Incluso los que hablaban mal de todos, hablaron bien de ella. Conocí a varias personas que la escucharon/vieron, otros que fueron colegas o amigos: todos reconocían unánimemente su talento sobresaliente y sus cualidades artísticas del más alto nivel internacional. Cuando mucho, lanzaban una crítica a su deliberado porte de diva que algunos encontraban un tanto exagerado. Eso era en cuanto a lo externo, mas, ¿qué fundamentaba esas cualidades y características en el arte de interpretar el género operístico por parte de la soprano Gilda Cruz-Romo?

¿Cuáles son las bases y el bagaje que sustentan el reconocimiento, la trayectoria, la biografía artística anotada completamente de logros en los escenarios internacionales y en el despliegue de las partituras interpretadas? En el caso de Cruz-Romo, la disciplina absoluta, la necesaria, la obligada para aspirar a alcanzar lo más elevado posible en el arte interpretativo del canto operístico.

Por otra parte, ¿cómo sobreponerse a lo que un querido viejo maestro solía decirme sobre ese arte nacido en Florencia: “Opera is a wonderful art but a terrible busyness”? ¿Cómo sobresalir y sobrevivir? Y es que en la ópera no escasean las puñaladas por la espalda, o de frente. Sobre todo en los años en que ella inició y desarrolló la carrera; ahora, incluso en la ópera gana un poco más terreno la hipocresía de la corrección política. ¿Pero qué significa la disciplina absoluta?

|“La luce langue”, aria de la ópera Macbeth, de Giuseppe Verdi|:

No basta nacer con dones como la belleza de la voz y aun la física, o tener temprana habilidad para la música y la escena para coexistir en un tiempo, su tiempo, en que podía ser comparada y tenía que competir con no pocas sopranos asimismo de gran nivel internacional. Por mencionar algunos nombres sin ubicar ninguno por encima del otro: Renata Tebaldi, Leontyne Price, Gabriella Tucci, Rosanna Carteri, Mirella Freni, Renata Scotto, Monserrat Caballé, Kiri Te Kanawa, Teresa Stratas (María Callas entra en otro universo, además de que cuando la soprano mexicana iniciaba su carrera la griega comenzaba a extinguirse vitalmente).

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Ese es el nivel, el grupo en el que Cruz-Romo tenía que competir: y triunfó. De ahí que cuando regresara a México ni el peor crítico o el peor colega podía hablar mal de ella sin quedar como tonto. No sólo era la expresión viva de su canto en el Teatro del Palacio de Bellas Artes, la Sala Nezahualcóyotl, el Teatro Degollado o el Festival Cervantino, era ya su biografía artística la que hablaba por ella desde principios de los años sesenta del siglo XX.

|“I’o son l’umile ancella”, aria de la ópera Adriana Lecouvreur, de Francesco Cilea|:

En cuanto a la biografía de Gilda Cruz-Romo (1940-2025), se puede hacer una breve, no exhaustiva exposición que va desde su debut en Bellas Artes al inicio de su viaje por Estados Unidos, Europa, Sudamérica y Asia:

“Sus inicios,… como integrante del Coro del Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández en las giras a Europa, Asia y Centroamérica, mientras que su debut en el Palacio de Bellas Artes fue cantando las Bachianas Brasileiras Núm. 5 de Héctor Villa-Lobos con la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la dirección de Carlos Chávez.

“El 6 de septiembre de 1962 cantó su primer papel operístico, encarnando a Ortlinde en Die Walküre de Richard Wagner… Su debut estelar, también en el Palacio de Bellas Artes, fue en 1963 cantando Suor Angelica de Giacomo Puccini… en 1966 tuvo lugar su primera actuación internacional: la Ópera Cívica de Dallas… como la Dama de Lady Macbeth en Macbeth y como Giovanna en Rigoletto, ambas de Giuseppe Verdi. [continuó en] 1969 con la New York City Opera, en donde cantó el papel de Margherita en Mefistofele de Arrigo Boito… Su presentación estelar en el Met sucedió el 18 de diciembre de ese 1970, cantando Madama Butterfly de Puccini…

“[Prosiguió en] escenarios europeos como La Fenice de Venecia, San Carlo de Nápoles, Teatro Regio de Turín, Teatro Regio de Parma, Maggio Musicale Fiorentino, Sao Carlos de Lisboa, Palais Garnier de París e incluso el Teatro Bolshoi de Moscú, la Ópera de Israel y la Ópera de Tokio… en 1972 había realizado presentaciones en la Royal Opera House de Londres con Aida, y en 1973 en el Teatro alla Scala de Milán con la misma ópera. En 1974 hizo actuaciones en la Ópera Estatal de Viena con La forza del destino de Verdi; Manon Lescaut de Puccini en la Ópera de Roma y Aida en la Arena de Verona. El Gran Teatro del Liceu de Barcelona le abrió las puertas en 1974, en donde interpretó Tosca… En Santiago de Chile se presentó por primera vez en el Teatro Municipal en octubre de 1976 en Aida,… además de Tosca en el Teatro Colón de Buenos Aires en 1978…

“En 1990 regresó a la Sala Nezahualcóyotl para interpretar El amor brujo de Manuel de Falla con la Sinfónica de Minería y dos años después cantó la misma obra, a manera de despedida en México, en el Teatro Degollado de su natal Jalisco”. (Tomado de “In Memoriam Gilda Cruz-Romo (1940-2025)”. José Octavio Sosa. Revista Pro-Ópera, 01-07-25).

|“Se come voi”, aria de la ópera Le villi, de Puccini|:

Después de esa despedida de Guadalajara, continuó cantando recitales, pues se retiró de manera prematura de la ópera, y como profesora de canto en San Antonio, Texas. En uno de esos conciertos a piano en los 90’s, tuve la fortuna de verla/escucharla en vivo en la Nezahualcóyotl, cuando se ruborizó al anunciar al público que cantaría una canción que se llamaba o que su letra decía “hija de la guayaba”, en vez de “hija de la chingada”.

Pero volvamos al bagaje que sostuvo su constancia y solidez artística. De entrada, tuvo una familia que la apoyó desde el inicio. Después, muy pronto conoció a Carlos Chávez quien no sólo le ofreció una beca para estudiar en la Ciudad de México, también la hizo debutar con la Sinfónica Nacional que él dirigía. Alternadamente, estudió su voz con el barítono de prestigio Ángel R. Esquivel, “el maestro Esquivel no tuvo el tiempo para enseñarme todo, pero me lo dejó dicho con su filosofía de no aceptar papeles prematuramente, y con una técnica que hasta la fecha conservo. Cuando empecé a cantar roles más pesados, gracias a lo que él me enseñó, sabía cómo hacerlo por la técnica, y muchos conceptos que el maestro me dejó” (“Gilda Cruz-Romo, gloria de México para el mundo”. Entrevista de Erick B. Zermeño Morales. Revista Pro Ópera, 01-07-25). Y en cuanto al repertorio, ella misma dio mucho crédito a la pianista y preparadora musical del Metropolitan, Alberta Masiello.

|“Sempre libera”, de La traviata, de Verdi|:

Pero yendo al fondo de las cosas, se escucha en Cruz-Romo una emisión vocal rayana a la perfección técnica, orgánicamente afianzada en el manejo impecable del aire, colocación muscular y craneana totalmente consciente que se expresa en una afinación prácticamente inmejorable, dicción clara de todos los idiomas en que canta (italiano, francés, español, alemán), articulación precisa en la emisión, fraseo estudiado con evidente sentido musical, emoción mesurada sin patetismos: un control escénico total. Todo ello, reiterado todos los días en un contexto de estabilidad emocional y de satisfacción vital, condujo a la floración de la belleza del canto y el arte interpretativo de la soprano mexicana más trascendente del siglo XX (sin dejar de reconocer la presencia y los méritos de sopranos como Rosario Andrade o Irma González); del XIX había sido Ángela Peralta de quien, aunque existan el registro y las crónicas, nunca sabremos cómo era su voz ni su canto.

Y a propósito de grabaciones, Gilda Cruz no las hizo profesionalmente, pero su repertorio de casi quince años en el Metropolitan y las funciones en vivo de múltiples teatros del mundo, incluyendo México, está parcialmente disponible. Héctor Sosa se ha encargado de realizar la cura de dos discos: Grandes voces de la ópera en México Vol. II Gilda Cruz-Romo en el Palacio de Bellas Artes, del 2006, y Arias de Verdi en 2016, compositor que ella cantó con maestría; y recientemente, me informa, también publicó de manera privada una Tosca de 1980 con la OFUNAM; ellos fueron sus dos compositores signatura: Verdi y Puccini.

|“Ave María”, aria de la ópera Otello, de Verdi|:

Una reseña de Rafael Solana observa la primera aparición operística de la soprano “una joven debutante de voz muy bella, y a la que deseamos un porvenir brillante, Gilda Cruz; un nombre que ojalá veamos impreso repetidamente en los programas de las próximas temporadas nacionales…” (Rafael Solana. Revista Siempre!, 19 de septiembre de 1962; citado por José Octavio Sosa).

Y vaya que resultó de buen augurio. Gilda Cruz-Romo, además de ser la artista que se construyó con disciplina y conciencia, es un modelo ejemplar en los terrenos del arte e incluso más allá, en todos los espacios de alta demanda profesional. Por ello, la expresión de su arte resulta absolutamente admirable.

|”O mio babbino caro”, de la ópera Gianni Schicchi, de Puccini|:

Gilda Cruz-Romo 1940-2025

Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo