EL ASESOR DEL DESGASTE
Antonio Solá, el estratega político que hace años acuñó la frase “AMLO, un peligro para México”, vuelve a aparecer en el centro del país. Esta vez, no en la capital, sino en el Bajío—más precisamente, en San Luis Potosí—patrocinado por un personaje oscuro que, como era de esperarse, busca instalar una estrategia de manipulación mediática con un único propósito: aplastar a quien se oponga al avance de un nepotismo desenfrenado en tierras potosinas.
Para quienes no lo ubican, Solá es un consultor político español cuya trayectoria lo ha vinculado a campañas electorales en América Latina. Sin embargo, su sello característico no es el debate de ideas, sino la guerra sucia. Se le asocia con estrategias de comunicación diseñadas para difundir información negativa o difamatoria contra adversarios políticos, una práctica que, lejos de enriquecer la discusión democrática, contribuye a la polarización social.
Hoy, esas mismas tácticas han aterrizado en San Luis Potosí, en un contexto que debería estar marcado por el debate serio y la competencia de propuestas, pero que se ha visto ensombrecido por la anticipación de campañas de desprestigio. En lugar de fortalecer el ejercicio democrático, el proceso sucesorio comienza con ruido mediático, ataques personales y una agenda política que privilegia la confrontación sobre el diálogo.
Lo más preocupante es que este enfoque contrasta profundamente con las directrices de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien ha insistido en la necesidad de erradicar el nepotismo, promover la austeridad y dignificar la política con un enfoque en el bien común. Pero mientras a nivel nacional se busca consolidar un discurso de unidad y transparencia, en San Luis Potosí se apuesta por operadores de la división y estrategas del caos, quienes trabajan no para fortalecer el debate, sino para desarticularlo.
Este tipo de estrategias no solo afectan a los adversarios políticos; el verdadero damnificado es la ciudadanía. La sociedad queda atrapada en una red de falsedades y ataques, perdiendo de vista los temas fundamentales, como la seguridad pública y el desarrollo del estado. En lugar de consensos y acciones coordinadas, impera el escándalo y la confrontación, dejando en el abandono las responsabilidades esenciales del gobierno.
Así, la política se convierte en un campo de batalla personalista, donde la ambición de unos pocos prevalece sobre el bienestar de todos. Y en este juego perverso de desinformación y conflicto, los potosinos quedan a merced de un sistema que, lejos de representar sus intereses, los arrastra hacia una crisis de legitimidad y gobernabilidad.
Se vienen altas temperaturas políticas en San Luis Potosí, pues todo apunta a que se estimule la próxima contienda de contenido bazofia, en un capítulo más con el sello negro de el “señor Solá”.