Pese al fracaso rotundo de intentar sembrar culpas y teorías de conspiración en el pleno de la Cámara Alta del Senado de la República, fracasó Rubén Cayetano en su afán de señalar y criticar a Ricardo Monreal como el responsable de haberse escapado el periodo extraordinario en la sesión permanente hace unos días.

A pesar de esos esfuerzos, salió a luz un recurso de último momento que impidió el curso de la sesión. De esa cuestión, trascendió un documento que entregó Raúl Bonifaz. Eso, atoró el asunto y postergó la agenda para un nuevo intento que, apenas hace unos días, se avaló en lo general, aunque ya no con los temas de desafuero de Saúl Huerta y Mauricio Toledo, cuyo proyecto se cocinó desde San Lázaro en una especie de componenda que, jamás, formó parte de ningún carácter implícito o propuesta en el senado de la República sino, más bien, se actuó a favor de un interés y, con intransigencia, se usó como excusa.

¿Cuál?, ¿por qué a Monreal?

Pero el dato curioso o, más bien sospechoso, fue la forma que intentaron llevar al terreno de la descalificación a Ricardo Monreal, cuando, en los hechos, Rubén Cayetano actuó bajo su impulso o, con el interés de efectuar un papel protagónico en las luchas internas de cara a la sucesión presidencial en donde, sigo insistiendo, buscan canalizar cualquier coyuntura política a sabiendas que, Ricardo Monreal, es una carta potencialmente competitiva para abanderar a Morena en 2024.

Pero, ¿la formas? No fue la adecuada.

Atizó con un instrumento de participación verbal punitivo desde la tribuna— que se aleja más allá de la libertad de disentir, en una noción clara de una misma expresión, por lo cual, desnudó o, quizá, obedeció algún interés particular o de grupos. Puede ser, de otra forma no entiendo un embate de esa naturaleza; fue muy obvio, aunque, como dicen: “le salió el tiro por la culata”.

Luego de salir a la luz el documento que exime de toda responsabilidad al coordinador de los senadores de Morena, hubo evidencias y testimonios de lo que aconteció en las calles de la Ciudad de México. A ver si con ese hecho, el diputado Rubén Cayetano reflexiona sobre lo que pasó. Resulta que hace unos días infringió la Ley por rebasar los límites del alcoholímetro. Eso fue una irresponsabilidad.

Tuvo que pasar un lapso detenido, pero, lo peor de todo, no estuvo presente en la votación en San Lázaro donde se avaló el proyecto extraordinario, lo que equivale, a que no tanteó su participación a favor, cuando menos, en un punto que él mismo insistió. Prefirió pasar unas horas y dejó escapar la oportunidad de discutir los temas.

Tal vez sí hubiese modificado su estrategia, hubiera sido un poco más creíble que, en realidad, le preocupaba la sesión extraordinaria, sin embargo, él mismo se convirtió en su propia trampa y rehén. Eso suele ser así cuando tratas de rebasar un capital político y extralimitarse al pretender echar culpas sinrazón ni fundamento. De hecho, trascendió que el propio Ignacio Mier Velazco, ofreció una disculpa al propio Ricardo Monreal por los agravios que ocasionó Rubén Cayetano desde la tribuna.

Fue intempestivo, poco elocuente y, de cierta forma, burda la manera y el tono que pretendió el diputado Rubén; una muestra más de que para llegar al senado e imponer la agenda a fin de acaparar los reflectores, se necesita mucho más.

Seguramente estuvo bajo mucha presión. Pero, lo que sí es un hecho, es que sufrió dos descalabros en una semana. Quiso coronar el partido por “goliza” en una cancha que, de pies a cabeza, domina Ricardo Monreal. Y eso no es lo peor de todo, quizá lo que está viviendo luego de haber sido detenido, significa una ignominia más para el movimiento Lopezobradorista que, ante un reflejo de aquella realidad de abuso del poder, protestó y alzó la voz en todo momento. No obstante, desde adentro, hay una dosis de vanidad y narcisismo como la que protagonizó el diputado Rubén Cayetano que hizo justamente lo que en su discurso crítico: actuar mal y tratar de saltarse las reglas institucionales de seguridad de la Ciudad de México.

Muy mal, pésima actitud equivocada.

Notas finales

Todo el crédito y los reflectores inclinan la balanza hacia la mujer más visible y la voz del gobierno electo de Alfredo Ramírez en la imagen de Giulianna Bugarini. Aparece en todos lados; tiende y suele ser muy activa en los temas trascendentales de la agenda; en otras palabras, se convirtió en la respuesta inmediata de la expresión que encabeza el próximo ejecutivo del territorio Purépecha. Su tarea es sumamente medular— ya que alimenta de información y, quizá lo más sobresaliente, defiende el propio embate de la administración en turno con una participación protagonista al expresar públicamente su posicionamiento que, por cierto, es muy atinado. Lo mejor de todo ello para ella, es que inició su paso con Bedolla, prácticamente desde la fase previa, incluso, antes de la decisión del Tribunal Electoral de la Federación que colocó de emergencia al ahora ejecutivo estatal electo. Eso, en términos políticos, la coloca en un escenario inigualable muy, pero muy cerca del futuro mandatario de Michoacán.