Cercanía de Juana Inés de Asuaje o Asbaje

El 12 de noviembre es aniversario del nacimiento de Juana Inés de Asbaje (o Asuaje) y Ramírez de Santillana. Nacida en 1651 según algunos, 1648 de acuerdo con otros, en Nepantla, cerca de Amecameca, provincia de Chalco, hoy Estado de México. La fecha del fallecimiento sí es clara, el 17 de abril de 1695 en la Ciudad de México.

No es que haya estado ausente de su poesía y su prosa o de estudios en torno a su vida, obra y tiempo, pero recientemente he estado cerca de Juana Inés. He intimado un poco más con ella, me he aproximado tanto a episodios que se consideran célebres como a momentos poco conocidos y aun avanzado en la compresión de su poesía que aunque bella no deja de ser compleja.

En particular, fui invitado por la UNAM a escribir las notas al programa de mano de la ópera La sed de los cometas, con música de Antonio Juan-Marcos y libreto de Mónica Lavín. La obra que recrea la vida del Fénix de México, fue estrenada el pasado 30 de agosto en la Sala Nezahualcóyotl por la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata. También participé, el 4 de noviembre, junto con María Teresa Careaga Medina, en Conversaciones con la Historia, que dirige Aquiles Cantarell, en el programa Juana Inés de la Cruz: Fénix de México. Finalmente, durante 9 meses de este 2022 formé parte de un diplomado en Creación Literaria por el Centro Xavier Villaurrutia del INBAL, en que Juana Inés estuvo siempre como una presencia natural durante los tres módulos de poesía.

Entonces, me he formulado una pregunta, cuando regresamos a ella, ¿estamos ante una resurrección de Sor Juana en nuestro tiempo y a la vez ante una restitución de su tiempo?

El extraordinario ensayo de Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe (1982), se propone una restitución de la época de la monja singular –Nueva España, segunda mitad del siglo XVII-, así como de su vida y obra. El poeta establece que una obra sobrevive gracias a las interpretaciones diversas de las distintas generaciones; se trata en realidad de resurrecciones sin las cuales no habría obra, “la obra traspasa su propia historia sólo para insertarse en otra historia”. Es decir, propone una resurrección dentro de una restitución para que haya interpretación.

En la juventud de Paz, Sor Juana era ya un texto vivo más que una reliquia histórica gracias a otro poeta, Amado Nervo, que en 1910 dedica su libro Juana de Asbaje, “a las mujeres de mi país y de mi raza”. Desde entonces se desgranan estudios, investigaciones y aproximaciones a su obra hasta llegar al magistral ensayo de Paz. Incluso, el cine ya sonoro la recrea en Sor Juana Inés de la Cruz, de 1934, con Andrea Palma, película dirigida por Ramón Peón. Y la exploración a nivel internacional ha crecido, pues no pocos la consideran, Dorothy Schons, por ejemplo, la primera feminista del continente americano.

Hablar de resurrección parece un tanto exagerado, porque Juana Inés de Asbaje (Asuaje, según algunos investigadores y sorjuanistas, de acuerdo al acta de profesión de sor Juana del 24 de febrero de 1669; la u y la b entraron en cierta confusión gráfica en tiempos pasados), llamó la atención aun desde la infancia, al ganar concursos con el talento que la llevaría como adolescente a vivir al Palacio de los Virreyes de Mancera, entre 1664 y 1665, como Dama de Compañía de la virreina Leonor María de Carreto, y disfrutar así de la vida palaciega artística y literaria antes de ingresar a la relativa reclusión conventual. Su intensa relación con la virreina María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, Marquesa de la Laguna, también es producto del ingenio que en 1689 conquistará la publicación en España de Inundación Castálida; obra de ingenio poético, literario, dramatúrgico, musical, culinario y aun científico. Y asimismo que escriba, para sus hermanas portuguesas, los Enigmas a la casa del placer, que derivará en su consideración como Musa Décima, Fénix de México, Poetisa de América, San Agustín de las mujeres. Y al morir de manera prematura, su vida y obra eran del interés generalizado. En 1700, a cinco años de su fallecimiento, Juan Ignacio de Castorena publicó en Madrid una antología de su poesía. En el siglo XVIII era ya considerada como una autora clásica para la poesía teniendo a Primero Sueño como una obra maestra; una compleja creación de orden poético pero también filosófico:

Paz considera que la mejor interpretación de este difícil poema es la del padre Calleja, lector inteligente y admirador de Sor Juana. Para este sacerdote, el poema tiene el siguiente significado:

“Siendo de noche me dormí. Soñé que de una vez quería comprender todas las cosas de que el universo se compone. No pude. Ni aun divisas por categorías ni a un solo individuo. Desengañada, amaneció y despertó”. Sintetiza Paz: El cuerpo duerme, el alma está despierta, se lanza al espacio para conocer los secretos del universo. Primero sueño es un delirio racional. Su tema, el conocimiento o mejor dicho, el acto de conocer, es poco frecuente en la historia de la poesía; prácticamente inédito antes de Sor Juana. Un poema de concepción filosófica y espiritual que en México se le considera dentro de un pequeño grupo que incluye a Muerte sin fin, de José Gorostiza, Blanco, del propio Paz, y algunos agregan a Canto a un dios mineral, de Jorge Cuesta; del siglo XX, estos tres.

Lo cierto es que las generaciones, al transcurrir cien o trescientos años, continuaron leyéndola ya sea con ojos propios, de intérpretes de su generación o incluso tratando de escudriñar el propio tiempo de Sor Juana. Hoy, 327 años después de su fallecimiento, se hace una relectura generacional de Sor Juana que puede llegar incluso a la polémica en ciertas perspectivas radicales del feminismo. Relectura que es una transposición del tiempo, una ocasión para la reflexión y acaso para la acción. Sor Juana de finales del Siglo XVII, interpretada por los ojos y la sensibilidad de la tercera década del XXI. Una interpretación contemporánea de una Juana Inés que no resucita sino que siempre ha vivido por su obra y sensibilidad, que nos lleva a la restitución de su época y nos trae de vuelta a la nuestra, plena de sentido estético y múltiple significado.

Escenas de la película Sor Juana Inés de la Cruz, de 1934:

Sor Juana Inés de la Cruz, la película

En esta cercanía con Juana Inés y viendo el filme de 1934 Sor Juana Inés de la Cruz, dirigida por Ramón Peón y con Andrea Palma como protagonista, descubrí un increíble error. No sólo increíble porque haya sucedido y se haya dejado pasar, también porque no he encontrado registro que lo haya hecho notar con anterioridad. Antes de la develación de ese error, hay que decir que la película si bien observa una interpretación integral del personaje y se atiene a los hechos principales, guarda una distancia en relación a la versión de Paz. Por ejemplo, este sugiere que la soledad personal de Juana Inés, más allá de su talento, explica eventos como el hecho de que viviera en Palacio, incluso no considera absurdo pensar que el Marqués de Mancera tuviera aproximaciones de carácter sexual con ella dada la precocidad femenina de aquellos tiempos (como los de estos, en distinto sentido), también refiere la singular relación de la madre de Juana con dos amantes a lo que se agregaría la relación de la poeta con la Marquesa de la Laguna. En fin, donde Paz encuentra resquicio a la perversidad, Peón halla pureza de almas bondadosas; en la película todos son buenos exceptos los malos.

Pues bien, la cinta recrea una de las célebres anécdotas en torno a la vida palaciega de Juana Inés. Cuando el virrey Marqués de Mancera reúne en Palacio a cuantos hombres profesan Letras en la Universidad. Un total de 40 sabios de la ciudad con objeto de examinar el talento e ingenio de Juana Inés -”para ver si cuanto sabía la joven –la muy querida de la señora virreina- era ciencia infusa o adquirida”-. En la película, los sabios formulan cuatro preguntas. Desconocemos la realidad de estas, pues difícilmente habría un cronista que en esa época las registrara. Acaso Sigüenza y Góngora anduvo esa noche por ahí; la referencia es de Diego Calleja, su primer biógrafo.

Sabio 1: ¿Qué noticias tenéis de Copérnico?

Juana Inés: A él se debe un nuevo examen de los sistemas astronómicos renovando aquel que nos legaron los antiguos filósofos griegos.

S2: ¿Qué sabéis de los médicos de la antigua Grecia?

JI: Recuerdo a Hipócrates, que emancipó a la medicina de la teúrgia y de la filosofía. Para él, la medicina debe depender del arte de la expectación clínica y de la observación.

S3: ¿Y dónde tuvo su origen la comedia? (este sabio es el más puntilloso).

JI: En Grecia, con Aristóteles, que combatió valerosamente la corrupción del Senado en Atenas. De sus obras he leído Los caballeros, Las avispas y La paz.

S4: ¿Qué hecho notable refiere la historia del reinado de Felipe II?

JI: ¿Os referís acaso a la Batalla de Lepanto?...

Ahí hay un corte y se pasa a otra escena. ¿Ya repararon en “el error de” Juana Inés? Claro, no es Aristóteles sino Aristófanes. Error atribuible tal vez a que el primero teorizó sobre la comedia. Pero las tres obras que de él cita haber leído confirman el error colosal: ¡son de Aristófanes! ¿De quién es el error, de Andrea Palma, de Ramón Peón o de Armando Vargas de la Maza? Este no sólo codirigió y supervisó, escribió esta “Fantasía cinematográfica inspirada en los datos biográficos de la vida de Sor Juana Inés de la Cruz”, según registra el inicio del filme.

La cuestión es, ¿cómo pudieron dejar pasar un error así? No deja de ser paradójico que en la recreación de un momento en que Juana Inés salió triunfante, imbatida, en la película salga derrotada; una trampa del incipiente arte cinematográfico. En fin, una pequeña contribución al cine nacional. Aquí pueden ver la escena completa referida y transcrita:

Juana Inés, final clarividente de Paz

Octavio Paz ha sido quizá quien con mayor claridad ha percibido la vida y obra de Juana Inés de Asbaje transmutada en Sor Juana Inés de la Cruz. Por ello presento a continuación una transcripción no literal de una aproximación suya que pareciera concluyente; aunque ante nuevas investigaciones y hallazgos puede enriquecerse o modificarse. Con base en su ensayo, Paz hizo un programa para Televisa que incorpora variantes a la versión del libro de 1982; ya con un perspectiva crítica de su propio ensayo. Programa dirigido por Héctor Tajonar y realizado por Nicolás Echavarría en 1989.

Mi ejemplar de 1997.

Señala Paz que en la obra de Sor Juana aparecen con frecuencia tres figuras significativas tomadas de la historia sagrada y la mitología griega. Tres arquetipos que representan lo que ella fue o quiso ser. Tres retratos, tres alegorías de su vida y de sus afanes terrestres.

1. Isis. Diosa egipcia, madre universal pero, sobre todo, madre de las letras y la sabiduría.

2. Santa Catarina de Alejandría, otra egipcia. Doncella, sabia y mártir.

3. Faetón o Faetone. Hijo de Helios, que transmutó en Apolo, y de la ninfa Clímene, una oceánida. Un día, cansado de la incredulidad y burla de sus amigos que dudaban de su origen divino, Faetón subió donde Apolo y le pidió algo inusitado, una tarea divina: guiar los caballos del sol, que junto al jinete determinan la vida terráquea y celestial. Apolo no logró disuadirlo y le entregó las riendas. Pero Faetón entró en pánico durante el ascenso al firmamento en el carro solar, equivocó el camino y puso en peligro al universo creando heladas, sequías, incendios. Tuvo que intervenir Zeus, quien lo fulmina con un rayo haciéndolo caer incendiado a la tierra.

Faetón es una imagen de la osadía del espíritu humano y también una imagen de sus fracasos. Por eso, Sor Juana dice que pertenece a aquellos que quieren eternizar su nombre en su ruina. Ella es uno de esos espíritus osados que quieren conocer. Saben que el conocimiento absoluto es imposible, sin embargo desean eternizar su nombre en esa empresa temeraria.

En la figura de Faetón hay dos movimientos contrarios. El ascenso y la caída. Estos dos movimientos representan con mucha fidelidad la vida misma de Sor Juana. La transgresión, la osadía de su espíritu que quiere conocer y el castigo.

Pero hay un momento en que el ascenso y la caída se cruzan. Ese momento lo adivinó, lo vio Sor Juana. Ese momento en que los dos movimientos se juntan y dibujan en el espacio espiritual el jeroglífico de la libertad. Sor Juana o la libertad del espíritu.

Andrea Palma encarna a Juana de Asbaje (o Asuaje); 1934.

Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo