Día con día el ambiente sucesorio en México será más difícil de disimular durante este año 2023; en el 2024, obviamente ya imposible. Tres son las ‘corcholatas’ más visibles, tanto por su desempeño, su aceptación popular, pero lo más importante aquí es tener en cuenta cuál de ellos garantizaría una continuidad fundamental en el rumbo de nación impuesto ya por la Cuarta Transformación.

Y es que el temor, bien fundado, de no pocos respecto al todavía canciller Marcelo Ebrard como presidente de la República es creciente. A Marcelo le cuesta, y mucho, hablar de la 4T y también de los logros del presidente Andrés Manuel López Obrador; si lo hace, es porque si se le ocurriera lo contrario, se le esfumaría en definitiva e ‘ipso facto’ la posibilidad de la tan ansiada, a veces aparentaria, de forma obsesiva, candidatura presidencial abanderado por Morena. Voy más allá, me atrevo a decir, que de no ser por los gigantescos números en las preferencias electorales en favor del partido en el poder, este personaje ya estaría preparando su campaña siendo el postulante por el partido con el que tiene afinidad (de toda índole) total, que es el partido naranja, MC, del cual ya fue militante e incluso precandidato frustrado a una diputación federal.

Pero hay otros dos aspirantes, que sería un error infantil no tomarlos en serio, y que han venido creciendo de manera sostenida e importante, que son el senador Ricardo Monreal Avila y el diputado Gerardo Fernández Noroña, este último ha subido y lo seguirá haciendo como la espuma, a raíz del fallo en contra de Genaro García Luna en una Corte de los Estados Unidos.

Fernández Noroña nunca “estuvo loco”, no solo eso, sino que siempre tuvo la razón, y mostró una valentía solo comparada con la de legisladores como Serapio Rendón y Belisario Domínguez durante el espurio mandato del CHACAL Victoriano Huerta. Ante este escenario, el único frente político capaz de conquistar la candidatura presidencial debiera ser uno encabezado por el hoy Secretario de Gobernación tabasqueño, Adán Augusto López Hernández, que por su formación y origen, sería, junto con sus eventuales aliados en ese nobilisimo fin, Fernández Noroña y Ricardo Monreal, los garantes de la continuidad; ambos por supuesto con más que firmes convicciones en cuanto a los principales ejes del profundo movimiento social, hoy convertido en gobierno y ya puestos sus cimientos, conocidos como la cuarta transformación de la vida pública en México.

Si no queremos ver a un Ebrard suspendiendo programas y obras insignia, como (por solo citar una) los bancos del bienestar, o retomar las privatizaciones y buena parte del credo neoliberal, bien haríamos formando un frente pro continuidad del actual proyecto alternativo de Nación, que si bien su cimentación es ya más que firme, los riesgos de desviaciones y esfuerzos echados por tierra están aún latentes; este frente debe ser acaudillado por Adán Augusto López Hernández, con el firme, indispensable y convencido apoyo de Fernández Noroña y Ricardo Monreal.