Frente a la desesperanza en la que hemos caído, gracias al patrón histórico de violencia que ha convertido a México en una zona de sacrificio dentro del juego de la geopolítica de las drogas, un grupo de mujeres del barrio del Manglito, y ahora junto a hijas, hijos, sobrinos y nietos que abrevan de su conocimiento, hicieron lo impensable: florecer la esperanza en medio de un manglar.
Me refiero a las Guardianas del Conchalito y a los Mangles del Manglito que, con el apoyo de Costa Salvaje y autoridades ambientales, lograron al cabo de un año de cuidado y amor crear el primer vivero de manglar de Baja California Sur.

Una vez completado el ciclo, hace unas semanas llegó el momento de la reforestación: 180 brotes se plantaron en El Conchalito, en el polígono entre CET-MAR y CICIMAR, en La Paz.
¿Cómo no llenarse el pecho de esperanza y orgullo frente a tal acto de ternura? Una tierna e innovadora resistencia en tiempos en los que el odio o el encabronamiento son la bandera a la que se aferran para modificar un sistema político-cultural sumamente complejo. Por ello, construir otras posibilidades de cambio social en un mundo que se cae a pedazos no es nada sencillo.
En este sentido, Paulo Freire en su Pedagogía de la Esperanza, escribió una vez que la desesperanza inmoviliza y nos lleva directo al fatalismo.
Ellas, sus hijas, hijos, sobrinos y nietos nos muestran un camino para revitalizar la memoria de la comunidad, un ejercicio en el que podemos soñar con horizontes ético-político de justicia para caminar hacia futuros más dignos para vivir porque “sin un mínimo de esperanza no podemos ni siquiera comenzar el embate.” (Freire).
Ante el colapso es fundamental seguir acompañando a las comunidades, promover sus prácticas y fortalecerlas frente al desarrollo económico que les violenta y les invisibiliza. El manglar es del barrio y como dicen ellas: “Este avance no solo representa un trabajo técnico, sino también el reflejo del esfuerzo colectivo, la constancia y el profundo vínculo que mantenemos con nuestro territorio”.




