En mi anterior columna, expliqué que el nuevo gobierno de Quintana Roo, encabezado por Mara Lezama, debería sumarse a la estrategia federal de asumir un papel rector del estado de derecho laboral, no dejar a las partes resolver en tribunales la solución al cumplimiento de las normas laborales, sino que debería ser vigilante y sancionar justamente en las fuentes de trabajo, cuando se están ejerciendo y generando los derechos a los trabajadores; que una forma objetiva de lograr esto era mediante las inspecciones laborales en las fuentes de trabajo, como lo acaba de reformar la secretaría del trabajo federal.

También sostuve que era muy difícil sostener la seguridad, la cohesión social y el status quo cuando la clase trabajadora tiene uno de los ingresos más bajos del país, que nos les permite acceder a una vivienda, a dar la subsistencia mínima a su familia.

Recibí muchos mensajes en el sentido de que esto debía decirse, analizarse, pues no se pueden afrontar los problemas del estado sin abordar la dificultad multicausal de los complejos problemas que se viven todos los días en el más grande destino turístico del país.

Por ello abordaré un tema en particular que tiene múltiples aristas, me refiero al de la imposibilidad de conseguir vivienda por parte de los trabajadores de Quintana Roo. Dijimos que llama mucho la atención que no se vean grandes ciudades de INFONAVIT a lo largo del estado, es decir, que las constructoras no han desarrollado estas opciones de vivienda, como sucede en otros estados, por la simple razón de que los salarios de los trabajadores no son atractivos para adquirir una casa de INFONAVIT.

Hoy vemos a todos los hoteles con dificultad para conseguir trabajadores, por más ferias de empleo que se hacen, por la publicidad de trabajo que haya, pero es que en pandemia se despidieron de forma masiva a miles de trabajadores, los cuales no habían hecho arraigo en Quintana Roo, y una de las razones de esa falta de arraigo es que no pudieron comprar una casa, pues durante los últimos diez años la mayoría habían trabajado bajo la sombra de la subcontratación, que los mantuvo cotizando con salario mínimo, por lo que sus créditos son bajísimos.

A la subcontratación se le suma un fenómeno económico que no es menor, pues la mayoría de los hoteles tampoco les integra el ingreso de propinas a su salario, incluso ahora que ya regresaron a la nómina formal y dejaron de subcontratar, sigue esa evasión fiscal, perdiendo el trabajador casi el 40% de su ingreso de salario cotizable al IMSS e INFONAVIT, pues las propinas no las informan al SAT, ni al IMSS e INFONAVIT, pues al entregarlas directamente al sindicato para que las reparta, por el contrario deducen ese ingreso, violando la Ley Federal del Trabajo. En una investigación de la facultad de economía de la UNAM se revisaron que la mayoría de los contratos colectivos de trabajo de los hoteles del país, incluyendo Quintana Roo, tienen esa prestación, que aun cuando es dinero que sí recibe el trabajador le está repercutiendo en su derecho a poder adquirir una vivienda digna.

La hotelería se está mordiendo la cola, lleva décadas generando la condición de degradación social laboral, subcontratando y evadiendo derechos como la integración del salario de cotización, lo que está resultando en una crisis de trabajo, pero también en una descomposición social, que en nada favorece a la industria del turismo. Se tiene que replantear el pacto social de desarrollo en Quintana Roo y para ello es fundamental que el gobierno asuma una actitud activa, que permita seguir construyendo y desarrollando, pero no sólo en las franjas de playa, sino a todo el conglomerado social, en un estado que tiene todo el potencial para hacerlo. Hay muchas esperanzas depositadas en el nuevo gobierno.

Vladimir Ricardo Landero Aramburu, Maestro en Derecho por la UNAM.

NOTA. En alguna ocasión, al cuestionar sobre el uso de los contratos de 28 días que les hacen firmar a los trabajadores de la hotelería, me explicaban que la gente esperaba al final de mes ese pequeño finiquito de vacaciones y aguinaldo para completar el mes. El hotel sentía que le estaba haciendo el favor, cuando en realidad era el bajo salario que pagaba lo que orillaba al trabajador a aceptar esa aberración jurídica de los contratos por tiempo determinado simulados.

Twitter: @riclandero