Si es que una lección ha dejado el 2023 ante el tamiz de sensibilidad y empatía hacia las guerras, es la indolencia, principalmente, hacia las niñas y niños en Gaza. Peor que morir desde la inocencia infantil que nada debe ante un conflicto armado de tal calaña, se encuentra la vida a medias.

Inicia el año occidental con una crisis de tremendas proporciones en Gaza, desencadenado por los ataques mortales que ha dejado una generación de niños amputados, y es crucial destacar que estos crímenes contra niños son considerados delitos de guerra internacionales. El incumplimiento de numerosos tratados internacionales que prohíben el ataque a hospitales y refugios agrava la situación, generando una crisis humanitaria.

Alguna vez, una persona judía intentó explicarme que el régimen de excepción extremista contra aquellos menores tenía que ver con que sus propios gobernantes y en algunos casos excepcionales, sus padres, eran capaces de utilizarlos como “niño-bomba” o inculcarles una fe que los llevara a matar o morir, tratando de justificar las condenables medidas de Israel al bombardear hospitales y refugios. Como si los menores debieran ser castigados por nacer.

Curiosamente, son personas que, en nuestro país, suelen llamarse “Pro-vida”. Es obligatorio para quien firma este texto denunciar la indolencia extrema y normalización de la violencia de Estado, el silencio que el mundo es capaz de guardar por los crímenes de guerra y la talla de abandono que pueden vivir aquellos que son erradicados como quien quisiera desaparecer un pueblo, una sangre o una nacionalidad.

Reuters cuenta la historia de Noor, un menor de once años, quien perdió casi por completo su pierna izquierda en una explosión en su hogar. Dormía cuando sucedió. Ahora, su pierna derecha, sostenida por una barra de metal pesada y cuatro tornillos, podría requerir amputación.

A pesar de la afirmación de las autoridades israelíes de minimizar el daño a civiles, la realidad es que más de 1,000 niños han sufrido amputaciones de piernas para finales de noviembre, según UNICEF. La infraestructura médica colapsada de Gaza dificulta la atención de seguimiento necesaria para los niños, con solo el 30% de los profesionales médicos preconflicto aún operativos.

Como si se tratara de una cámara de tortura, las amputaciones necesarias para lograr salvar la vida de niñas y niños son realizadas sin anestesia y con pocas condiciones sanitarias producto del cerco que impide recibir todo tipo de sustancias médicas o ayuda. Es decir, que no basta con que sean sobrevivientes de guerra, en ocasiones, los únicos de la familia; tampoco basta con que sean menores, civiles, refugiados, sobrevivientes heridos o un puñado de calificaciones jurídicas que les han impuesto en el derecho internacional que ahora mismo, no vale nada. Aún por encima de eso, vivirán la inminente amputación con dolor en carne viva.

La escasez de higiene y medicamentos agrava las complicaciones y las amputaciones. Médicos advierten que muchas extremidades aparentemente salvadas podrían requerir amputación, y quienes han sido amputados podrían morir debido a consecuencias a largo plazo. La crisis se ve reflejada en la falta de suministros médicos, incluso analgésicos, y la clausura del principal centro de prótesis, el hospital Hamad, financiado por Qatar.

El sufrimiento de los niños amputados se ve agravado por problemas psicológicos severos. La falta de cirujanos vasculares y plásticos, junto con la pérdida de más de 300 trabajadores de la salud, complica aún más la situación. A diferencia de otras crisis internacionales en la que surgen adoptantes y traslados inmediatos, parece que a nadie le importan los niños de Gaza. No hay una Angelina Jolie que les adopte ni un acuerdo internacional para evacuarlos de una zona de guerra. Solo hay silencio.

La cifra de UNICEF, que indica más de 1,000 niños amputados en los primeros dos meses del conflicto, probablemente se ha superado desde entonces. En comparación, en Ucrania, con conflictos similares, hay 30 casos conocidos de niños amputados. Médicos Sin Fronteras y otros informan de infecciones y cirugías adicionales, algunas innecesarias debido a la falta de tiempo o experiencia médica.

La situación se vuelve desgarradora cuando se considera la imagen de niños, muchos huérfanos, con múltiples amputaciones en hospitales abandonados. La Presidenta del Comité Internacional de la Cruz Roja, Mirjana Spoljaric, señala que estos niños yacen en soledad, sin que nadie venga a verlos.

No habrá manera de documentar el profundo daño más que observando lo que sucede con los años venideros, si es que logran mantenerse en la supervivencia. Mientras tanto, bajo la tolerancia internacional e inclusive, el apoyo de varias naciones, los siguientes tratados -y la Organización de las Naciones Unidas- pueden irse al olvido, a la inoperancia, al silencio genocida e infanticida:

1. Convenios de Ginebra de 1949:

- El Cuarto Convenio de Ginebra relativo a la Protección de Personas Civiles en Tiempo de Guerra es especialmente relevante. Este convenio establece que las personas que no participan directamente en las hostilidades, como los niños y los civiles, deben ser tratadas humanitariamente y protegidas contra cualquier forma de violencia o intimidación.

2. Protocolo Adicional a los Convenios de Ginebra de 1977:

- Este protocolo complementa los Convenios de Ginebra y establece normas adicionales para la protección de las víctimas de conflictos armados. Prohíbe ataques indiscriminados y ataques dirigidos contra la población civil, así como el uso de ciertos métodos de guerra que causen sufrimientos innecesarios.

3. Convención sobre los Derechos del Niño (1989):

- Este tratado de las Naciones Unidas establece los derechos fundamentales de los niños y prohíbe su participación directa en las hostilidades. Los Estados partes deben tomar medidas para proteger a los niños de las consecuencias de los conflictos armados.

4. Convención de La Haya (1907):

- La Convención de La Haya establece normas sobre los derechos y deberes de los beligerantes en tiempos de guerra. Prohíbe el uso de ciertos tipos de armas y tácticas que puedan causar daño innecesario a la población civil.

5. Principios del Derecho Internacional Humanitario:

- Incluyen el principio de distinción, que requiere que las partes en conflicto distingan entre combatientes y personas civiles, y el principio de proporcionalidad, que prohíbe ataques indiscriminados o desproporcionados.

6. Convención de la ONU sobre Ciertas Armas Convencionales (1980) y sus Protocolos:

- Estos protocolos prohíben o regulan el uso de ciertos tipos de armas que pueden causar daño excesivo o indiscriminado, como las minas terrestres y las armas incendiarias.

Al final de cuentas, el respeto y la aplicación efectiva de estas leyes internacionales dependen de la voluntad de los Estados y las partes en conflicto de cumplir con sus obligaciones. Las violaciones a estas normas pueden constituir crímenes de guerra y ser perseguidas internacionalmente. Aunque ahora mismo, a nadie le interese perseguirlo ni detenerlo, la historia juzgará igual a los autores que a quienes lo permitieron y será vergonzoso estar en el segundo de aquellos.

Frida Gómez en X: @ifridaita