He insistido en estos días que, a pesar de que Morena ganó estados, y un importante número de distritos, perdió muchísimo terreno por la poca eficiencia en la Ciudad de México. En pocas palabras, puso en duda su continuidad en 2024 al dejar la puerta abierta a la propia oposición.

Conviene tomar en cuenta que, ese colchón, puede ser la clave para dejar el poder en el centro del país— como un saldo costoso de la derrota— que fue considerado un bastión y laboratorio de la izquierda; no obstante, el único inconveniente para la oposición es que se desinfló en las entidades en las que dejó el campo libre para que Morena venciera luego de propinar una paliza literal a la derecha.

Pasaron de ser una oposición sólida en los estados, a un contrapeso menguado.

Morena domina ya gran parte del país y, su influencia, crece con el potencial que conserva con los aliados en los espacios legislativos. Seguramente encontrará obstáculos al no tener mayoría absoluta, sin embargo, no tengo la menor duda que, desde Palacio Nacional, evitarán a toda costa no frustrar las iniciativas de reforma política y electoral.

Ya encontrarán una solución a través de la negociación, o del reacomodo de fuerzas por conducto del consenso o la mano dura del presidente como última alternativa para no dejar pasar la oportunidad de reformar la constitución en puntos clave donde el mandatario federal ya insistió.

A pesar de ello, la oposición prácticamente no podrá hacer frente al poderío que acumuló Morena. Superó en gran número de entidades y se prevé que, en dos años más, el bloque amplio opositor deje más terreno. Algunos estudios muy prematuros, pero al final de cuentas basados en la dura realidad que vive PAN, PRI y no se diga el PRD que se salvó de milagro, ya emiten una lectura desalentadora para la derecha que, al principio, caminó impávida, aunque en la recta final, simplemente se derrumbó de forma lamentable.

Asimismo, los datos que emitió una encuesta regiomontana colocan a los principales actores como posibles presidenciables. Los que apuntan a estar en el mosaico preelectoral son: Ricardo Anaya, Miguel Ángel Osorio, Margarita Zavala, Enrique Alfaro y hasta Claudio X Gonzales.

¿Así?, ¿con ellos?, me parece dificilísimo y quimérico.

Como en todos los casos, el escenario y los nombres lograrían cambiar de aquí a la cita previa. Insisto, falta mucho. Todavía pueden pasar muchas cosas que mueven el tablero; pronto podemos ir detectando quiénes tienen oportunidad y quiénes no.

Pero la razón más allá de los perfiles y actores de la derecha, se encuentra la posibilidad real de competencia. De manera parcial sirvió la alianza opositora; fracasó, aunque no del todo; si no fuese por ella, la expresión guinda hubiera dominado de pies a cabeza San Lázaro.

Ya manifestaron nuevamente que harán equipo para contrarrestar el poder de Morena y del presidente Obrador. Eso significa que, prácticamente, sellan su compromiso para participar en alianza en 2024 hacia la presidencia y, no hay duda, que igualmente para algunos estados. No les queda de otra. Pero pasemos a otro tema que va de la mano: ¿realmente pueden ganar? Es un hecho que no.

A Morena todavía le alcanzará para ganar el 2024 con la sola presencia del presidente López Obrador como su máximo exponente e ideólogo. Además, la oposición como dice el título de esta columna, está menguada; tuvo su momento de consagración, pero lo perdió cayendo en un agujero profundo.

Dejaron de ser desde hace mucho tiempo el partido oficial con muy pocos resultados; siguen arrastrando el lastre de la corrupción; han preferido sumar fuerzas que reconstruir sus bases; se ajustan a lo pragmático y, por si fuera poco, continúan atormentados por la paliza que les propició AMLO en 2018.

Y si le seguimos sumando hechos y situaciones tan lamentables de la oposición, es que no tienen referentes. El presidente tuvo razón: están muy desdibujados. Son más los disparates que las propuestas; asimismo, no tiene soluciones, sino absurdos argumentos que, en alguna ocasión, sumieron al país en la desigualdad y la corrupción dándole pobreza a la sociedad civil, falta de oportunidades y desempleo, lo mismo inseguridad.

La oposición se encuentra en un laberinto de credibilidad. Y peor aún, está menguada.