“Los mexicanos nacemos donde nos da la gana”, decía Chavela Vargas. Y pocas frases podrían describir mejor lo que significa la historia de Gloria Rosado López, campechana de origen, hija del recordado Enrique Rosado Méndez y hermana de Edilberto Rosado, entrañable político y líder muy querido en su tierra natal.

Desde hace años, Gloria vive en Quebec, Canadá, donde decidió seguir su vocación de servicio público y su compromiso con la comunidad migrante. Este año participó en la elección municipal de Westmount, una de las localidades más emblemáticas de la provincia y estuvo —literalmente— a cuatro votos de hacer historia.

La noche del conteo inicial, Gloria Rosado López había ganado por un solo voto, una hazaña que celebraron no solo sus simpatizantes, sino también la comunidad mexicana y latina en Canadá. Pero al amanecer, tras revisarse los llamados votos verdes —el equivalente canadiense al voto especial o voto por correo—, el resultado cambió: el candidato oficial terminó superándola por apenas cuatro sufragios.

En México, lo llamaríamos con ironía el voto del mapache electoral. En Canadá, fue simplemente la aplicación estricta del procedimiento democrático. No hubo fraude ni trampa, solo la demostración de que la democracia puede girar entera con un solo papel depositado en la urna.

Más allá del desenlace, la experiencia de Gloria deja una lección poderosa: la participación importa. Su campaña, modesta pero valiente, fue un ejemplo de integración cívica y de representación de las mujeres migrantes mexicanas en el extranjero.

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Porque aunque no ganó el cargo, sí ganó el derecho de haberlo intentado, y con ello, abrió un espacio simbólico para todas las que vendrán después.

Gloria Rosado López es, en esencia, un puente entre Campeche, México y Quebec, una mujer que demuestra que la identidad no se abandona, se transforma. Que las fronteras no son muros, sino puntos de partida.

Al final, su historia es la de una mexicana que nació en Campeche, floreció en Canadá y nos recordó que cada voto cuenta, incluso el que duele.

Y sí, tenía razón Chavela:

Los mexicanos nacemos donde nos da la gana… Pero florecemos donde decidimos construir comunidad.