“No puedo razonar con los autoritarios, solo comprenden la forma de las palabras.”

LUIS RAFAEL GARCÍA LORENTE

“Los pastores serán brutales mientras las ovejas sean estúpidas.”

FRAY LUIS DE LEÓN

El presidente mexicano sueña con el Premio Nobel del Paz, pero se pelea con medio mundo. Habla de la autodeterminación de los pueblos y de la no intervención, pero no las practica. Anhela ser un líder para toda América Latina, mas apenas esta semana fue declarado “persona non grata” por el Congreso de Perú.

Verán ustedes, esto último no es cuestión menor. López Obrador logró concitar la mayoría en uno de los congresos más diversos del planeta. De un universo de 130 diputados emanados de 13 fuerzas políticas, donde ninguna tiene mayoría por sí sola, se presentaron 107 diputados a votar. 65 de ellos votaron contra AMLO (40 a favor y dos dos se abstuvieron).

Las intervenciones de López Obrador —como primer mandatario de México— en el país andino provienen desde que Pedro Castillo, hoy expresidente de ese país, quiso dar un golpe de Estado en el congreso nacional y no se lo permitieron. A partir de ahí, las palabras emanadas desde Palacio Nacional han ido incrementando el tono y las puyas en contra de la actual presidenta del Perú.

AMLO no arremetió solo contra la presidenta; también lo hizo en contra del congreso peruano. Encima dijo que “mientras no haya democracia en Perú, México no aceptará negociaciones económicas ni comerciales”. ¿Por qué guardar silencio, entonces, ante las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela, países claramente antidemocráticos?

La intromisión que opera López Obrador en la política interna del mencionado país es indicativa de que México abandonó la Doctrina Estrada y ahora opina e interviene en asuntos internos de otros países.

El tabasqueño ya pidió a los latinos avecindados en Florida que no voten por DeSantis porque “es lo peor para México”. ¿Qué opinaría si el presidente de Estados Unidos o el gobernador de algún estado de la Unión Americana llamara a no votar por tal o cual candidato en México? ¿Bajo qué lógica puede rechazar hoy en día Andrés Manuel que otros gobiernos del mundo se inmiscuyan en México?

Autoritaria y arbitrariamente, López Obrador se niega a entregar la presidencia temporal de la Alianza del Pacífico. Ha reiterado NO cederá la estafeta del mecanismo multinacional pues él —no México— no reconoce a Dina Boluarte como jefa de Estado de Perú. Normativamente hablando, el pase de batuta no depende de él; de acuerdo con los lineamientos de la Alianza, eso es decisión de todos los miembros y no del presidente de uno de los países que la conforman.

López Obrador no tolera que en el extranjero digan algo sobre México; sobre cómo funciona su gobierno o al respecto de los múltiples problemas que enfrentamos como sociedad. Pero él sí puede opinar, mentir, solicitar y no entregar lo que le corresponde a otra nación.

No es nueva su actitud. El obradorismo siempre se ha caracterizado por avanzar en una de dos formas: presentándose como la víctima o peleándose con el otro. Nunca producto del mérito propio (su ánimo peleonero/victimario ha logrado que hasta la Embajada de China en nuestro país lo rete a probar lo que dice sobre la producción de fentanilo en territorio mexicano).

López Obrador buscó ser líder para América Latina. Líder no fue; despreciado ya es.