Llegué a vivir hace seis años a la Ciudad de México estando embarazada de Sabina. Sin redes de apoyo familiares que pudieran ayudarme en los procesos tan complejos que implica la maternidad, los cuidados y la crianza de las infancias. En ese momento, lo más importante fue conseguir una estancia donde poder dejarla mientras trabajaba.

Recuerdo que caminé por horas buscando un espacio en el que pudieran cuidarla. Así llegué a un centro escolar en el que pagaba únicamente 300 pesos al mes porque pertenecía a la red de estancias infantiles del gobierno federal. Ahí le daban de desayunar a Sabina y una colación a medio día. Hice un par de cooperaciones para fechas específicas como el 30 de abril, día de muertos y celebraciones propia del calendario mexicano, nada onerosas.

A los pocos meses se anunció el cierre del programa de las estancias y de un número de 60 niños y niñas, el salón se redujo a menos de 8. Ninguna mamá podía pagar la nueva cuota de 2 mil 600 pesos que a partir de entonces, cobraría la propietaria del centro escolar. Platiqué con diversas madres y fue muy triste escuchar que muchas dejarían sus empleos, otras más encargarían el cuidado de sus infancias con quien pudieran. Ellas eran madres solteras y no tenían opción. No las he vuelto a ver.

Mujeres que llevamos solas la crianza de nuestras hijas e hijos, sabemos lo difícil que es empatar el espacio laboral con los trabajos de cuidados. Ninguna guardería cuida a un menor por menos de 2 mil 500 pesos al mes. El programa federal que sustituyó a las 9200 estancias infantiles y ahora otorga 1,600 pesos bimestrales es insuficiente, quienes lo reciben son apenas el 13 por ciento del total de madres que lo requieren en todo el país.

Cancelaron un programa que representaba un avance importante en los derechos de las mujeres y al mismo tiempo, no proporcionaron una opción funcional y real para el cuidado de las infancias. En la Ciudad de México, la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum ha hecho un esfuerzo considerable por mantener centros de desarrollo infantil y alcaldías también se han sumado. No así en el resto de las entidades federativas.

El cierre de escuelas de tiempo completo también es un golpe tremendo a las madres que tienen que trabajar para poder llevar ingresos a casa. Lo preocupante es que derivado de éstas acciones, podemos advertir un incremento en los abusos sexuales a infantes, maltrato y un mayor número de violencia intrafamiliar. Tan solo en las últimas semanas, Erwin de 7 años fue torturado y calcinado por su padrastro en Aguascalientes; una niña de 8 años abusada también por su padrastro en Michoacán, y así una serie de sucesos más han acontecido, cada vez con más violencia.

Cifras devastadoras nos muestran que en México, cuatro de cada 10 delitos sexuales son en contra de menores de edad; además, se calcula que cada año se cometen al menos 600 mil ilícitos de este tipo; sin embargo, estas cifras no son tan reales, debido a que se estima que sólo se denuncia uno de cada 100 casos de abuso sexual infantil porque la mayoría de esos abusos ocurre en casa por familiares y personas cercanas.

El panorama pone otro tema a la luz, el suicidio infantil. Desde hace diez años cada mes se registran al menos 52 suicidios infantiles; tan solo de 2008 a 2018, unos 6 mil 862 niños y jóvenes menores de 18 años se han quitado la vida, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, (Inegi) y si sumamos los números alarmantes de maltrato infantil en la pandemia, tampoco no son nada alentadores.

Hace apenas un día se discutió la reforma eléctrica y legisladores hasta acamparon en el recinto de San Lázaro para votar. Caso contrario, cuando se trata de la agenda de las mujeres no asumen con ese mismo interés y ahínco la defensa de nuestros derechos ni los de las infancias. Prueba del desdén son los 20 años que lleva en la congeladora la propuesta de realizar un padrón nacional de deudores alimentarios así como la nula cohesión política para poner de nuevo en la mesa del debate el regreso de las estancias infantiles que tanta falta hacen.

Si el motivo fue la corrupción imperante en el modelo calderonista, que se realice un nuevo esquema para que las infancias puedan estar seguras en espacios educativos y a las madres se les devuelva la independencia económica. Los estados y municipios también podrían destinar recursos propios para hacerlo posible. Es urgente la voluntad política.