No cabe duda de que entre las pocas cosas buenas que se han registrado durante estos tres años de la 4T, se encuentra la labor que ha realizado la Cancillería a cargo de Marcelo Ebrard en contra del tráfico de armas, un grave problema que forma parte de la escalada de la violencia entre los carteles de la droga que operan en nuestro país.

Gracias a esta lucha, el canciller Marcelo Ebrard ha sido nominado por la Arms Control Association como la Persona del Año para el Control de Armas. De acuerdo con la asociación, la nominación se da por la demanda que interpuso en contra de “fabricantes y distribuidores de armas de Estados Unidos en un tribunal federal de distrito de Massachusetts que adopta un enfoque novedoso para combatir el tráfico ilícito de armas”.

Las acciones diplomáticas y jurídicas emprendidas por el gobierno mexicano son parte de una estrategia brillante y novedosa gestada en el equipo jurídico de la Subsecretaría para Asuntos Multilaterales y de DDHH a cargo de Martha Delgado. La novedad radica en atacar el tráfico de armas donde más duele: el negocio. De ganar, el gobierno de México podría cobrar a los once fabricantes demandados varios miles de millones de dólares para reparar el daño. El equipo además busca obtener una orden de la corte que requiera a los fabricantes reformar su sistema de distribución de armas para que incorporen mayores precauciones.

Este es el punto que marca la diferencia con los otros propuestos, cuya nominación se motiva por la creación de paneles de discusión en distintos foros, es decir, mientras los demás proponen los clásicos discursos y debates, México ejecuta acciones legales efectivas y focalizadas.

La estrategia llama la atención porque al librar la batalla legal en el terreno de prácticas negligentes e ilícitas, se impide que la defensa se escude en la segunda enmienda de la Constitución estadounidense (el derecho constitucional para la portación y posesión de armas). Así, el caso no tiene nada que ver con la segunda enmienda, sino con las prácticas negligentes en las que han incurrido fabricantes de armas específicos que han permitido y promovido el flujo ilegal de armas. Un caso bastante más factible de ganar, que el eterno debate constitucional de las armas en Estados Unidos.

Un equipo profesional

Uno de los factores que ha hecho esto posible, es gracias a que en Cancillería sí retuvieron a los funcionarios públicos de carrera, técnicos expertos en su área y con bastantes años de experiencia (más allá de cambios sexenales). En contraste con casi todo el resto de la administración pública federal que realizó la purga ciega a todos los niveles. Maltrataron y despidieron a una burocracia profesional y experimentada para reemplazarla con arlequines ignorantes e incompetentes con 10% de capacidad, pero, eso sí, con 90% de lealtad y servilismo al presidente.

Si otras secretarías hubieran seguido el ejemplo de Relaciones Exteriores, probablemente no tendríamos muchos de los problemas que hoy nos aquejan como el desabasto de medicinas, escasez de citas en el SAT y retrasos en la nómina de centros como el CIDE.

La raíz del problema

Si alguien realmente está trabajando contra las causas la violencia en el país, es el equipo de la SRE, atacando frontalmente uno de los puntos medulares que contribuye al poder de las mafias, el tema de las armas y su proveeduría.

Para agradecer por su nominación, Ebrard escribió en su cuenta de Twitter:

“Agradezco a la Asociación de Control de Armas de Estados Unidos la nominación al reconocimiento anual que otorgan por la demanda presentada por nuestro país contra la industria de armas que facilita y promueve la violencia.”

Marcelo Ebrard

Esta estrategia impulsada desde la Cancillería marca una tremenda diferencia; evidentemente no es la guerra de Calderón de combatir violencia con violencia, ni tampoco es la guerra del presidente de combatir la violencia con abrazos y total laissez-faire (dejar hacer, dejar pasar) para los criminales.

Es atacar la violencia con inteligencia

La estrategia de Cancillería es ir a las causas que promueven la violencia dirigiéndose a donde más les dolerá a los responsables y evitando recurrir a la retórica o al discurso populista.

Que quede claro: mi postura personal es que el control de armas debe ser en el país y no repartir culpas, sin embargo, ver avances exitosos del estado siempre alienta.

Así el equipo de Marcelo Ebrard demuestra que, como verbo mata carita, profesionalismo mata servilismo y acción mata discurso.