Refutaciones Políticas

La clave del dominio neoliberal no radica en la imposición externa, sino en la aceptación interna. Esta es la forma más sofisticada de poder: aquella que transforma la obediencia en elección. Desde el siglo XVI, Étienne de la Boétie advertía sobre la ‘servidumbre voluntaria’, es decir, la aceptación por parte de los pueblos de un poder que los oprime, no por coacción, sino por hábito, comodidad o ilusión.

En el presente, esta figura ha mutado en el sujeto que no sólo tolera su explotación, sino que la justifica en nombre de la productividad, el mérito y el progreso personal. Foucault analizaría este proceso como la interiorización de la norma: no se necesita represión cuando el sujeto ha incorporado al poder como forma de vida. El esclavo moderno, bajo el opio que emana del discurso de los derechos humanos, se gobierna a sí mismo con más severidad de la que cualquier amo habría impuesto.

Reapropiar el deseo

Si la libertad no es ya un contenido jurídico, sino una potencia subjetiva, su recuperación exige una reapropiación radical del deseo. Deseo de emancipación, de ruptura, de alteridad. El deseo no es simplemente un impulso: es una orientación ontológica hacia lo posible, y como tal, puede ser sofocado o encauzado. El neoliberalismo ha hecho lo segundo: ha canalizado el deseo hacia el consumo, la competencia y el reconocimiento vacío.

Repolitizar el deseo implica devolverle su carácter conflictivo, su negatividad productiva. La historia sólo avanza cuando el deseo se confronta con la realidad y la quiere cambiar. Mientras el deseo esté domesticado, la libertad será una palabra vacía. Es urgente volver a imaginar un horizonte donde la libertad no sea sólo elección entre productos, sino posibilidad de transformar las condiciones mismas de existencia.

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Conclusión

La dialéctica del amo y el esclavo nos recordaba que la conciencia nace del conflicto y que la libertad es fruto de la mediación con el mundo. Hoy, en un mundo donde el esclavo ha sido convencido de que ya es libre, la historia parece haberse detenido. Pero ese estancamiento no es definitivo: es un síntoma. El síntoma de una subjetividad anestesiada, de un deseo secuestrado, de una conciencia que ha olvidado su fuerza histórica.

Recuperar el deseo de libertad no es un acto romántico, sino una urgencia política. Sólo quien desea puede emanciparse. Y sólo quien se emancipa puede volver a poner en movimiento la historia. “Cuando el esclavo olvida su deseo de libertad, el amo ya no necesita látigo. El silencio basta.”