Bien se disculpa el picar, por el gusto de rascar”.

REFRÁN

Dermatilomanía se llama el trastorno que hace que la gente tenga que rascarse continuamente. El Servicio de Salud británico (NHS, por sus siglas en inglés) ha dicho que quienes sufren esta enfermedad con frecuencia no se dan cuenta de que se están rascando o pellizcando la piel y dejándose marcas en ella. Exactamente así veo a los próceres de la 4T: rascándose y rascándose la fea verruga de la intolerancia.

Durante décadas, comentócratas como Epigmenio Ibarra actuaron de defensores de la libertad de expresión, un derecho fundamental que si algo exige es respeto a las opiniones distintas. Pero hoy que están en el poder no soportan que alguien les lleve la contra. Tantita congruencia, por favor.

Todavía no llega la 4T a la represión abierta (creo), pero los señores que marcan el rumbo ideológico del gobierno de AMLO han dado firmes pasos en esa dirección. Ojalá rectifiquen porque a veces se acercan peligrosamente a la censura.

Es lo que hizo hoy en Radio Fórmula el afamado Epigmenio al exigir a Ciro Gómez Leyva —y a muchos otros periodistas— disculparse simple y sencillamente porque, el pasado sexenio, realizaron en forma más que correcta su trabajo. ¿Qué hicieron Ciro, Carlos Marín y otros que hoy tanto enoja a Ibarra y a su líder AMLO —también por cierto a la señorita Liz Vilchis, la de la sección de las mentiras de la semana presente los miércoles en las mañaneras—? Haber difundido y haberle dado la mucha o poca credibilidad que cada quien quiso a la verdad histórica sobre la tragedia de Iguala.

¿Que la 4T tiene otra verdad distinta (y ni tanto) acerca de lo que pasó a los estudiantes de Ayotzinapa? Me alegro. Ahora que demuestre que es una mejor verdad que la de Murillo Karam o, por lo menos, que es una verdad realmente distinta. Porque no me vengan con el cuento de que Alejandro Encinas ha hecho una maravillosa investigación que ha dado resultados absolutamente originales.

Por lo que a mí respecta, la verdad histórica del sexenio pasado y la nueva verdad del gobierno de López Obrador son iguales en lo esencial: a los 43 muchachos los asesinó el crimen organizado con la participación —así sea en calidad de omisión— de elementos de las policías locales y de las fuerzas armadas federales.

Mucho me temo que todo este picar y picar con el asunto de la nueva investigación —por el puro gusto de rascar— obedece a la necesidad de la 4T de ocultar que el presidente AMLO no cumplió la exigencia de los padres de las víctimas, quienes querían a sus muchachos vivos porque así, vivos, se los llevaron en Iguala (¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!, gritaba Epigmenio y todo ese grupo obradorista). López Obrador y su equipo alentaron con fines políticos la esperanza de que era posible encontrarlos sanos y salvos. Ahora que se rindieron y/o que ya no les sirve ese discurso, exigen que se les aplauda. Nomás faltaba.

Y, además del aplauso generalizado, demandan que se disculpen todos aquellos que difundieron lo que había dicho Murillo Karam: que los estudiantes habían sido asesinados (ojo, en su momento también subrayé lo inaceptable de la exigencia de Marín en el sentido de que los padres de las víctimas se disculparan con Jesús Murillo).

Exigencias tan absurdas (como erradas), insisto, son el principio de la censura. Y esto es altamente peligroso para la democracia mexicana.

¿Ya no se vale, señor Epigmenio Ibarra, pensar distinto a usted? ¿Es obligatorio disculparnos con AMLO por el único pecado de no coincidir? Si alguien debe disculparse es usted por tratar de imponer ahora un pensamiento único. Es lo que pretende la 4T, claro que sí, con la ridícula sección de Miss Vilchis y con tantas críticas de AMLO a medios y periodistas.

Se esfuerzan en la 4T por actuar como los peores dictadores de izquierda y derecha que —cito a Mario Vargas Llosa— utilizan el chantaje para censurar y acallar a la disidencia; para controlar el flujo de información. Dijo Vargas Llosa: “Se puede medir la salud democrática de un país evaluando la diversidad de opiniones, la libertad de expresión y el espíritu crítico de sus diversos medios de comunicación”.

Andrés Manuel nunca calló en el autoritarismo, ni usted lo hizo señor Ibarra. Pero tampoco el despotismo del viejo PRI silenció a periodistas valiosos y valientes como Ciro Gómez, Julio Scherer, Carmen Aristegui y muchos, muchos, más a quienes hoy ustedes pretenden acallar con vulgares chantajes, como ese de exigirles que se disculpen (además de otras monadas como que divulguen sus finanzas personales).

Discúlpese usted, Epigmenio. Demuestre que en verdad le importa la libre expresión. Hágalo o sígase rascando y rascando en la llaga del autoritarismo que le ha brotado en la piel. Porque a mí, se lo digo con sinceridad, me da igual lo que usted y AMLO digan o hagan; a nosotros, se lo aseguro, no nos callarán.