Y el covid llegó a mi cuerpo y a mi casa . No por mucho tiempo pude evadirlo. De alguna manera me acorraló. Desde el día uno de esta pandemia supe que si este virus entraba a mi organismo acabaría conmigo. Decían que a los organismos menos fuertes los aniquilaba. Y después de haber pasado por un cáncer no creo que las condiciones inmunológicas del mi cuerpo sean las mejores.
Pero el covid no llegaba. No entraba. Después empezó la existencia asombrosa y fantástica de la vacuna, increíblemente había gente que no creía en ella: “Quien sabe qué te inyectan… es el virus el que te meten a tu cuerpo. Es experimental, entonces la gente se va a enfermar por la vacuna” y un sin fin de justificaciones de ese estilo. Yo jamás dudé de ella y de hecho me postulé como candidata para la vacuna experimental Sinovac, pero algo pasó que se detuvo el proceso y ya no fui requerida; agradecí muchísimo el día que pude tener la vacuna en mi organismo, sé muy bien de segundas oportunidades en la vida y esta era otra oportunidad que se me daba… y yo tan agradecida con Dios y con la ciencia, pero no, no estaba agradecida con el gobierno: como querían que lo estuviera, porque esa era su responsabilidad, porque no me estaban haciendo ningún favor.
Tengo derecho a la salud, tú y yo y todos… sin embargo, hubo mucha gente que agradeció infinitamente que la vacuna fuera gracias al presidente o a la jefa de gobierno, la verdad de las cosas no había manera de convencer a muchísimos de que la vacuna nos pertenecía a todos y nos la merecíamos todos porque todos habíamos pagado por ella, pero cada quien con sus alegrías y sus gratitudes.
Ya con la vacuna puesta pensé que la pesadilla había terminado y que esto quedaría en el anecdotario… que podríamos hacer nuestra vida normal y que todo quedaría en el pasado, desgraciadamente la verdad de las cosas es que eso no fue así porque todos ya sabemos que llegó una variante de África mucho más contagiosa aunque no tan letal, decían. Y por primera vez dejé de sentir miedo; decidí no tener más miedo ni resistencias ni vivir paralizada y justo en ese momento el virus llegó.
Primero salió de mi garganta con un dolor punzante y extraño que no era como en algunas otras ocasiones cuando había padecido de dolor de garganta; este dolor era raro y desconocido, parecía que algo de mi garganta se aferraba a ella, como si algo se adhiriera a ella y después vino una tos implacable y durísima. En pocas horas todos los miembros de mi familia ya estaban contagiados, mis hijos menores de edad con calentura estratosféricas; sin embargo, ellos a los tres días estuvieron bien y yo ahora que les escribo esto continúo algo mal … ya voy por mi noveno día y aunque hay mejoría porque también la voz me regresó ya que se había ido por completo, el cansancio continúa, es un cansancio que solamente lo había vivido y sentido cuando me dieron las quimioterapias….
De nueva cuenta me recordaba esa sensación de cansancio de no hacer nada. Apenas ahora empecé con él ya famoso síntoma de perder totalmente el sentido del gusto y del olfato y es algo muy extraño para ser el noveno día de la enfermedad; me hubiera pasado el primer día y hubiera sabido perfectamente que tenía covid, pero hasta ahora pasa y es muy extraño; el doctor dice que cada cada cuerpo es diferente. Yo ahora estoy viva otra vez de milagro: el covid me recordó de nueva cuenta, como me lo recordó el cáncer en su momento, que mi tiempo aquí no va a ser muy largo y eso me ayuda a replantearme que la gratitud es una de las cosas más maravillosas que tengo, es decir en mi poder está decidir que quiero vivir en gratitud.
Si bien el gasto que realicé por haber enfermado todos en casa al mismo tiempo fue muy caro, porque la verdad yo no opté por el Vick vaporub ni por la medicina homeopática, y más o menos gasté unos 10 mil pesos entre pruebas y medicamentos, agradezco a la vida que no haya sido más gasto porque no hubiera tenido forma. Hoy quiero agradecerlo todo: aun cuando la comida no me sepa estoy respirando y estoy de pie después de qué la oxigenación fue bastante baja… no me queda claro por qué Dios todavía me quiere aquí, pero yo acepto su voluntad: supongo algo tendré que hacer aún y por los que se fueron, por los que no querían partir y el covid se los llevó en honor y en honra a ellos tenemos la obligación de vivir de la mejor manera posible ayudando a los demás y haciendo todo el bien posible y construyendo un mejor país. Tengamos fe y esperanza que esa también sea nuestra medicina porque nada es para siempre.
...