La calunnia è un venticello
un’auretta assai gentile
che insensibile, sottile,
leggermente, dolcemente,
incomincia a sussurrar.
Gioachino Rossini
Lo de Loret es insulto ruidoso, de mal gusto, vulgar. Ya rebasó todos los límites el columnista de El Universal. Carlos Loret de Mola evidentemente odia a Andrés Manuel López Obrador. Su artículo de este viernes es grosero, muy salido de tono, indigno de un periodista profesional.
El odio —lo dijo algún escritor célebre— “es la venganza de un cobarde intimidado”. ¿Loret ha sido cobarde, ha tenido miedo para ejercer correctamente el periodismo? Sin duda así ha sido.
Hoy ofende, insulta, miente, dice lo que se le pega la gana acerca del presidente de México porque, por primera vez —y Carlos Loret lo sabe—, despacha en la sede del poder ejecutivo alguien incapaz de reprimir periodistas.
Eso no lo hacía Loret de Mola en otros sexenios: tenía miedo de que se le agrediera desde el poder. Por eso era tan amigable con otros presidentes, políticos muy perversos que no criticaban periodistas, pero sí los mandaban acallar, normalmente exigiendo a los propietarios de los medios que los censuraran o, de plano, que los despidieran.
Con Andrés Manuel las cosas son distintas: no pide a ningún empresario mediático que censure a sus colaboradores, pero eso sí, se defiende en sus conferencias de prensa respondiendo cada crítica que recibe, lo que es su derecho.
Loret ha dicho que el hijo mayor del presidente López Obrador no puede explicar su nivel de vida en Houston, Texas.
Miente Loret. Porque no solo José Ramón López Beltrán y su esposa, Carolyn Adams, dieron una explicación convincente: el propio presidente mexicano lo hizo también. La explicaciónn es muy sencilla: ella ha tenido, desde hace años, empleos bien pagados.
Suficiente aclaración porque, la verdad sea dicha, no es precisamente la de un potentado la vida de José Ramón en la mencionada ciudad texana; vive como muchísimas personas de clase media con buenos trabajos en Estados Unidos. Fin de la historia.
Pero Loret de Mola ha insistido —una y otra y otra y otra vez— en acusar al hijo de AMLO. Lógicamente, iba a recibir una respuesta adicional, es decir, además de la referida en los párrafos precedentes.
Le respondió con fuerza Andrés Manuel, no tanto como padre, sino como presidente de México obligado a hacer respetar su investidura.
¿Qué hizo Andrés Manuel para refutar a Carlos Loret? Nada más preguntar si el patrimonio del columnista —este sí, de magnate— pudo ser pagado solo con los ingresos legales, formales, por arriba de la mesa que Loret ha tenido durante su vida profesional.
La respuesta obvia —Loret no ha demostrado lo contrario— es que por mejor pagado que esté un periodista no le alcanza para ranchos enormes en Valle de Bravo, departamentos en México y Estados Unidos y muchos otros bienes de todo tipo.
Acorralado, Loret de Mola recurrió en El Universal al insulto y no tanto a la calumnia... En efecto, lo suyo no es calumnia, no en la definición de Gioachino Rossini en El Barbero de Sevilla:
La calumnia es un vientecillo,
una brisita muy gentil,
que imperceptible, sutil,
ligeramente, suavemente,
comienza,
comienza a susurrar.
Bajo, bajo, a ras de tierra,
en voz baja, sibilante,
va corriendo, va corriendo,
va zumbando, va zumbando;
en las orejas de la gente
se introduce,
se introduce hábilmente
y las cabezas y los cerebros,
y las cabezas y los cerebros
hace aturdir y hace hinchar.
Aria de Basilio, de Gioachino Rossini
Hasta para calumniar se necesita estilo. Loret lo perdió y ha caído en lo más bajo a lo que puede llegar el crítico: el improperio.
Dice Carlos Loret que “AMLO es corrupto” porque no tuvo un empleo entre 2005 y 2018. Se equivoca: fueron los años en los que Andrés Manuel más trabajó. Los dedicó a la durísima lucha política con todas las desventajas frente a un sistema corrupto y autoritario que tenía en periodistas como Loret a sus gatilleros para agredir a quienes buscaban un cambio democrático.
¿De qué vivió Andrés Manuel todos esos años? De regalías de varios libros exitosos, de aportaciones de partidos políticos de izquierda perfectamente legales y, sobre todo, de la generosidad de mucha gente que depositaba pequeñas cantidades de dinero en una cuenta bancaria abierta con el único propósito de sostener un movimiento de resistencia.
Me consta, estuve ahí algunos pocos años, no aguanté — no tengo la fortaleza de AMLO— y volví a mi trabajo en la gestión de medios de comunicación.
Por cierto, Andrés Manuel siempre ha sido un hombre modesto, mucho muy modesto. Loret y otros periodistas pueden acusar de lo que quieran a personas cercanas al presidente de México, pero nunca encontrarán en la vida personal de López Obrador ni lujos ni excesos... ni ranchos ni depas en Miami — menos aún cercanos al de Genaro García Luna, el estratega de Felipe Calderón en su fallida guerra contra el narco, un policía corrupto hoy preso en Estados Unidos acusado de haber trabajado para el Chapo Guzmán—.
No se vale insultar tanto a un hombre como Andrés Manuel, verdadero luchador social que entregó lo mejor de su vida a la causa de los pobres en México. Equivocado o no en sus políticas públicas ya como presidente —esta es otra historia—, una persona de tan elevada estatura moral, alguien que sacrificó todo para entregarse a México, merece respeto, reconocimiento y admiración. Así de sencillo.
Posdata
Ciro Gómez Leyva, periodista líder de la radio mexicana, hizo muy mal al difundir el texto de Loret en su noticiero de Radio Fórmula. Porque ese escrito no es una crítica periodística, sino un catálogo de ofensas, vulgaridades y resentimientos. Así no, querido Ciro. Así no.