Mi problema, que será el de decenas y hasta cientos de miles de personas, no radica en la falta de condición física para caminar del Ángel de la Independencia al Zócalo de la Ciudad de México.

Aunque ya soy un hombre bastante mayor de edad, todo un viejito, puedo sin dificultades recorrer a pie , sin descansar, distancias mucho más grandes que los cuatro kilómetros que según Google hay entre el inicio y el final de la marcha convocada por Andrés Manuel López Obrador.

Si planteo dudas acerca de llegar al Zócalo se debe a mi experiencia relacionada con otras grandes manifestaciones.

Creo que antes de que inicie la caminata en el que seguramente es el monumento más importante del Paseo de la Reforma, ya estará prácticamente lleno el Zócalo. Y no digo totalmente lleno porque así lo supongo, la organización cuidará de que queden libres algunos espacios para que Andrés Manuel y quienes caminen a su lado puedan entrar a la Plaza de la Constitución. Eso es correcto, ya que el presidente AMLO dará un mensaje, o es lo que creo que ocurrirá.

El problema será para los que marchemos detrás de quienes encabecen la marcha, quizá cientos de miles de hombres y mujeres de todo el país, alegres de celebrar de tal manera el cuarto aniversario de la 4T.

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Marcharé hasta donde me sea posible llegar. Invitaré a que me acompañen mis nietos mayores, a quienes les vendrá bien caminar varios kilómetros, pero sobre todo les beneficiará una lección de civismo.

Desconozco si habrá manera de escuchar el mensaje del presidente López Obrador en el Paseo de la Reforma o en la Alameda; de hecho desconozco si está programado un discurso de Andrés Manuel, ojalá sí.

Independientemente de hasta donde la multitud me permita avanzar, disfrutaré la fiesta cívica, pacífica y democrática del próximo 27 de noviembre.

Como en muchas otras grandes concentraciones organizadas por AMLO, el país entero estará al pendiente de la medición que se haga del número de asistentes.

Habrá polémica, sobrará gente que cuestione la marcha y la descalifique con el argumento vulgar y calumnioso de los acarreados. El entusiasmo y el optimismo de tanta gente refutará a la comentocracia que ya no sabe qué hacer para combatir a un presidente cuya popularidad crece con las agresiones mediáticas.

Los medios de comunicación no se cansan de sufrir derrota tras derrota en su insensato enfrentamiento con un presidente como AMLO que no los necesita.