La Iglesia católica atraviesa una crisis sin precedente. Luego de las revelaciones sobre los deleznables abusos de clérigos sobre niños y jóvenes en Francia, la Iglesia universal se encuentra ante una envergadura que exige reformas.

A la luz de los resultados de la investigación realizada por la Comisión Independiente sobre los Abusos en la Iglesia, al menos 200 mil víctimas han sido identificadas a lo largo de los últimos 70 años. Este informe ha generado un escándalo generalizado en Europa y obligó al papa Francisco a pronunciarse.

El lamentable asunto de la pederastia, desafortunadamente, no es ajeno a los católicos mexicanos. El bochornoso asunto del difunto Marcial Maciel lastimó severamente a la Legión del Cristo, y peor aun, a la Iglesia católica en su conjunto.

El papa Francisco, fiel a su formación jesuítica, ha empujado a la Iglesia católica hacia una apertura gradual en ciertos temas que lo permitan. En materia de la diversidad sexual, el pontífice ha puesto el acento en el hecho de que las minorías siempre serán bien recibidas en el seno de la Iglesia en tanto que hombres y mujeres libres e individuales que buscan acogimiento.

Sin embargo, a pesar de las presiones políticas y del fortalecimiento de las nuevas corrientes modernas de pensamiento, la Iglesia se ha mantenido firme frente a temas inabordables por ella, tales como el matrimonio entre personas del mismo género, y mucho menos, el aborto. Estas dos asignaturas, sobremanera controversiales y que ocupan un un espacio destacado en las agendas públicas, permanecerán cerradas para la Iglesia mientras esta institución funja como salvaguarda del Evangelio y del misterio cristiano.

El papa Juan XIII comprendió bien, en los años sesenta, la necesidad de una reforma que modernizase a la Iglesia, que desterrara al latín como lengua franca y que la institución fuese más cercana a los creyentes. El lector recordará que el Concilio Vaticano II se distinguió, entre otros elementos, por la introducción de las lenguas nacionales en la ceremonia de la misa.

En este tenor, el papa Francisco celebró en Roma, el pasado 10 de octubre, una misa de apertura del Sínodo 2023, el cual estará constituido por obispos de todo el mundo. Sin embargo, según ha trascendido, una consulta cuasi democrática será realizada alrededor del globo con el propósito de conocer la opinión de los católicos en asuntos como la labor de los laicos y sobre la solución de conflictos al interior de cada parroquia.

En este contexto, bien vale subrayar que no se trata de una consulta popular que pudiese poner en entredicho los valores fundacionales del dogma católico, la jerarquía eclesiástica o la autoridad papal. No nos equivoquemos. La Iglesia católica, sus dogmas y las verdades reveladas que ella custodia no estarán jamás sujetas a encuestas o plebiscitos.

No obstante lo anterior, sí que resulta necesaria una reforma al interior de la Iglesia universal que haga posible una evaluación exhaustiva sobre convicciones religiosas y condiciones mentales de todos los jóvenes que aspiran al sacerdocio. Un Concilio Vaticano III no debe esperar más. El futuro de la Iglesia universal lo exige.

José Miguel Calderón en Twitter: @JosMiguelCalde4