Caín es famosísimo solo porque mató a su hermano Abel. Si es verdad lo afirmado en el Génesis, ese —un fratricidio— fue el primer asesinato de la historia.

Sintetizo los detalles de semejante crimen citando a Fernando Canillas de Rey, profesor de la Universidad Alfonso X el Sabio:

“Caín es el primogénito de Adán y Eva y se dedica a la agricultura, mientras que Abel es pastor. Ambos hermanos hacen sendos sacrificios a Dios. Abel le ofrece un primogénito de su rebaño y grasa, y Caín los frutos de la tierra. Dios mira con agrado al sacrificio de Abel y no al de Caín. Este se enfada y es reprendido por Dios. Caín lleva a Abel al campo y lo mata. Dios pregunta a Caín por el paradero de su hermano y niega saberlo. Dios recrimina el acto que ha hecho y lo maldice con una vida errante y estéril”.

¿Por qué tan injusto favoritismo? ¿Sacrificio bueno el de Abel y malo el de Caín? ¿Puede Dios ser tan miserable? Por lo menos no es de fiar, como dijo José Saramago, autor de la novela Caín. Claro está, no puede ser digno de confianza lo que no existe, menos aún si quienes se benefician de la idea de la divinidad lo hacen amparados en un supuesto libro sagrado, la Biblia, que Saramago correctamente describía como “un manual de malas costumbres, crueldad infinita, incestos y carnicerías”.

Pero, más allá de las atrocidades de los escritos religiosos, a veces las historias bíblicas son útiles para entender ciertas realidades.

Cainismo 4T

Existe en español una palabra —cainismo— derivada de lo que, según la Biblia, Caín le hizo a Abel. Significa: “Actitud de odio o fuerte animadversión contra allegados o afines”.

La Real Academia Española, para resolver todas las dudas, en su principal diccionario precisa el origen del vocablo: viene “de Caín, el primer fratricida, según la Biblia, e -ismo”.

Confieso que no conocía esa palabra hasta que la leí hace rato buscando en Google referencias sobre Caín. Encontré un artículo de El Mundo de España, de hace unos 8 años, relacionado con el hallazgo del primer cráneo de una persona asesinada.

Investigadores a quienes encabezaba la doctora en paleontología Nohemí Sala encontraron en una cueva del norte de España —en Atapuerca, Burgos— restos humanos de alguien que claramente había muerto por un fuerte golpe dado intencionalmente. Lo interesante es que el crimen ocurrió hace unos 430 mil años.

¿Tales restos eran los de Abel? Lógicamente no. Porque Abel no existió ni su hermano Caín —tampoco Adán y Eva—, ni hubo ni hay hi habrá Dios. Pero podemos darnos el lujo de pensar, solo para no arruinar el argumento, que sí se trataba del segundo hijo de Adán y Eva.

Del asesinato de Atapuerca la doctora Sala y sus colegas solo lograron afirmar que se trató de eso: un homicidio. No contaron con información suficiente como para conocer los móviles del criminal ni cuál era la relación entre este y la víctima.

En cambio, del asesinato de Abel, tal como ya vimos en la cita del profesor Fernando Canillas de Rey, la Biblia da detalles de todo tipo, que se sintetizan en que, por celos y envidia, Caín mató a su hermano.

Ojalá la 4T no pase las de Caín

Después del fratricidio, Dios condenó al homicida a vagar eternamente por la tierra soportando múltiples castigos. Es el origen de la frase pasar las de Caín.

Si AMLO no quiere que Morena pase las de Caín en las elecciones presidenciales de 2024, deberá trabajar mucho para que no se aparezca un fratricida entre los hermanos corcholatos y la hermana corcholata. Como muestra la historia, los pleitos de familia destruyen al más sólido de los proyectos políticos.

Es verdad, antes de los procesos electorales de importancia los hermanos con excesiva frecuencia se matan entre sí —políticamente hablando, desde luego, aunque a veces a los envidiosos se les pasa la mano y contribuyen a generar condiciones para magnicidios como el de Colosio; no olvidemos el papel tan lamentable que jugó Manuel Caín Camacho en la tragedia de Donaldo Abel Colosio

Hace unos seis años el propio Andrés Manuel López Obrador sufrió la traición de uno de sus hermanos de verdad, Arturo, quien apoyó al PRI de Veracruz. Caínes los hay en todas las familias.

Andrés Manuel ha dicho que la corcholata y los corcholatos de Morena son sus hermanos. Se expresa de esa forma para dar a entender que, como integran una felicísima familia cohesionada por la dicha inicua de estar en el poder, no hay ninguna posibilidad de pleito entre Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López. ¿En serio no?

¿Que no hay pleitos en las familias felices? ¡Por favor! Seguramente fue por la abundancia de conflictos entre hermanos desde el principio de los tiempos que la Biblia asegura que un fratricidio fue el primer crimen de la historia.

En la cueva de Atapuerca el asesinado hace 430 mil años si no era pariente de quien le quitó la vida, probablemente lo conocía muy bien.

Hasta en las mejores familias, cuando los celos y las envidias aparecen, invariablemente alguien se pone cainita y agrede al hermano que supone es el consentido del padre.

Andrés Manuel dice que la corcholata y los corcholatos de Morena son sus hermanos; más bien debería llamarles hijos —insisto, políticamente hablando—.

¿Es necesario jugar con las ilusiones de quienes aspiran?

Lo que sea, apasionado estudioso de las referencias bíblicas, el presidente López Obrador con certeza debe estar analizando quién podría convertirse en el Caín de la familia 4T. Es lo menos que puede hacer para proteger la integridad política de su Abel —o de su Abela— y con ello la consolidación después del 2024 del movimiento que Andrés Manuel pudo construir con tanto esfuerzo y luego de años de difícil lucha.

En la novela de Saramago, “Caín le dijo a Dios, hubiera dado mi vida por la vida de Abel, si tú no hubieses destruido la mía”.

¿Cómo fue que destruyó Dios la vida del fratricida? Simple y sencillamente dándole a entender que lo apreciaba tanto como a su hermano Abel, lo que no era cierto.

A finales de 1993, cuando se decidía la sucesión de Carlos Salinas, el entonces presidente desengañó a Manuel Camacho: no, no lo quería de la misma manera que a su hermano Luis Donaldo Colosio. Entonces, Camacho enloquecido por los celos y la envidia, optó por el fratricidio político. Pormenores de aquella historia podrá contárselos al presidente López Obrador alguien a quien hoy tiene cerca, Marcelo Ebrard, quien desde el inicio de su carrera estuvo todavía más cerca del fratricida Camacho. No acuso de nada al canciller, solo digo que conoce lo que hace tantos años ocurrió.

Andrés Manuel tiene suficiente poder, no necesita entonces jugar con su corcholata y sus corcholatos. Si ya se decidió por alguien, debe promoverle y ya. Quienes no resulten favorecidos, se resignarán o se irán a la oposición, pero disminuirá el riesgo del fratricidio. El presidente me diría quizá: “Dios, infinitamente más poderoso, tampoco tenía necesidad de jugar con los sentimientos de Caín, y lo hizo”. Eso sí.

Antes de que AMLO o sus asesores aseguren que se trata de poner a prueba a la corcholata y a los corcholatos, responderé a ese argumento con palabras de Saramago: “Dios le dijo a Caín, Quise ponerte a prueba, y Caín le respondió, Y quién eres para poner a prueba lo que tú mismo has creado.”

Andrés Manuel hizo a la corcholata y a los corcholatos porque les conoce y les ha probado desde antes. No tiene mucho caso que alimente la esperanza de quienes tanto se mencionan y es que alguien, a la hora del desengaño, podría encolerizarse y salir corriendo de Palacio a buscar una quijada para desahogarse golpeando a quien le superó. Los hermanos celosos y coléricos sobran.

¿Quién es el Caín de la 4T? ¿Quién el Abel o la Abela? Ni AMLO, tan experimentado, lo sabe a ciencia cierta. Tendrá sospechas y deberá actuar antes de que algo pase. Porque el cainismo surge hasta en la más resplandeciente de las familias.