Es evidente que Ricardo Monreal no cuenta con simpatía del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en su legítima pretensión de ser candidato presidencial por el partido del presidente. Las señales son claras. Por hoy, la favorita es Claudia Sheinbaum. ¿Podrían cambiar las cosas para que Ricardo Monreal fuera el ungido?
Lo que por ahora es claro es que es prácticamente imposible que alcance la anhelada candidatura sin el aval de AMLO. Monreal lo sabe y por ello él habla de ganar el respaldo del presidente. Difícil lo logre. Hay quien dice que el hecho de que el presidente haya anticipado su preferencia hace vulnerable en extremo a Claudia, lo que no quiere decir que eso llevaría al líder del Senado a ganar la candidatura.
Quienes anticipan la debacle de la favorita hacen referencia a lo acontecido desde Zedillo candidato a la fecha, ha sido candidato(a) quien no es favorito del presidente. Sin embargo, los tiempos son diferentes y López Obrador está hecho de otra pasta; el empecinamiento es lo suyo.
Lo significativo de todo eso es el descrédito del método de encuesta para definir candidato, mucho más cuando es en la opacidad total y sin garantía alguna para los contendientes. Monreal se asume víctima de tal expediente y está resuelto a ni siquiera intentarlo. Llama a elección primaria, lo que correspondería para cualquier partido político que aspire a llamarse democrático en cuanto a su vida interna.
Queda claro que no es el mérito ni la eficacia política lo que habría de ser considerado para definir al candidato presidencial. A partir de la certeza de que se ganaría, de lo que se trata, más que todo, es la continuidad del proyecto. Desde esta óptica es preferible perder en las urnas y no en la designación de candidato. López Obrador estima que Sheinbaum lo garantiza, no Marcelo Ebrard y mucho menos Ricardo Monreal. La cuestión es qué habría de hacer el presidente para mantener la unidad y, especialmente el sometimiento de los no favorecidos a una decisión que desde ahora se percibe tan discrecional como autoritaria. Por ahora, la desconfianza es mayúscula y la malquerencia está incubando el rencor y posiblemente la rebelión.
El ascendiente popular y el liderazgo de AMLO no se traslada. La elección intermedia mostró que la jefa de Gobierno de la CDMX no tiene la habilidad o la destreza para ganar o preservar territorio. Culpar a Monreal del desastre es concederle capacidades que si las tuviera sería una suerte de mago electoral y que bien podría competir y ganar bajo otras siglas.
Monreal no sólo tiene estrategia, también singular disciplina. Por ahora es hacer todo para acreditar capacidad para que el programa legislativo del presidente de México llegue a buen destino. Por la otra, no ceder en su exigencia de democratizar la selección del candidato presidencial en Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y continuar construyendo una amplia alianza regional promoviendo candidatos o tejiendo alianzas con senadores y gobernadores, sean o no de su propio partido.
Llegará el momento en que deberá definirse procedimiento y, eventualmente, candidato. Será la ocasión, seguramente, en la que Ricardo Monreal defina continuar con los mismos o suscribir un proyecto opositor con otro u otros partidos. No será la primera vez y para ello se ha preparado. Lo más sorprendente es que lograra la candidatura presidencial de quienes ha servido con lealtad y eficacia.
Federico Berrueto en Twitter: @Berrueto