Muy pocos se entusiasmaron con el anuncio de que el priista José Ángel Gurría buscaría la candidatura de la Alianza por Mexico, más tarde bautizada Frente Amplio por México. A pesar de ser un mexicano destacado, el funcionario es relativamente desconocido entre la mayoría.

Gurría es un buen mexicano. A lo largo de su carrera política, se se ha distinguido por su sencillez personal, y más aún, por ser un hombre de su tiempo que ha sido capaz de adaptarse a los nuevos contextos y necesidades del momento.

Durante su paso como ministro de Estado durante las presidencias de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, Gurría abrazó el neoliberalismo a ultranza, pues, en aquel momento, léase, en las postrimerías de la Guerra Fría, el mundo repudiaba la intervención de los Estados en la economía, y en contraste, promovía la cuasi completa liberalización de los procesos económicos.

Si bien es verdad que la realidad empírica terminó por demostrar que la intervención del Estado es fundamental para la atención de problemas como la pobreza y la desigualdad, lo que echaba por tierra los postulados de los economistas de los años ochenta y noventa, los hombres y mujeres que como Gurría creían en las teorías de Milton Friedman, cambiaron de parecer y reconocieron las fallas del sistema

Gurría, más tarde, como secretario general de la OCDE, alcanzó el cenit de su carrera política. En tanto que cabeza de esta prestigiosa organización internacional, el funcionario mexicano fue reconocido como un hombre de talla mundial.

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Durante sus quince años en París, el priista, apoyado por un valioso equipo compuesto por competentes hombres y mujeres de todas las nacionalidades, el  ex secretario de Hacienda y de Relaciones Exteriores colocó al organismo como una institución de referencia para la emisión de recomendaciones de políticas públicas en todas las materias, desde economía hasta medio ambiente y política social.

De igual manera, durante su gestión, la OCDE, alejándose del arquetipo de promotora del neoliberalismo radical, se adaptó exitosamente al nuevo consenso económico caracterizado por la promoción de una mayor intervención estatal, un incremento de la inversión pública y por reconocer que la desigualdad no es un daño colateral del crecimiento económico sino una problemática estructural.

Gurría, ahora como responsable de encabezar el proyecto de nación del Frente Amplio por México, tiene una buena oportunidad para ofrecer su experiencia y trayectoria a un nuevo gobierno que tendrá la titánica responsabilidad de reparar los daños provocados por seis años de no mirar hacia la evidencia y de gobernar bajo estrictos postulados ideológicos.

En este contexto Gurría anunció hace unos días que el nuevo gobierno mantendría los programas sociales. Esta decisión deberá sobresalir en los medios de comunicación como una respuesta de la oposición ante los ataques oficialistas sobre la intención de la alianza de eliminar los fondos de apoyo.

Sin embargo, para que todo ello suceda, primero deberán derrotar a Morena, y, desafortunadamente, no se antoja como una tarea fácil.