje que había pertenecido al “Círculo Negro”, cuando al salir una de las entrevistas de ellos (ya muerto Colosio) con Carlos Salinas de Gortari, le mencionan a éste sus facultades para llegar al asesinato (la frase es “tomar la vida”) con tal de salvaguardar en la praxis la Constitución Política de la Monarquía Mexicana, Salinas de Gortari les increpa: “entonces ustedes mataron a Colosio”. Todo lo aquí comentado es parte del texto al que me he venido refiriendo del autor multicitado. Por tanto, no afirmo que el “Círculo Negro” efectivamente lo haya hecho, pero según la narrativa, a Carlos Salinas le surge espontáneamente la idea y lo reclama en la plática. Considero que la hipótesis de que Carlos Salinas ordenó ese asesinato es falsa y simple, y si considero como él dijo siempre que fue “el más afectado” con esa muerte, con ese asesinato.

Lo cual nos remitiría a otra posible interpretación: había una confrontación profunda al interior del primer círculo de poder que disputó la decisión de Salinas de Gortari en favor de Colosio, desde un grupo de gran poder que tenía otros planes en la sucesión presidencial. El primer disenso lo planteo el Lic. Manuel Camacho Solís, lo que fue aprovechado por este poderoso grupo (que podría incluir personajes del gabinete salinista y de fuera del mismo), pero Salinas logró mantener a Camacho dentro de su círculo y aprovecharlo para que resolviera la insurrección zapatista por sus amplias dotes negociadoras y conocimiento de los grupos de poder, generando la expectativa de que aún podía haber un cambio en la decisión.

Por eso la “salida propagandística” orientada a manipular a la opinión pública nacional fue “sugerir” de múltiples maneras que el más beneficiado con el asesinato de Colosio sería Manuel Camacho Solís, porque abiertamente afirmó que quería ser presidente de la república, y por ello manifestó públicamente su disenso con la decisión del presidente Salinas en favor de Luis Donaldo Colosio para sucederlo.

El “grupo de gran poder interno-externo” al gabinete salinista, no estaba identificado y confrontó la decisión de Carlos Salinas desde las sombras, y con esa “sospecha” estigmatizaron a Manuel Camacho, antes y después de su salida del PRI. No olvidemos que el presidente Salinas de Gortari obliga a Fernando Ortiz Arana (líder del PRI) a salir a manifestar públicamente que él no aspiraba a la candidatura presidencial. Ni tampoco olvidar que en aquella reunión en donde el presidente Salinas anuncia que el relevo de Luis Donaldo Colosio es Ernesto Zedillo, Fidel Velázquez lo interpela diciendo: “Nos adivinó usted el pensamiento Sr. Presidente”.

En esa lucha interna entre grupos de poder que fractura la unidad de mando superior, y en la coyuntura de sucesión presidencial, que es el momento histórico más trascedente en el régimen político mexicano, que probaba y expresaba realmente el presidencialismo despótico mexicano creado después de la gran rebelión de 1910, es cuando dentro del cual, “todo puede suceder”, si el proceso se desborda y no logra controlarse de manera absoluta.

No es extraño que en tales momentos, se involucre en alguna medida (regularmente muy importante) a los servicios de inteligencia que actúan con escaso conocimiento público, con bajísimo control constitucional, en las sombras, y que en tal coyuntura, pueden obedecer al poder legalmente constituido o a un relevante poder fáctico, pasando así a ser parte activa y a tomar partido dentro de esa agudizada lucha por el poder, desarrollando “operativos especiales” con “agentes especiales”. Lo hicieron en el asesinato del presidente John F. Kennedy. Es una constante en este tipo de eventos.

En todo ello creo que José Córdoba Montoya tienen algo muy importante que decir.