Es sabido que Andrés Manuel López Obrador y Omar García Harfuch encarnan un violento antítesis.

Mientras el tabasqueño carece de linaje político; por su parte, García Harfuch es nieto de Marcelino García Barragán, militar y gobernador; pero, sobre todo, ostentaba el cargo de secretario de defensa nacional durante las represiones estudiantiles en el país de 1968, perpetradas por el ejército.

Asimismo, el padre de Omar, Javier García Paniagua, otrora titular de la Dirección Federal de Seguridad, encabezó la guerra sucia inquisitoria contra las izquierdas en México de los años 70, cuyos nefastas consecuencias abarcan desapariciones forzadas, opresión y crímenes de estado.

Y para colmo, el actual suspirante a la candidatura oficialista a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, durante años se desempeñó como el alumno estrella de uno de los némesis de AMLO: Genaro García Luna.

No puede existir mayor contraste entre dos personas, entre dos políticos, como el que se manifiesta al comparar las historias y presentes de estos dos personajes.

Esto no le resta méritos a Omar García Harfuch. Los antecedentes familiares no definen siempre las carreras políticas de las personas. En el caso particular que nos ocupa, Garcia Harfuch tuvo un brillante desempeño como secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México. Los números están a la vista. Y deberían ser suficientes para justificar sus aspiraciones políticas.

Además, un perfil como el de García Harfuch no sólo le garantizaría la Ciudad de México a los oficialistas, sino que seguramente le minaría puntos a la oposición en el poniente de la capital. Lo que debería resultar fundamental para las ambiciones del presidente, pues para éste el triunfo en 2024 no basta con ganar cargos, sino con lograr 200 distritos electorales para lograr en el Congreso la mayoría calificativa y poder operar sus planes consistentes en el desmantelamiento de las instituciones electorales y la reforma al Poder Judicial de la Federación.

Afortunadamente para la República, a los oficialistas no los mueve el pragmatismo político, sino la idolatría a su líder, el encono y el resentimiento social.

Bajo la premisa de que todos los fifís que ha incorporado Andrés Manuel al movimiento lo han traicionado—Téllez, Germán, Urzúa, Scherer, Olga—el ala radical oficialista se opone a la eventual candidatura de García Harfuch a la jefatura de gobierno capitalina y pretende imponer a la alcaldesa de Iztapalapa, Clara Marina Brugada Molina.

En su afán por descarrilar la pre candidatura de Garcia Harfuch, la estructura oficial de la CDMX boicoteó un evento de Claudia Sheinbaum en el Estadio Azul para demostrar que Omar no cuenta con operadores electorales.

Para suerte de Claudia, el fracaso de su favorito a sucederla no le significará una derrota. Pues la candidatura de Brugada no será resultado de la encuesta, sino de la norma en materia de paridad de género que impondrá el Instituto Nacional Electoral, en el sentido de que la coalición oficialista deberá postular a cuatro mujeres por lo menos a las nueve gubernaturas a disputarse.

Esas mujeres serán Clara Brugada—CDMX—, Rocío Nahle—Veracruz,— Sasil de León—Chiapas—y Margarita González—Morelos—.

El mismo Harfuch manifestó antes de ayer que sumará sus fuerzas a quien resulte vencedor de la encuesta en la Ciudad de México. Esta declaración anticipa que no habrá rompimiento.

El Partido Verde, por conducto de Jesús Sesma, había amagado con tronar la alianza en la capital de no resultar Omar el candidato. Del mismo modo, ya se echaron para atrás.

Es una pena para la CDMX que Harfuch no acabe siendo el abanderado oficialista, pues su triunfo no hubiera disgustado a nadie, más que a los entusiastas de la destrucción paulatina de nuestro país.

Creo que Clara es la favorita. Pero la oposición se quedará los distritos del poniente.

La lucha por el Congreso se mantiene.