Según el Diccionario de la lengua española, en México la expresión pichonear significa “ganar a un jugador inexperto”.

En nuestro país —no lo dice nadie en la Real Academia Española, pero es la verdad— una pichonera tiene dos significados: “jaula de pichones” y “casa excesivamente pequeña”.

El pichón:, como todo el mundo sabe, es la “cría de paloma doméstica”.

He definido tales términos solo para decir que el anterior gobernador de Baja California Sur, Carlos Mendoza Davis, se confundió —todos los tecnócratas metidos a políticos se confunden— y quiso pichonear a la sociedad sudcaliforniana entregando jaulas de pichones como si fueran viviendas dignas.

Piensan que pueden engañar a todo el mundo las personas académicamente muy preparadas gracias a que son hijas del privilegio, como el caso de Mendoza Davis.

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Ángel Mendoza, padre del mencionado exgobernador, fue también gobernador, así que acumuló cierto patrimonio que permitió a su hijo, Carlos Mendoza, simple y sencillamente tomar el regalo que la vida le ofreció para, sin demasiados sacrificios, estudiar en la UNAM, la Cornell University, La Sorbonne y la London School of Economics and Political Science.

Sin duda, el exgobernador Mendoza Davis es un hombre preparado, pero no es un hombre sabio. Por eso, pensó que podía engañar a la gente.

Construyó en algunos municipios de Baja California Sur verdaderas pichoneras y las entregó a la población diciendo que eran casas.

Pero no son viviendas, son jaulas en las que ninguna familia puede vivir dignamente.

Están ubicadas las pichoneras en La Paz, en Comondú, en Loreto… y, de plano, son nada más —cito lo que leí en varias notas periodísticas difundidas en internet— “espacios de madera con una puerta y una ventana, con techo de lámina y sin baño”.

Cuartitos que sirven para todo: dormir, comer y cocinar… y sin baño; el techo de lámina les convierte en verdaderos infiernos durante el verano cuando la temperatura supera los 40 grados.

Solo por eso, el exgobernador Mendoza Davis ya tiene un lugar en el basurero de la historia; sus títulos académicos no le salvarán de ese castigo.

El nuevo gobernador, Víctor Manuel Castro Cosío, enfrenta el reto de hacer de las pichoneras viviendas verdaderamente dignas, y lo hará: luchador de izquierda toda su vida, no fallará a las familias sudcalifornianas más necesitadas.

Egresado de la Benemérita Escuela Normal Urbana de La Paz, El Profe cumplirá, a pesar de los problemas presupuestales, generados en parte porque el anterior gobierno derrochó los recursos públicos en insensateces como la de gastar 600 millones de pesos en el malecón de La Paz.

Ya ha iniciado el nuevo programa de vivienda de Baja California Sur. Debe ser la prioridad del gobernador de un estado que, por lo demás, cuenta en su territorio con algunos de los desarrollos turísticos más importantes y lujosos de México e inclusive del mundo.

Tanta desigualdad ofende y un político de izquierda como El Profe Castro debe combatirla, ojalá que con la ayuda de los grandísimos empresarios que tanto invierten en las playas de Baja California Sur.

Qué bueno que los empresarios inviertan, pero ganarán más en el largo plazo si, además de la rentabilidad financiera, aplican también criterios de productividad social; no hay otra forma para evitar la acapulquización del paraíso sudcaliforniano, una acapulquización que ya se asoma en Cancún.