¿Envidia en la 4T?

La tragedia de la Línea 12 del Metro, los resultados de las elecciones adversos en la Ciudad de México, los cambios en el gabinete de la 4T y las opiniones ciudadanas en las encuestas sobre la sucesión presidencial han desencadenado una nueva etapa en el gobierno de AMLO.

El domingo pasado, SDPNoticias publicó “Elecciones 2024: ¿Quién sustituirá a AMLO? Arranca la sucesión presidencial con la encuesta MetricsMX”, en la que se evaluaron las posibilidades de figuras públicas para saber quién está dentro y quién está fuera de la cancha en la sucesión del 2024.

Ayer, el Presidente de México sustituyó a Irma Eréndira Sandoval en la Secretaria de la Función Pública por Roberto Salcedo Aquino. Es un cambio que sigue al reciente movimiento en Hacienda. Y no parece que será el último reajuste en el gabinete. En días recientes, hemos sido testigos de una nueva oleada de celos y envidia entre los jugadores del Gobierno de la 4T.

Cuando un Presidente concentra poder, las disputas en el equipo destruyen valor. La investidura del Presidente siempre será objeto de envidia. Hay cuestiones de honor y reputación cuando hablamos de la lucha por el poder. La envidia y los celos juegan un papel muy importante en la motivación de las acciones y el comportamiento de los servidores públicos que están preocupados por su ascenso, imagen y estatus.

Un gobierno está formado por individuos y cada uno experimenta emociones. Aunque sería descabellado argumentar que las emociones del burócrata promedio tienen un efecto determinante en el gobierno, las emociones de los altos funcionarios pueden a veces servir como un intensa y poderosa fuerza de cambio. La combinación de emociones, entre un Presidente que ha concentrado poder y la envidia y los celos de quienes aspiran a sucederlo, son perjudiciales e incluso peligrosas.

Las emociones, decía Aristóteles, son las cosas a causa de las cuales los hombres cambian y difieren en sus juicios, van acompañadas de dolor y placer, como la ira, la piedad, el miedo y muchas más, así como sus opuestos.

Cuando un servidor público experimenta una emoción como la envidia y los celos entra en un estado complejo de inutilidad. Tendrá una disposición para pensar, sentir y actuar junto con un estado de excitación fisiológica y de una cognición especial.

Cada servidor público experimentado está predispuesto, o esencialmente programado, para reaccionar de manera predecible a ciertos estímulos. Pero siempre hay límites y dificultades. Hay un tabú social que los rodea, junto con acusaciones, repudios o exhortaciones.

Los antiguos griegos consideraban estas emociones perjudiciales y potencialmente peligrosas, así como simplemente impropias. Las personas propensas a la envidia y los celos son inseguras, lo que generalmente se considera un atributo negativo. Hay una correlación entre estas emociones y su baja autoestima.

Los servidores públicos de alto nivel son personas que típicamente no confiesan sentimientos de envidia y celos fácilmente. La “felicidad”, la “ira” o el “dolor” tiene diferentes apariencias y manifestaciones, y es difícil, si no imposible, resumir todas ellas en una sola descripción o conjunto de criterios de diagnóstico.

Envidia y celos no son sinónimos. Son dos emociones diferentes (aunque estrechamente relacionadas). La envidia ocurre cuando una persona juzga que a) otra persona tiene cierta posesión o cualidad; b) la persona misma no tiene esta misma posesión o cualidad; y c) esta situación es incorrecta.

Los celos ocurren cuando una persona juzga que a) él o ella tiene una relación exclusiva con cierta otra persona o posesión; b) él o ella corre el riesgo de perder esa exclusividad o toda la relación; y c) ese riesgo proviene de la existencia (o de la existencia percibida) de un rival para esa otra persona o posesión.

La envidia tiene sus raíces en la comparación

Los políticos son más propensos a envidiar a aquéllos a quienes consideran sus pares o con quienes son de alguna manera similares, porque la comparación surge de manera más natural con ellos y tienen un mayor significado emocional. La envidia surge debido a la percepción del propio sujeto de los motivos de comparación entre él o ella y la otra persona.

Esta comparación, y la participación de otra persona, son dos de los factores principales que diferencian la envidia de la codicia: mientras que la codicia se enfoca en obtener algo deseable, la envidia necesariamente involucra a una persona que tiene algo deseable.

Un viejo político mexicano decía que sólo hay dos tipos de enemigo:

Aquél que tiene el puesto que tú quieres y aquél que quiere el puesto que tú tienes.

Por eso podemos diferenciar entre dos categorías de envidia, dependiendo de si el objetivo final es adquirir la posesión o cualidad deseada o privar a la persona hacia quien se dirige la envidia de esa posesión o cualidad.

Los políticos químicamente puros pueden llegar a sentir indignación por todo esto. Ellos no juegan con el deseo de adquirir o el deseo de privar a otro. La indignación representa una especie de enojo por la violación de las normas no escritas de la política. Según Aristóteles, la indignación es el dolor que sentimos al ver triunfar a alguien que no lo merece, mientras que la envidia no tiene consideración por cuestiones de mérito.

En el caso de los celos, una persona está preocupada por la posibilidad de perder una relación especial con otra persona. Alguien puede estar celoso de la posición de alguien más y teme perder su dominio en un campo determinado o su reputación de exclusividad. El quid de la cuestión es si un individuo está preocupado y teme perder algo o alguien ante un posible rival.

Los celos involucran a un rival de algún tipo, pero ese rival no necesita ser real o específico. Incluso el enfoque en los celos no tiene por qué ser real: una persona puede imaginar fácilmente que tiene una relación especial con alguien (o que tiene una reputación especial) que es objetivamente inexistente. Eso es lo que pasa con AMLO y su equipo.

La envidia tiene un elemento de comparación social en su núcleo. Aun así, la envidia no implica necesariamente una competencia real. Los políticos pueden envidiar al Presidente pero no puede esperar competir con él de ninguna manera concreta. Los celos, por otro lado, tienen que ver con la competencia y el miedo a perder ante un rival; en muchos casos, es una emoción que se siente de manera más personal o más intensa que la envidia.

Es el caso de la 4T

Si el Presidente se interesa en favorecer a uno de sus colaboradores lo más probable es que lo afecte de una manera muy personal, dando lugar a celos de los demás. Con la envidia (y especialmente con la envidia codiciosa), surge la percepción de la relativa inferioridad de un colaborador respecto de otro. El sujeto envidioso estaría contento si adquiriera algo comparable. Sin embargo, con los celos, no estarían completamente satisfechos con un mero reemplazo.

La envidia es una emoción típicamente bipartita:

(A envidia B), mientras que los celos son típicamente una emoción tripartita (A es celoso porque A está preocupado por perder B por C).

Así vemos en este juego de celos y envidia a los colaboradores de AMLO en esta nueva etapa de la 4T.

En SDPNoticias publiqué “AMLO tendrá tres adversarios en 2021″, sobre los silos y los círculos íntimos en el gobierno, que han destruido valor en la forma de operar de la 4T.

En la segunda mitad del sexenio se suman los celos y la envida. Todo esto me dará mucho material para un ensayo más largo sobre “silos, celos y círculos íntimos” en la gestión gubernamental.

@javier_trevino