Obcecado y sin importar los costos, el compañero presidente y camarada, logró la cancelación del proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) y la construcción de su “central avionera” en Santa Lucia.

El proyecto del nuevo aeropuerto

La necesidad surgió a partir de la saturación del AICM, uno de los 20 aeropuertos con mayor número de operaciones anuales en el mundo, según el Consejo Internacional de Aeropuertos.

El AICM tiene, además, la mayor conectividad de América Latina. Cuitláhuac Gutiérrez, representante en México de la IATA, aseguró “es un eje que conecta el norte con el sur en el continente” y que, “por su posición geográfica nos permite conectar la costa este y oeste de Estados Unidos, también con Asia y Europa”.

Desde el 29 de septiembre de 2014, la SCT había emitido una declaratoria de saturación para la terminal aérea, el decreto establecía que solo podían realizarse 61 operaciones por hora. Con algunas modificaciones, se logró ampliar un poco su capacidad de vuelos en tanto se construyera una nueva terminal aérea.

El aeropuerto no se puede ampliar, de ahí la necesidad de elegir un espacio para un nuevo aeropuerto moderno y eficiente. Actualmente el AICM, con sus dos pistas y 99 posiciones entre remotas y fijas, tiene la imposible tarea de atender la demanda.

Después de numerosos estudios y consideraciones técnicas, financieras y de factibilidad se decidió la construcción del NAIM. La selección del sitio para su construcción involucró estudios realizados, entre otros, por la Organización de Aviación Aéreo Civil internacional, la IATA, la ARUP, la corporación MITRE, el Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Autónoma de Nuevo León y la UNAM. Es decir, tuvo el aval internacional y nacional de las más prestigiosas instituciones en el mundo de la aviación.

Sin embargo, para AMLO el NAIM representaba una “obra faraónica”, un proyecto plagado de corrupción y con un costo desproporcional. La solución que encontró fue encargar un nuevo proyecto a su amigo y patrocinador, José María Riobóo, el del segundo piso, es decir, nada que ver con la construcción de un aeropuerto.

El proyecto consistió en que construirían dos pistas adicionales en la Base Militar no. 1 para así formar un sistema integrado por tres aeropuertos: Toluca, CDMX y Santa Lucía.

Apoyándonos en la investigación que publicó recientemente Ana María Olabuenaga: Texcoco iba a tener 120 posiciones, Santa Lucía tendrá 14. La décima parte. ¿Muy pequeñito? Como referencia quizá le sirva saber que Guadalajara tiene 12 posiciones fijas y 15 remotas y el aeropuerto de Atlanta tiene 195. ¿El precio? Texcoco iba a costar 150 mil millones de pesos, Santa Lucía lleva 80 mil, más los 100 mil que según el Presidente costó cancelar Texcoco (aunque la Auditoría dice que más). En voz de los militares a cargo de la obra, si las condiciones lo permiten, en 10 o 15 años Santa Lucía podrá tener otras 14 posiciones y en 2042, 6 más. En conclusión: el Aeropuerto de la Ciudad de México hoy tiene el doble de lo que Santa Lucía jamás tendrá.

El diseño arquitectónico del NAIM había ganado hasta un premio internacional, mientras que el diseño de Riobóo “omitió” el Cerro de Paula, que obstruiría “la ubicación de la pista sur”, por lo que dicha pista quedará exclusivamente para uso militar.

Considerando lo anterior, y haciendo una simple operación matemática, podemos encontrar algunas diferencias: El costo del NAIM era de 230 mil millones de pesos, mientras que el de Santa Lucía es de 84 mil 956 millones 62 mil pesos, esto sin sumar el costo de la cancelación del proyecto de Texcoco.

Entonces, si dividimos el costo del NAIM, entre las 120 posiciones que tendría, cada posición costaría alrededor de 1,920 millones de pesos. Si hacemos esa misma operación entre el costo programado para Santa Lucía y sus 14 posiciones, tenemos que cada posición nos va a costar ¡6,068 millones! Es decir, tres veces más caras. Pero empeora, si la operación la hacemos sumando el costo de la cancelación del NAIM, en su versión más barata, de 113 mil millones de pesos, resulta que el capricho del presidente nos va a salir en 14,139 millones por posición, siete veces más caras que las 120 que tendría el NAIM.

Además, Santa Lucía no resuelve el problema que originó la decisión de un nuevo aeropuerto, las cosas seguirán como hasta ahora y de paso, se canceló la oportunidad de convertir a México en el principal Hub de Latinoamérica, lo que a todas luces es un obstáculo para el desarrollo nacional.

Aunque AMLO insiste en que sí se pueden operar simultáneamente los tres aeropuertos, Santa Lucía, AICM y Toluca y ya acusó a MITRE de haber sido “corrompida” por quienes pretendían construir el NAIM. En un comunicado inicial, MITRE aseguró “que La alternativa AICM+Santa Lucía es preocupante al requerir la creación de un espacio aéreo sumamente complejo que además no ha ido más allá de un plan conceptual ni ha sido simulado (como el del NAIM) y que, lejos de satisfacer las necesidades de la CDMX por gran parte del presente siglo, se restaurará en un brevísimo periodo”.

Tan tenía razón MITRE, que el subsecretario de la SCT, Carlos Morán Moguel, anunció que prevé que entre 2022 y 2023 las operaciones en el AICM tengan un límite para evitar la saturación y que las aerolíneas consideren estar en el de Santa Lucía.

¿Dónde estaba la corrupción?

Hasta hoy no ha quedado demostrado que el NAIM haya sido un nido de corrupción, ni que tuviese un costo desproporcionado -considerando que resultó ser siete veces más barato- lo que sí existe son las sospechas de corrupción en Santa Lucía, tanto en los recursos destinados para la cancelación, como lo demostró la ASF, como por los presuntos “moches” en la obra.

Santa Lucía nunca fue la mejor opción, engañaron, manipularon y fue carísimo aún así, ¿le sigues creyendo?