De aquella fotografía en la que se le mostró un grosero desdén a la presidenta Claudia Sheinbaum, lo más posible es que ninguno tenga una carrera política promisoria en un futuro. Quizás los actores en ese episodio trataron de medir a la presidenta, pero partiendo del supuesto de que ya, de saque, era una mandataria débil y sin carácter, que estaba sola.
También la intentaron exhibir como una presidenta que no tenía el poder real sino acaso una figura de ornato, sino que todos esos otrora “pesos completos” de la política mexicana eran los que, alrededor de Andy López Beltrán y su obscena campaña de afiliación/recolección de multimillonarios recursos para sus intereses político partidistas, que por cierto en el marco del Consejo Nacional Ordinario se aprobó una comisión para limitar esas aberrantes afiliaciones, fotografía con los impresentables incluida.
Si mi supuesto se acerca a la realidad, ese grupo de políticos mexicanos cometieron un error infantil en la tradición presidencialista mexicana, que es el desafiar la autoridad de la silla del águila. Ejemplos no faltan, y nadie ha salido bien librado. Desde casos como el fin de la estrella (por algunos años) de Raúl Salinas Lozano, durante el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, por haberse referido a él como “el changuito”, o la saña contra Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”... y ejemplos más, no faltan.
Se equivocaron, de entrada en la torpe creencia de Andy López Beltrán en la creación de una dinastía presidencial, cosa también alejadísima de nuestras tradiciones políticas.
Hoy, tanto Adán Augusto López como Ricardo Monreal han sido desactivados por la presidenta, quizás Andrés Manuel López Beltrán también, señal de esto sería el no haber asistido al ya citado Consejo Nacional de Morena, celebrado el pasado domingo en la CDMX, porque seguro es, que en presidencia se tienen expedientes con marranadas de ¡todos!
Y más vale que esos mismos todos pongan sus barbas a remojar viendo cómo se afeitan las de Adán Augusto. Y vaya uno a saber quiénes le sigan, que se vuelva (en la medida de lo posible) a aquello de que el sistema político de partido hegemónico mexicano se regula y limita a sí mismo, sin la forzosa necesidad de que la oposición intervenga.
En fin, a todas luces un grupo oficialista quizo demeritar a la presidenta, quizás no sin cierto ánimo machista, pero se equivocaron de fea manera, y obvio es que el asunto no se iba a quedar sin consecuencias.