Cada 15 de mayo, en México se celebra el Día de la Maestra y el Maestro como un acto de reconocimiento a quienes sostienen la esperanza de millones de estudiantes en todos los rincones del país. En estados como Chiapas, donde la diversidad cultural, lingüística y geográfica representa un enorme desafío educativo, esta celebración cobra un sentido aún más profundo. Las y los docentes no solo enseñan, también sostienen el tejido social y abren caminos hacia la justicia educativa.

En esta entrega, queremos destacar particularmente a las maestras. En el sistema educativo mexicano, y de forma muy clara en Chiapas, son ellas quienes lideran la educación básica desde las aulas. En esta entidad, seis de cada diez docentes de nivel básico son mujeres (39,661 frente a 27,229 hombres), lo que no solo representa una mayoría estadística, sino también una evidencia del rostro femenino que hoy sostiene la educación pública en territorios muchas veces marcados por la desigualdad y la dispersión territorial.

Las maestras no solo educan, también crían, acompañan, sostienen hogares y comunidades. Muchas de ellas son madres, y llevan sobre sus hombros una doble jornada de trabajo: formar generaciones en el aula y en el hogar. Esa vocación multifacética, esa capacidad de entregar vida desde múltiples frentes, es el pilar silencioso de una educación que avanza, aún con limitaciones.

Este rostro femenino de la educación también se manifiesta en los liderazgos escolares. Más del 53% de las direcciones con grupo en Chiapas están a cargo de mujeres, y en los cargos de subdirección académica, la cifra asciende al 60%. Estos datos confirman una tendencia nacional que invita a repensar los liderazgos en la educación pública desde perspectivas más incluyentes, sensibles y comprometidas con la equidad.

Sin embargo, también hay desafíos pendientes. En los niveles de educación media superior y superior, las mujeres aún enfrentan barreras de acceso y representación. En Chiapas, los hombres siguen siendo mayoría en ambos niveles: 5,801 frente a 4,233 mujeres en media superior, y 3,029 frente a 1,978 en educación superior pública. Esta disparidad refleja una problemática estructural que trasciende al estado y que debe ser atendida como una política pública nacional.

Las columnas más leídas de hoy

La transformación educativa que México necesita debe partir del reconocimiento pleno a quienes la hacen posible todos los días: las y los docentes. En particular, debe visibilizarse la fuerza femenina que ha sostenido históricamente a la escuela pública. Reconocer su trabajo, garantizar sus derechos laborales, y abrir más espacios de liderazgo no es una concesión, es una deuda.

Inspirada en principios comunitarios como el lekil kuxlejal (vida buena y digna), el ich’el ta muk’ (respeto profundo) y el k’uxubinel (caminar con el corazón), la nueva era educativa que se impulsa en Chiapas propone una transformación pedagógica centrada en el territorio, la diversidad y el respeto a la persona. Pero ninguna reforma será posible si no se construye desde la realidad cotidiana de las y los docentes.

En palabras de Rosario Castellanos, “la verdadera entrega es la que se da con ojos de par en par y manos despojadas”. Así trabajan las maestras y maestros de Chiapas —y de todo México—: con la mirada abierta al otro, con las manos dispuestas a dar, sabiendo que en cada estudiante habita la posibilidad de un país más justo, más humano y verdaderamente nuestro.