Comentaristas, analistas políticos o académic@s de todos los signos usan (algún@s, no tod@s, claro), en ciertas redes sociales digitales, la figura de “dejar de tarea o repetir 100 o mil planas” sus dichos o ideas, a sus eventuales lectoras y lectores. ¿El núcleo del mensaje y la forma implícitos de esas “tareas” o actividades indicadas tienen consistencia pedagógica? ¿Dejar “planas”?

El caso que acabo de encontrar, pero que no es el único, es de la académica Denise Dresser, quien recientemente escribió sobre el Estado democrático de derecho y que, al final de su texto en Twitter, remata con la expresión: “Mil planas”. (1)

Más allá de discutir o debatir el contenido de sus dichos o ideas (que de por sí es controvertido), me pregunto: ¿Por qué usar la forma antipedagógica de pedir a sus lectoras y lectores que repitan sus frases en “mil planas”?

¿Repetir mil veces, aunque sea en modo sarcástico, sus dichos? ¿Copiar, copiar y copiar sin sentido? ¿“Mecanizar” ideas sin memorizar ni comprender? Sorprende que una profesora e investigadora en ciencias políticas, con posgrado en el extranjero y con una destacada carrera profesional, muestre clara desactualización en materia pedagógico-didáctica. Hay que tener presente que esas prácticas de aprendizaje mecanicistas han sido fuertemente criticadas por la investigación educativa.

Emilia Ferreiro, desde 1993, afirmaba lo siguiente sobre las prácticas de la lectura y la escritura “mecánicas”, que se realizaban en la escuela (y se realizan aún) durante los procesos de alfabetización y en la puesta en práctica de actividades de aprendizaje con las y los niños en esos contextos:

“Es de la más alta importancia hablar de la escritura (y no sólo de la lectura) cuando hablamos de alfabetización ya que la escritura ha sido (y sigue siéndolo, en escuelas tradicionales) la actividad más reprimida y mal interpretada. Tal como la verdadera producción del lenguaje (oral) es la construcción de un mensaje lingüísticamente codificado y no una simple repetición, la producción escrita no puede ser confundida con una copia aceptable de un texto producido por otra persona. La reproducción de formas gráficas es una cosa, la comprensión de los medios para componer esas formas y su relación con un mensaje oral es algo totalmente diferente”. (2)

Además, algun@s especialistas o expertos en las más diversas ramas del conocimiento científico, tecnológico y humanístico, de pronto, emplean esas figuras retóricas, desafortunadas, para marcar su supuesta superioridad intelectual. El mensaje implícito es: “Póngase a escribir planas, a repetir, lo que les digo”; algo así, las y los eruditos parecen indicar a sus lectoras y lectores. Pero no saben o no quieren saber; no entienden o no quieren entender, que en las formas también está el doble mensaje. En la enseñanza y en las formas de aprender los contenidos (por ejemplo, de las Ciencias Políticas o de la Sociología) también se muestra (y comunica) el cobre pedagógico.

“El enfoque tradicional de aprender a leer y escribir consiste en presentar este aprendizaje como la adquisición de un código de unidades orales transcritas a unidades gráficas (escritura) y de unidades gráficas a orales (lectura). En sus primeras etapas, este aprendizaje es considerado como puramente instrumental y mecánico.”

Ferreiro, obra citada

Entiendo que el uso de esa figura pedagógico-didáctico (pedir que las y los otr@s hagan 100 o mil “planas”) por parte de académicos, es metafórico y un tanto sarcástico ¿O no Denise Dresser? pero ¿no hay otras alternativas más creativas, ingeniosas y actualizadas de abordar el conocimiento?

Sugiero, en vez de usar el método de la repetición sin sentido, o emplear la copia mecánica de textos, recurrir a estrategias o procedimientos que enriquezcan el pensamiento crítico. Algunas ideas al respecto serían: “Formulen preguntas en torno a estos conceptos”. “Busquen o indaguen qué significan esas nociones”. “Escriban un texto con argumentos a favor y en contra de estas frases”. “Argumenten y reflexionen sobre los que les escribo”, entre otras y variadas alternativas.

“Estudios recientes muestran que, en lugar de facilitar el aprendizaje, esta visión mecanicista de la alfabetización de hecho dificulta el aprendizaje, precisamente para aquellos niños que más necesitan de la escuela para aprender a leer y escribir: niños provenientes de los sectores más desfavorecidos de la población”.

Ferreiro, 1989

Denise Dresser y otr@s prominentes académic@s que escriben en medios de comunicación, convencionales y digitales, han optado por enviar mensajes desde la Pedagogía de la repetición sin sentido, desde la didáctica del copiado sin significado; a través de sus sofisticados artículos, han minimizado la necesidad de transitar por el camino del pensamiento crítico y se han dirigido por el camino fácil de solicitar la reproducción acrítica e irreflexiva del conocimiento (hacer “planas”).

Dice Emilia Ferreiro con precisión y certeza: “… en tanto las demandas de la alfabetización se han expandido y diversificado, la escuela continúa formando sus aprendices como si estuviera tratando con escribas de la antigüedad o copiantes de la Edad Media.”

En efecto, la diversificación de opciones de aprendizaje, entendido como conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes-valores, están en el radar de la enseñanza, hoy. Además, el derecho a la educación también incluye tanto el derecho de aprender como de enseñar ¿Por qué regatear esa posibilidad cuando se ejerce el periodismo o se participa activamente en foros y espacios públicos, tanto en forma oral como escrita?

“Tampoco se trata de tener una sola estrategia de escritura (aquélla que corresponde a la copia o dictado): escribir para recordar, para hacerse comprender mejor, para tomar notas más rápidas. Cada tipo requiere estrategias de escritura muy diferentes, sin mencionar las diferencias de formatos, al presentar una narrativa, un texto informativo, instrucciones que deben seguirse, etc”.

Ferreiro, misma obra

Un punto que habrá de tomarse en cuenta y que se desprende de este breve comentario, es que los contenidos y los métodos o estrategias de enseñanza van de la mano. No están divorciados. Los contenidos y los métodos didácticos son como dos caras de una misma moneda. Utilizar a unos en un sentido crítico tendría que estar acompañado, por principio de congruencia, con formas o figuras didácticas compatibles con los otros.

Nota y fuente consultada:

(1) Denise Dresser es profesora del Instituto Tecnológico Autónomo de México, columnista de la revista Proceso, editorialista del periódico Reforma, y participa en el programa “Es la hora de opinar” de Foro TV, Televisa. @DeniseDresserG escribió: “En un Estado democrático de derecho las diferencias de opinión no se persiguen como delitos. En un Estado democrático de derecho no se criminaliza a quienes disienten. En un Estado democrático de derecho no se usa a la justicia de manera partidista/facciosa. Mil planas.” Denise Dresser, tuit del 26 de dic., 2021.

Denise Dresser

(2) Emilia Ferreiro (1993) “Alfabetización de los niños en América Latina”. En: Boletín 32. Proyecto principal de Educación en América Latina y el Caribe. UNESCO. OREALC.

“Afirmamos que es la falla de la visión mecanicista de la alfabetización la que se cuestiona, porque ella, que se encuentra desprovista de todo contenido lingüístico efectivo respecto de la palabra escrita, hace una confusión sistemática entre la escritura y la reproducción de formas gráficas, confundiendo además el verdadero acto de leer (que implica interpretar realmente), con la reproducción en voz alta de una serie de letras. Y lo que es peor aún, esta visión tradicional deja totalmente de lado las capacidades cognitivas de los niños ya que prohíbe toda reflexión antes de haber establecido las asociaciones “correctas”.

Juan Carlos Miranda Arroyo en Twitter: @jcma23