AMLO es el “gran elector” en la 4T y ha puesto a jugar tanto a sus “corcholatas”, como a los dirigentes de los partidos opositores, tal cual las viejas entrañas del sistema priista y ahí se inscriben de entrada, las “corcholatas”, antes “tapados”, con la esperanza de ser ungidos por el dedo del gran elector.

Como antaño, cada uno en su estilo y desde sus creencias y suposiciones se desviven por alagar al presidente.

Claudia Sheinbaum

La jefa de gobierno de la CDMX prácticamente se ha mimetizado con AMLO, trata de hablar como él, de actuar como él, de pensar como él, pero no es él. Se le ve mecánica, actuada, sin pensamientos ni ideas propias, simplemente hace lo que se le ordena sin importar las consecuencias.

Claudia se lanza constantemente en contra del único aspirante que quiere ir por su propia cuenta y su propio discurso, asegurando que no son tiempos de “renunciar”, que lo preferible es seguir bajo el control del presidente y aprovechando todos los recursos del Estado para las campañas.

Adán Augusto

Intenta ser el operador político de AMLO y para ello está dispuesto a cumplir todos sus caprichos, ideas u ocurrencias. Se muestra dispuesto a amedrentar a quien tenga que hacerlo, convencer a los indecisos, vaya, hacer el trabajo sucio sin importar nada más que quedar bien con su jefe.

No le importan las rechiflas como la que le dieron en un parque de beisbol, como no le ha importado utilizar los recursos del Estado para hacer campaña, mientras AMLO esté de acuerdo, todo está bien.

Marcelo Ebrard

El canciller sabe que no es el preferido. Conoce a su jefe desde hace más de tres décadas, cuando era secretario de Manuel Camacho y lo utilizaban de golpeador, cuando le pagaban por organizar sus éxodos para fastidiar y hacer ver mal a otros aspirantes a la presidencia frente a Salinas.

Ahora, al aproximarse la elección, trata de jugar dos cartas, con el presidente y con la oposición.

Con el presidente, “aguanta”, avalando o callando las barbaridades diplomáticas en las que incurre, como la carta al Parlamento Europeo o la carta al presidente Chino o las agresiones a la administración Biden y los halagos a Trump; que la Guardia Nacional reprima a los migrantes, o tener que doblarse frente a Trump, él acepta todo.

Pero, por otro lado, coquetea con la oposición, sobre todo con Movimiento Ciudadano de Dante Delgado y con los líderes de los partidos políticos de oposición que, actúan exactamente igual que AMLO, jugando el juego del dedazo.

Ricardo Monreal

El líder del Senado ha jugado exitosamente el papel más “agachón” de todos, aguantando una y otra vez que lo dejen como tonto y vapuleado en su posición como pastor de los senadores de Morena y aliados. Solo como un ejemplo, el tema del INAI; primero AMLO vetó el acuerdo del Senado para nombrar a dos comisionados, asegurando que fue un contubernio entre Monreal y el PAN; luego llegó Adán Augusto y transmitió las órdenes del presidente de que dejaran desaparecer al instituto de la transparencia; y, menos de dos semanas después, alcanzó un acuerdo con la oposición para nombrar a un solo Consejero, pero el presidente lo echó para atrás.

Entre tanto coqueteo, Monreal y Ebrard se podrían quedar como el “perro de las dos tortas”, porque ni con la oposición quedan bien, ni mucho menos con AMLO, el gran elector.

El “tapadismo” y el “dedazo” a su máxima expresión o Morena es la nueva cara del viejo PRI.

¿Y la ciudadanía?

La verdadera pregunta aquí al ver cómo un puñado de personas elegirán sus alternativas tanto del régimen como en la oposición, es continuar organizándonos y demandando elecciones primarias, gobiernos de coalición, trabajo de base y plan de gobierno.

¿O tenderemos que votar en contra y no a favor por qué no nos queda de otra?

Twitter @diaz_manuel